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domingo, 13 de enero de 2008
Un año más, sin ningún brillo.
Todo lo que sucede tiene una explicación, al menos ese es mi sesgo, mi metaexplicación. Pero eso no significa que todo podamos comprenderlo ni menos explicarlo.
Cuesta, duele, hacerse ciertas preguntas; luego es difícil responderlas. Cómo decía Wilde: "no hay preguntas indiscretas, hay respuestas indiscretas."
Hay que tener coraje para buscar respuestas sobretodo si lo que escrutamos es lo obvio.
Muchas veces he sentido el pánico de verme desnudo ante un estrado; siento que hablo un idioma propio y por lo tanto rudimentario e inútil.
Hace casi dos años se me ocurrió reconstruir lo que por inanición había muerto en mis brazos.
Se me ocurrió que "Violencia y Control" podía volver a ser lo poco y nada que había sido.
No tenía ganas de usurpar un nombre, una marca. Me interesaba volver a congregar.
Había gastado demasiado tiempo en mí y en mis mundanos asuntos; Había que volver a tender ese cable que nos conecta con el infinito, con lo divino.
Miles de años en nuestra espalda; qué divino se puede encontrar en el hombre, ¿cómo reencantarse nuevamente sin caer en la pose, en el simplismo de negar la evidencia histórica validada en cada nuevo acto, en cada nueva omisión?
Quedó el nombre y los códigos de acceso que no ocupé porque me asaltaba la duda de a quién invitar, que era reinvitar.
De pronto me sentí poseído por palabras que debía evacuar antes que se transformaran en un tumor. Recordé el nombre, la clave y me sentí un extraño en mi propia bitácora. Me cansé de invitar a sumarse, con los días se volcaron mis sentimientos y se diluyó el propósito a la hora de ser creada.
Aún así he sido prudente en no mezclar peras y manzanas; no hablo de lo mío, de lo íntimo. No por pudor, por respeto al silencio que es amenazado por todo este ruido, por toda esta sobrescrituración y sobrepublicación.
Hoy cambio la foto y la bajada "mientras... un lugar para volcar la indignación".
Y trato de explicarlo.
Nunca alguien entendió a lo que me refería; de hecho esperaba que alguien me lo mencionara para detallarlo. Estaba inmerso en un libro de Boltansky y Chiapelle (El Nuevo Espíritu del Capitalismo) y me quedó muy presente la categorización de la izquierda que realizaban en función de las fuentes de indignación. Los izquierdistas estamos indignados, nos molesta el sistema actual, por eso tratamos de cambiar la situación imperante. Pero las indignaciones son muy distintas entre sí y eso es lo que explica que sea tan difícil crear un frente unido anticapitalista: Hay algunos que parecen gozar perversamente con la indignación que les produce el sistema; otros se deprimen cada vez que las cosas mejoran porque creen que su rol es el de sufrir y conmemorar derrotas.
Los Foros Sociales de Porto Alegre, las experiencias en el Liceo de Aplicación, en Valdivia, en la UDIpé, me habían regalado a costa de sufrimientos una conclusión muy similar: De hecho en un largo y tedioso artículo (no publicado por eso del ruido) diferenciaba entre una izquierda racional y una romántica desde una perspectiva distinta a la de Marx y Engels cuando hablaban de izquierda científica y utópica. Sentí muy cerca el texto de Bolstansky y Chiapelle ya que suscribí tal categorización. Quería divulgarlo pero no se entendió.
Quizá la foto del perfil se mezclaba con la bajada y lograba crear un conjunto que asustaba.
Quien veía la foto se imaginaba a un cavernícola que borró el mazo con Photoshop.
Pero mi vida no es de la radicalidad que pudiera pensarse después de ver esa foto: Como todos he tranzado parte de esa libertad natural a cambio de libertad civil.
En mis borracheras me compadezco de mi fracaso de ir "arrastrando mi ruina"; de ser sesenta y cinco kilos más de carne sudada en el transporte público; uno más en la fila del supermercado; uno más en la fila del banco.
Me asalta la nostalgia, aún siendo tan joven.
Una añoranza de lo que uno nunca tuvo.
Porque nos hace tan felices simular que en un momento fuimos coherentes; que en un momento sí podíamos ser algo más que unos adultos jóvenes.
Me lo tomo con una Andina muy fría.
Soy un fracaso, un museo viviente de lo que no se puede.
Pero me siento un niño dispuesto a seguir coleccionando errores, a seguir confiando, a seguir decepcionándome.
Y la nostalgia desaparece, deja de ser un espejismo y aparece la saudade: Una añoranza sana y amena con nuestra emoción pasada.
Y me cuesta sentirme indignado, o reconocerme tal.
Porque he amado y he sido más amado que nadie.
Y esos momentos siguen en mí causándome una dicha incomunicable.
Y el hoy es bello y placentero.
El mañana no existe, pero el hoy es una fiesta.
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1 comentarios:
Ariel..
De visita por tu blog veo nueva foto. Te ves bastante bien, en todo caso la otra era graciosa, no tanto por lo cavernícola sino porque te imaginaba con una choca humeante en la mano (esos jarritos enlozados y que siempre se saltan)y cocinando en un fogón.. como que esa foto hasta tenía olor a humo.
Me asombra que te catalogues de perdedor, pero supongo que va porque para pensar tanto claramente hay que ser un inconformista nato.
Voy a creer que haz perdido el día que te vea peinadito a la languetia de vaca con un terno muy compuesto y camisita celeste con colleras tomando un mocaccino en el starbucks, conversando con tus ex compañeritos de la udipé, antes no...
Sabis, yo creo que la victoria, así como pa la gente que no la compra, no pasa por un título ni esas cosas, sino que pasa por vivir de forma normal, con casas que tengan vida, sin tanto apego al formalismo, claramente la estructura molesta... ser victorioso en este mundo es no ser una persona aparente, sino resguardar la propia sencillez y vivir una vida que no te dé dolor de guata, y no olvidar aprovechar el don o maldición de poder decir las cosas.
Ya me fuí en volá... como siempre un poco loca parece.
Abrazos!
p.d: Cuando vengas al centro avisa pa tomarnos un café, no en el starbucks, off course...
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