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jueves, 15 de mayo de 2008


Todo tiene una causa así que la causa última de todo es dios, el creador, ¿y quien es el creador de dios? La primera afirmación es la cita que día a día los creyentes cristianos hacen de Tomás de Aquino y la pregunta que la sucede es la que niños de todo el mundo le espetan sin obtener en la vida una respuesta satisfactoria. Este tipo de diálogos siempre terminan con una sentencia de parte del creyente: Se debe tener fe.

La fe es entonces creer en todo y en cualquier cosa. Si todo se reduce a creer no puedo entender el límite entre hacerlo en el big bang, la selección natural, la eficiencia del mercado, el dios cristiano, los dioses griegos o el horóscopo. O como dice hoy en día un astrónomo del vaticano, paradojalmente científico y creyente al mismo tiempo, creer en dios no obsta a creer en seres extraterréstres.

¿Pero acaso su dios no es un extraterrestre? No necesariamente; de acuerdo a las teorizaciones más usuales sobre la creencia cristiana dios o es supraterrestre o es el todo incluyéndonos.

Lo que quiero hacer notar es el uso y abuso que se hace de la ciencia de parte de aquellos que no la practican con rigor ni pretender hacerlo. Estudios forenses en reliquias a las que se le atribuyen poderes sobre naturales; eruditos que validan milagros; y ahora astrónomos que exteriorizan sus más delirantes conjeturas: Es posible que estos seres extraterrestres no hayan cometido el pecado original y que por lo tanto no vivan en pecado como nosotros.

Palabrerías vacías que se propagan con la velocidad de los vientos y que prestamente encuentran su lugar en las cabezas previamente vaciadas.

Si todo se trata de fe, y de creer, les sugiero que crean en ustedes mismos ante todo en vez que en los expertos en lo desconocido, lo que no se ve, no se percibe que además se financian con limosnas reales y terrenales.

1 comentarios:

María limón dijo...

Las creencias religiosas tienen como origen la ley del menor esfuerzo y no hay que olvidar que la gente es cómoda, por decir lo menos....

y muy bien dicho está el dicho: ayúdate, que dios no te ayudará.

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