Bastará un tenue fulgor para iluminar las tinieblas.
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La guerra no es contra el capitalismo sino de la Civilización..
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“La ignorancia nada engendra, sólo el error es funesto”
J.J.Rousseau
“Querían la revolución de la palabra, cuando de lo que se trata es de revolucionar las ideas."
Nicanor Parra, Manifiesto.
La política procura la captura del poder. Cuando se constata que las relaciones verticales son las que producen la cadena de sucesos que motejamos “sistema” nos encontramos ante el dilema de abandonar la política o redefinirla; para que esta se transforme en una herramienta horizontalizadora es decir, de contrapoder.
La emancipación no consiste en procurar una dominación amigable, con las minorías, el medio ambiente, los marginados, sino que en disolver esas categorías. Pero no en la mesa del filósofo o del tecnócrata, sino que ahí, afuera y aquí, adentro.
Tomar el poder para luego devolverlo democratizado, según la vieja fábula bolchevique, se ha prestado para diversos fraudes. Está bien ser estafado, pero ser re victimizado constantemente, en coloquial chileno, que nos tengan de casero, requiere algo más que una mente criminal sino que además de una contraparte masoquista y o amnésica.
Se suele replicar que una crítica teóricamente fundada resulta ajena y por lo tanto mejor es convocar mediante la mentira o ideología, como prefieran llamarle. Desde la otra vereda se responde acusando la enajenación de los oprimidos, quienes han sido producidos por el sistema, lo que les impide visualizar las cadenas, los candados, así como las llaves y ganzúas.
Las ocasionales rifas de gerencias, concursadas mediante el voto popular, obliga a que se le pongan paños fríos a estas discusiones con el fin de zampar cualquier bocado que caiga de la mesa.
Lo que pasa es que Hegel dijo que las contradicciones no son accidentes, dice otro que se ha subido arriba del piano, olvidando que existe una distancia mayor entre dos izquierdas claramente identificadas que la que existe entre una de ellas con todos los demás partidos políticos. Existe una izquierda liberal, sistémica, estatista, conservadora, castradora, hipócrita, palaciega, que obstinadamente se considera de tal; otra, minoritaria, dispersa, escéptica, sobre intelectualizada, que se siente aplastada con cada decisión, que con dificultad logra sustraerse de la hostilidad o desquiciamiento que produce la marginación cultural.
Para decirlo sencillo, existe una izquierda muy, demasiado, a la izquierda de otra que se autodefine de izquierda. Esto aumenta la confusión y desgarra aún más la vida de aquellos que los mueve la convicción.
Cada una de estas vidas forjadas al rojo vivo y al azul polar, negadas a formarse según la orden del herrero, saben muy bien que sólo el dolor puede ser el maestro, que sólo la opresión permite constatarla y alimentar la insubordinación.
Por lo tanto es imposible “enseñar” el desaprendizaje o concientizar la toma de conciencia. Se trata de actos heroicos, pequeñas revoluciones que hacen de un hombre un horcón de granito que puede sostener un edificio, un hombre soberano y sin embargo solo, marginado. Único puntal posible, pero se niega a ser cimiento pues sospecha de las edificaciones. Organicemos a todos, esos pequeños hombres de bajo perfil, aplacados por un sistema, pero aún resistiendo. Pero un hombre así repudia de las organizaciones, de cada remedo democrático, de cada liturgia. Como en el Lazarillo de Tormes, el mejor profesor es el bandido, las lecciones, el desamparo, el hambre, la soledad. Arrojados ante la hostilidad del mundo con el candor de quien no ha encallecido su alma, palabrea sobre un mundo en que la opresión se ha suprimido, incluso superado. Sólo el carente ansía.
Si el mundo es opresión entonces cambiemos el mundo. Pero ¿quien empieza?
Si la tarea es tan sólo alhajar las cárceles, alivianar las cachiporras, trasformar la vida miserable de la mayoría en una vida mediocre para todos, recetas sobran. Rebosa la academia de textos y expertos. Sudamérica se izquierdiza nacionalizando es decir, haciendo estatal lo antes privado pero, ¡cuidado! que sea estatal no quiere decir que sea de todos ni menos, que lo disfrutemos todos. La economía sucumbe de acuerdo al derrotero previsto por los propios inversionistas y la respuesta es estatizar lo privado es decir, como siempre, sociabilizar las pérdidas.
Quiero que algún izquierdista me diga cual es el plan que tiene su colectivo en caso que la crisis bursatil no tenga solución ¿O acaso pretendía oficiar de crítico solamente?
Lanzar piedras ¿A quien? ¿Cuando? ¿Porqué? ¿Ocupar edificios construidos capitalistamente en ciudades capitalistas usando y abusando del capitalismo para sostenerse parasitariamente? ¿Sugerir a los poderosos a que capitulen de moto proprio?
El sistema es dominación y esto consiste en la disposición de medios físicos y culturales. Dominio, no propiedad; hechos, no papeles. Ser la x en la ecuación o que lo sean nuestros adversarios es irrelevante puesto que lo que define todo es que el mundo es una pirámide en que la base sostiene a la cúpula pero en el que la cúpula se sostiene a expensas de la base. La política, la economía y la guerra, son fases de lo mismo, de la lucha por ascender o conservar su lugar en esa pirámide.
Democracia consiste en soberanía y esto, en la disposición de bienes materiales y culturales los cuales se limitan en una breve fracción en aras de una interdependencia eficiente, que exponencie el producto material y cultural. Nuestro sistema sólo captura la riqueza, esté en los territorios o en los cuerpos, y la conduce a la cúpula la cual la disfruta. Da lo mismo que el cupular se llame empresario, ejecutivo, general, comandante o sacerdote. La cuestión es muy simple: Democracia es soberanía o es sólo una estrategia comunicacional.
Por lo tanto, no es el neoliberalismo lo que debe capturar nuestra atención ni convocar a la lucha; tampoco es el capitalismo.
El agobio que produce el reconocernos sometidos física y culturalmente, disciplinados, atormentados, explotados y explotadores, no nos debe llevar a la capitulación necesariamente. Este sistema ha sido creado por seres humanos y por lo tanto, puede ser recreado por nosotros.
Cualquier esfuerzo de transformar el capitalismo en algo mejor tropieza en que éste se diseñó para ser transitorio pues sólo consiste en apostar contra el tiempo. Ningún socialismo puede revertir esta fatalidad pues la supervivencia sistémica depende de construir una economía del ahorro energético en vez que de la dilapidación por lo tanto los marginados seguirán siéndolo aunque cambiemos los rótulos.
Insisto, no es el capitalismo, el problema es la civilización. Desde que el hombre se agrupó en colectividades productoras de alimentos el poder fragmentado de los recolectores y cazadores se unificó profesionalizándose el ejercicio del poder económico y político.
Pero los “salvajes” no eran buenos pues sólo carecían de instituciones que le permitieran vehiculizar la crueldad civilizada. Por lo tanto el camino no es revertir el reloj sino que adelantarlo. Eso no significa que la civilización sea un “mal necesario” como la adolescencia, significa que ha sido producida por los hombres arrastrados a una serie de eventos desafortunados posibles gracias a las herramientas inventadas.
Es la hora de que el hombre se asuma en tanto inventor de herramientas como de sí mismo, y que pueda reclamar la insolencia de diseñar un modo de vida acorde a sus anhelos morales.
La abolición de los tormentos pasa por transformar al sistema en algo en que estos sean innecesarios y son las relaciones jerarquizadas, la opresión de unos hacia otros, la única causa de la violencia y la represión. La disposición de poder de unos, en tanto policías, supone malhechores; la existencia de normas criminales la de infractores. La concentración económica aumenta la violencia pero porque se trata de acumulación de poder, por eso Cuba tiene más presos por habitantes que Chile.
Es falaz pretender el respeto de derechos económicos sociales y culturales (salud, educación y empleo) en aras de mitigar el “problema criminal”. El dinero tiene que salir del bolsillo de alguien y ese proceso nunca es pacífico. Sólo existen modos legales e ilegales de hacerlo por lo tanto es el derecho la herramienta que facilita el despojo de una minoría sobre la mayoría ¿Cómo y porqué el derecho va a ser la solución? ¿Acaso existe un derecho bueno y otro malo?
En esas torpes discusiones pueden quedar atrapados aquellos que no han pasado nunca por una escuela de derecha, perdón, de derecho, pero los demás no pueden alegar inocencia. Derecho y Estado son dos caras de la misma moneda; y este binomio sólo es posible en un sistema jerarquizado es decir, civilizado. Dicho en difícil, el mito refiere a que las normas heterónomas tienen su fuente en una norma constitucional autónoma la cual irónicamente suprime cualquier posibilidad de producir nuevas normas autónomas. Dicho en fácil, libremente pactamos el ser esclavos.
Un sistema en que las normas sean autónomas supone soberanía de cada uno de sus miembros es decir, un sistema opuesto al que gobernamos y o padecemos. Lea bien, no se trata de un sistema diferente tan sólo, sino que opuesto. Ni siquiera los sistemas tribuales, los que muchos defienden en tanto sistemas jurídicos alternativos, se basan en la consciencia, democracia y autonomía.
Lo que ocurre es que sentamos principios morales imposibles de materializarse en el sistema en que nos desenvolvemos lo que nos conduce al cinismo o a la hipocresía. Por eso resulta tan fácil sentar el discurso en los DD.HH y acto seguido defender al sistema, el cual se alimenta en principios no tan sólo ajenos a los derechos fundamentales sino que lisa y llanamente opuestos.
Si nos interesa el respeto de los DD.HH no los debemos defender en tanto normas jurídicas sino que en tanto principios morales que anhelamos materializar algún día; un sistema en que sencillamente se respeten tales principios debido en parte sustancial a que no existe ningún derecho.
Admitir que es la jerarquía la fuente de las desdichas segundo a segundo denunciadas, y que las relaciones jerárquicas se dan en todo nivel, no nos debe llevar a colgar los guantes pues lo que ocurre no es una fatalidad sino el producto de nuestra indolencia, torpeza y desidia. Acusar que la izquierda lleva más de cien años sin avanzar un ápice, ni en su discusión ni en su proyecto, es ofensivo para muchos fetichistas, preocupados en llorar y preparar las nuevas derrotas, pero no debe serlo para nosotros, jóvenes rebosantes de vida. Las energías han de dispensarse en materializar la revolución de las ideas asumiendonos en primer lugar, competentes para crear una humanidad a la altura de nuestros sueños.
Más Información en:
Diez Años de Seguridad Ciudadana en Chile
Grupo de Estudios Sobre la Violencia y el Control Social VICSO
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