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martes, 3 de noviembre de 2009

Por Ariel Zúñiga Núñez (AzetaEne)


La teleserie centroamericana del momento, una coproducción hondureña, brasileña y estadounidense, está llegando a su fin. El bebé desaparecido aún no está en los brazos de su madre pero allí estará dentro de muy poco; la ciega ha recuperado la visión y el galán ha abandonado a quién lo quería sólo por su dinero. Falta una semana más de episodios, cargados de la cursilería televisiva caribeña, de burdos giros dramáticos conocidos desde la primera semana en que dicha serie se encumbró en la cima de la teleaudiencia hispanoparlante.

No hablo desde una impostada lucidez retrospectiva, asumo que el rol del intelectual es hablar lo menos y lo más tarde posible tarea cada vez más ardua en la era del inmediatismo digital.

El “ruido” de los medios oficiales exponenciado por el auge de la web interactiva, conspiró para que muchos hablaran demasiado y antes que decantara la polvareda; que utilizaran fotomontajes para afirmar “todos somos honduras”; para que levantaran el sombrero de Zelaya -antes icono de la explotación tropical- como símbolo de una revolución en ciernes; que al opaco Micheletti se lo asociara con figuras que recurrieron a métodos similares para llegar al poder pero que lo superaban categóricamente en astucia, audacia, perversidad y contaban con la gracia de avanzar con el viento en la espalda.

Zelaya no fue no es ni será la tabla de naufrago de una izquierda que quiere reflotar en la región. Tampoco Zelaya es la derecha como en algún momento Andrés Bianque lo afirmara de un modo destemplado. Es tan sólo un gobernante de papel más, en aquellos países como el nuestro, en que la clase política oficia de bufón ante las masas condenadas a la pobreza, la marginación y la ignorancia. Son otros los que mandan, los Micheletti o los Bacheletti sólo son designados o electos para desviar la atención de la cuestión principal.

Tal como niños jugando a la guerra bastó que sus madres los llamaran a beber leche y comer pan con margarina para que corrieran tras ellas con los mocos colgando dejando a sus juguetes en el suelo. EEUU y Brasil llamaron al orden y lo demás es historia.

Al menos ha concluido el exasperante zelayismo, reprobable como toda idolatría pero aún más cuando el objeto de adoración está vivo, es decir, apto para contradecir las virtudes ensalzadas por la feligresía.

Nada hay que celebrar, no existe ninguna victoria y la catástrofe dictatorial que se cree apaciguada persiste en latencia.

Lo fundamental, esperemos que en una o dos generaciones la izquierda posea cuadros numerosos y competentes como para advertirlo, es que las transformaciones políticas se construyen metódicamente, de modo minucioso, paciente, y colectivo, no sumándose a las modas. El caso Zelaya estará olvidado en dos años, así de mal van las cosas en nuestro mundo, pero no habremos ganado los cuatro meses ya perdidos en verborrea bizantina acerca de un caso derrotado de antemano.

Si queremos izquierda debemos trabajar pues hay que hacerla, desde sus cimientos hasta sus masas. El encender el televisor en procura que este nos anuncie el nuevo mesías no sólo nos aleja de la tarea, que requiere cuantiosos recursos físicos e intelectuales que escasean en nuestro sector, sino que además atornilla al revés, o más bien, atornilla hacia la derecha, pues exalta los valores de la sociedad de consumo irreflexivo de imágenes, el cemento ideológico de nuestra era.


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1 comentarios:

Unknown dijo...

La nota solo la comparto en partes, creo que Zelaya si representa o representaba (Ahora con los nuevos hechos acaecidos nada es tan seguro) a una parte de la dominaci... Más informaciónón capitalista, de aquellos que ostentan el poder y los capitales, por lo tanto de la derecha.
Por otro lado lo lamentable del caso es que si a través de los medios de comunicación importaremos como revolución lo que pasó en Honduras estamos perdidos, por que terminaremos pensando entonces que el reformismo autorizado por Washington es socialismo, Ahí estamos mas cagados aún y ese es el peor daño que se le podrían hacer a las “Izquierdas del Siglo XXI” y los miles de militantes de estas (Me capta amigo Carlos?).

Ahora bien, que podría tener de bueno todo esto, es que a diferencia de unos meses a tras, en Honduras hay un gesta, dejemos que las aguas corran...El huevito va a crecer y romperá cascaron, luego con Zelaya o sin Zelaya, deberían correr aires de izquierda más revolucionaria..(Espero que sea sin Zelaya)

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