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lunes, 10 de mayo de 2010

Vencer la inercia es lo que requiere más energía.

Por Ariel Zúñiga Nuñez



En los noventa parecía urgente referirse al mundo resultante de la estrepitosa caída de los socialismos autoritarios y al hegemónico descrédito a la economía centralmente planificada. Autores como Norberto Bobbio, Anthony Giddens, Jürgen Habermas o Francis Fukuyama debatían acaloradamente. Se contaban muchas décadas de impopularidad de la filosofía política. Sin embargo el asentamiento de los hechos ralentizó la discusión, y el alienado entusiasmo de los politólogos la sobreintelectualizó.

Las épocas conservadoras son las más fecundas en cuanto a pensamiento político se refiere pues las grandes mentes, en vez que actuar en el mundo, se recluyen en las ideas.

Basta leer las páginas de los grupos más severamente marginados del poder para quedar asombrado de la riqueza conceptual que han adquirido en menos de una década. Ideas bellas y loables, propias del mundo paralelo, el virtual, el socrático, que ni ofende ni incomoda al poder, es más, lo confirma.

En un mundo aún más injusto que el de la cuestión social del siglo XIX muy pocos se atreven a asumirse de izquierda, y cuando lo hacen, por lo general, es en defensa de los iconos que henchían su corazón en la juventud. Muy pocos usan a esta palabra en presente, muchos menos para hablar de futuro.

Los que aún quedan en el foro debatiendo, poco a poco pierden su ligazón los con hechos y comienzan a acomodarse en el acogedor sillón de la experticia, abrigados por el infinito candor de los aduladores y alumbrados por la falsa luz de los niquelados símbolos de distinción.

El fracaso en la política deviene en el dominio del conocimiento historiogŕafico o técnico filosófico de la misma, y esto, en vez que nutrir a los brotes verdes, aquellos que precisan consejo y ánimo para que vehiculicen la explosiva energía juvenil, se atesora en rincones inaccesibles, flanqueados de pergaminos que dotan de falaz autoridad a aquello que debiese prevalecer por merecerlo.

Me sorprende que con todo este ruido mi mensaje aún pueda ser escuchado. Que la botella usada para arrojar ideas al tenebroso océano consiga llegar a puerto e incluso retornar.

Y a medida que avanzo, satisfaciendo mi curiosidad, me inquieta que mi pensamiento se estanque en la banal sobreintelectualización que le permite a muchos callar y seguir hablando al mismo tiempo.

¿Cómo retornar a la fecunda discusión de los noventa?

Se debe hacer política, en vez que teoría política. La política se hace en el mundo real por lo tanto cualquier propuesta de cambio se debe hacer considerando su aplicación en el mundo tal cual está. No podemos demoler para construir la utopía desde cero.

Tampoco podemos esperar, oráculo mediante, el cambio de las condiciones. La política es actuar en el mundo y eso significa también ahora es cuando.



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2 comentarios:

Von Pathoven dijo...

.


El loquillo medio diabólico del espejo es igualito a mí.


ta ta ta tan...


.

JOSEFINA LA AFÓNICA dijo...

Excelente artículo de Autoayuda; la terapia de la acción ya me convence.

La politequería teórica tiene sus efectos colaterales cuando se mandan retóricas botellitas a la mar de los gargajos, perdón, quice decir de los Sargazos.

SÍ AHORITA ES CUANDO DEBEMOS ACTUAR!!

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