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viernes, 23 de julio de 2010

Si existiera un cielo no te agradaría.

Por Ariel Zúñiga Núñez


Aquella nefasta época, y aquel duro invierno, terminó esa mañana.

Te vi sonriendo de felicidad por primera vez, tus ojos brillaban.

Hasta ese momento nos separaba casi todo. Apenas tenía veinte años, tu veinticinco, la diferencia se notaba. Yo era un niño agrandado, precozmente envejecido, tu ya habías estudiado filosofía y nada de lo que te digiera te lo tomabas en serio.

Nos encontramos al frente de la facultad de economía, en la calle ejército, teníamos que escribir un informe sobre los “estadigrafos de dispersión” para la cátedra de contabilidad. Llevabas años eludiendo ese ramo, en cambio yo, debía cursarlo debido a mi traslado de Valdivia.

Ambos quedamos sin grupo, yo por no conocer a nadie, tu por llegar tarde.

No nos caíamos bien, es un hecho. Aborrecía tu cinismo, tu excesiva tolerancia con nuestro oligarcas compañeros de curso, tu condescendencia con los profesores. Sabía que entendías lo que sucedía pero preferías ser adulado por un séquito de alcohólicos renegados, algunos de ellos los pocos amigos que tenía luego de regresar del sur.

Esa mañana tu feo rostro era bello, la careta de cínico se te había despintado y una bella sonrisa ocupaba su lugar.

- ¿No supiste qué pasó?

No, respondí. Era sábado, hace años que no pasaba nada, me dolía la cabeza, había dormido poco, tenía un millón de problemas de adulto, quizá algo más que un millón. Mi cabeza sólo dio para algo:

- ¿Suspendieron la entrega del trabajo?

- ¡No hueón! , está preso Pinochet.

Te miré sorprendido, era una broma muy mala, de tu estilo, pero no estaba tu séquito de aduladores para ofrendarte carcajadas, fue tu sonrisa de niño y tus ojos brillantes los que terminaron por convencerme.

Hace unos años te vi por última vez, te saludé con amabilidad, y tu de vuelta con tu acostumbrada impostación de jurisconsulto que tanto me irritaba, tu tarjeta indicaba que trabajabas en el gobierno. Te había visto antes, en la universidad, ocupando un cargo académico. Eso me causaba desazón por ti y una gran envidia por los nuevos oligarcas que podrían disfrutar, y aprovecharse, una vez más de tu sabiduría.

Hasta esta mañana cuando Raul me llama y me hace tu misma pregunta de casi una década.

Y yo, nuevamente en la misma posición, a sabiendas que nada pasa desde hace mucho le dije que no. Sin preámbulo me respondió que te habías matado en un accidente en motocicleta.

Al parecer ya llegamos a la edad en que nos empiezan a juntar los muertos.

Sé, y sabes, que no te escribo a ti esta carta sino que a mi mismo, que no existe un cielo y, que de existir, no te agradaría.

De tantas borracheras, de vino malo y cerveza tibia. De nuestra efímera vida de poetas sin poesía. Cuesta comprender como te alcanzó la muerte ahora después de que tanto la buscáramos.

Cruces en rojo, o a mitad de cuadra, por la Alameda. Infinidad de peleas ¿Recuerdas cuando me amenazaste con un lavamanos de loza que acababas de quebrar en el baño? ¿O cuando forcejeabas con Jorge en el suelo con una espada de la guerra del pacífico y cruzaron un ventanal en la reyerta?

Tengo la mala costumbre de recordar todo, adolesco de una mente de elefante que me tortura con su incesante registro.

Recuerdo cuando en la biblioteca indignado me dijiste:

- Estos gueones acaban de hacer mierda la reforma procesal penal.

- ¿Porqué? -te pregunté sorprendido.

- El fiscal nacional se elegirá de una quina, propuesta por la suprema, por el presidente y se validará por el senado.

- ¿Y? ¿qué está tan mal?

- Cómo, no te das cuenta, el tipo tiene que estar en la buena con los jueces, con el presidente y con el senado, sólo podría ser un imbécil.

Cuanta razón tenías querido amigo. Designaron a Piedrabuena y la reforma se hizo mierda en un par de años.

O cuando le pediste el código a José Manuel Prieto Montt, compañero nuestro, enfrascado en una discusión bizantina conmigo.

Prieto me decía:

- Ariel, si yo también estoy en contra de la propiedad privada.

Y tu le pediste su código civil, recién salido de imprenta. El te lo pasó, pensó que buscarías algún texto y tu le diste las gracias y te despediste.

Cuanto nos reímos con esa broma. Prieto pidiendo que le devolvieras el código y tu restregándole “pero si dijiste que estabas en contra de la propiedad privada”.

Y cuando dormiste en la cama de Jaime Guzman, me imagino como debe haber sido para ti, cómo hacías todo, con esa inocencia de niño malo y esa amargura de pobre y viejo.

O cuando estaba todo perdido, al menos para mi, en esa escuela que buscaba la excusa para arrojarme a la calle y te asomaste por la puerta de la sala en donde daba la última solemne de civil y gritaste:

- Ariel, vamos a estar tomando al frente.

El ayudante se enfureció y te dijo cómo se te ocurría, que estábamos dando una prueba, que eso no se hace. Y tu le dijiste, “perdón, me equivoqué”. El ayudante enfurecido no aceptó tus disculpas y te siguió insultado, a lo cual le respondiste:

- ¿Y qué quiere que haga? Ya le pedí disculpas, se trata de algo que hice, que no puedo retirar, usted me está pidiendo que me ponga a llorar o que me suicide.

Nunca me había reído tanto respondiendo una prueba de civil. El ayudante preguntó quién era Ariel, mis compañeros me apuntaron con el dedo, él se acercó a mi y me dijo casi gritando.

- Dígame como se llama su amigo.

- No creo que a él le guste que yo le de su nombre a usted -le respondí pausadamente-.


Sé que con eso me arrojé una pala de cal y otra de arena, pero así eran esos días, nuestra vida era una obra de arte.

Entre peleas, tomateras y gritos forjamos esa amistad titilante, de cantina, de hombres atormentados, en la bruma del amanecer sin rumbo y del color del vino sin nombre, vendido en cañas o bebido en la cuneta al aguaite de los pacos.



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10 comentarios:

Jorge Ojeda dijo...

A fe mía que respecto al sujeto en cuestión debo realizar ciertas precisiones:

1.- El supuesto sable de la Guerra del Pacifico, era en realidad una bayoneta de fusil Comblain, agrega además a la lista de aquella noche una mesa que el guatón rompió al caerle encima, por cierto intercambio de opiniones contigo.

2.- Agregue al anecdotario el experimento social, que representó dignamente la lucha de clases, a lo menos en terminos de fenotipo, al mandar al susodicho y a Felipe Santa Cruz a machetear pa un copete a ambos extremos de la misma cuadra, con el resultado de que el gordo regresó sin un peso, mientras Santa Cruz retornó con $500 al primer intento, además de las loas de "pero si es un querubín"

3.- O que decir de las inmortales anecdotas del metro, aquella ocasión en que jodió al metro bajandose una estación antes, o esa vez en que nos fuimos sentados en una charca de mosto, pues el niño metió la caja de vino al revez en la mochila.

Anónimo dijo...

Ariel. podrías escribir un libro con estas anégdotas y titularlo: "Las aventuras burguesas del rubiecito gordinflón y el abogado de un ministerio fascista".

Mientras tu nos expropias nuestro discuso de revolución y lo presentas con tus palabras burguesas, nosotros seguimos luchando de verdad.

Estas muy limpiecito, olorocito y bien alimentadito para merecerte el respeto de quienes transpiramos sangre de lucha.

Atte,

La Comandante Parina

Anónimo dijo...

Con tu columna me confirma la diferencia entre "tu izquierda" y la nuestra: Mientras tu amiguito se muere en motito, despues de un carrete de abogaditos servidores del capital, nuestros hermanos mueren en el campo de batalla.

A pesar de mi repudio a tu proyecto de izquierda/ burguesa/digitalizada, de todas formas te envio mi abrazo de pésame.

RL.

azeta dijo...

"Mientras tu nos expropias nuestro discuso de revolución" (sic)
Nos es mucha gente.

Tu crítica a "(mi) proyecto de izquierda/ burguesa/digitalizada" desde una computadora resulta paradojal si somos indulgentes, ridícula si somos justos.

Eso de andar piñiñento y hediondo siempre ha sido una treta de los burguesitos que se dicen de izquierda que se compran el poncho y el palestino con master card.

Quienes hacen algo por la vida ni molestan ni incomodan a quienes reman hacia su puerto, ocupan su tiempo en pro de lo suyo y en contra de sus enemigos.

¿Izquierdista no burgués y digitalizado? ¿en un país en donde muy pocos tienen acceso a la red? Deja reírme de tu absurda pretensión.

¿Izquierdistas reivindicando como propio, y sujeto a expropiación, un discurso de revolución?

Aún llorando la muerte de un amigo que trabajaba para dos instituciones fascistas (ministerio del interior para la concerta y piñata; y la udipé, sitio en donde abundan personas que realizan comentarios como los vuestros) me tomo mi tiempo para reírme de la miseria intelectual y moral de quién se permite palabras así. Si alguien sigue a estúpidos de tu ralea no merece ni comprensión ni absolución, lástima si es menor de quince años, a lo sumo.

La izquierda está en otro sitio, no en el macbook que te regaló tu papi y desde donde escribes tus incediarios manifiestos anti burgueses, anti digitales y tan hediondos, traspirados, sucios y famélicamente revolucionarios.

Soy un miserable ilustrado, un obrero de mi causa que da su nombre y su cara en su lucha cotidiana. Si aquello te molesta pide a tu papi que te cambie de psiquiatra para que éste sustituya tu medicación.

Jorge Ojeda dijo...

Hurra por la izquierda abstemia y anonima, aunque "anonima" no es la palabra adecuada, en realidad el término es izquierda clandestina, que se escuda tras iniciales.

Supongo que ni Marx ni Engels jamás se tomaron un copete, me equivoco, o fue como nos comentó un respetado hombre de "izquierda tradicional", en realidad ambos fueron detenidos en Berlín por encontrarse en estado de ebriedad.

Me queda claro que los que ahora caen en campos de batalla formales, tús hermanos son el Taliban (aunque dificilmente salvo que amplies al máximo la definición de izquierda)

Me imagino que tú no conociste a García o su historia y contexto; pues para ser izquierda no se debe beber, ni alcohol ni Coca - Cola.

azeta dijo...

Jorge,
el asunto no va por la delirada abstinencia, morenidad y extracción popular de Marx, Engels, Bakunin, Proudhon o quién se les ocurra. Lo que molesta, y a la postre insulta, es que algunas personas disponen de mucho tiempo para darle palos a los que bogan y muy poco para bogar. Descalifican a los que hacen más, piensan mejor o más de la cuenta llamándoles burgueses y usan palabras ignotas para ese pueblo que dicen representar y defender. El chileno promedio usa menos de 800 palabras, ninguna de las que usan los insultantes anónimos es parte de ellas.
Se sienten con derecho a pontificar sobre lo que ignoran haciendo de la impostura y la ignorancia la heráldica del escudo revolucionario.
Son personas que sus padres gastaron tres o cuatro veces más(quizá veinte más) que los nuestros en educarlos y con resultados desastrosos, es algo que salta a la vista.
En vez que valorar alguien serio, que escribe desde lo que sabe, y que en vez que ser "abogado del gran capital" o "funcionario de instituciones fascistas", pudiendo serlo, dedica su tiempo a pensar en una salida.
Tan ignorantes como indolentes con su ignorancia, tan mediocres como vanidosos, olvidan que toda revolución, cambio social, lucha política, guerra o lo que sea precisa de personas que saben, que han dedicado gran parte de su vida a formarse, y que hacen de su lucha el entregar esa sabiduría.
Desde sus ilusorias alturas son capaces de desechar todo, de responder mensajes sin previamente leerlos o entenderlos. Les importa un carajo que quien ha muerto era hijo de un ejecutado político, que deja a su madre en la más profunda desazón.
Murió en una "motito", si hubiese sido en una bicicleta habrían dicho que era una "bicicletita" y si se cae de la micro habrían dicho que se lo merecía pues el gran capital impuso el transantiago.
Ignorantes al punto de ignorar que la ni izquierda ni revolución existen por culpa de ellos.

ATEBILAH ILACH dijo...

.


VERGUENZA AJENA DA de quien exige a los memos e ignorantes que hacen comentarios destrozando la gramática, el sentido más elemental y lógico, y toda la paciencia en goteo que queda, cometa los mismos errores e improperios :

Usted y los otros comentaristas recalcitrantes no saben ni acaso diferenciar un texto ficcional, de otro biográfico o testimonial.
Son unos necios que exigen libertad para decir sandeces y desatinos, con una pésima redacción, ortografía, confusión de palabras y tiempos :

´Yo era un niño agrandado, precozmente envejecido`, [ una cualidad ( la precocidad ) tratada como un deterioro físico, mire usted ] ; ´nada de lo que te digiera te lo tomabas en serio`.[ entre digerir o decir, puede que se encuentre con DIJERA O DIJESE ] ; Hay una diferencia fundamental entre el pronombre personal Tú y el adjetivo posesivo tu ( tuyo); Se adolece de algo y yo, ay, adolezco; ´enfrascado en una discusión bizantina` [ frase hecha : únicamente como ejemplo, parecidas a otras muchas más, no sólo aquí en este escrito ]

Especial mención del esfuerzo literario al gusto rezagado de los cursis : ¡¡ amistad titilante !!



El texto como historia o cuento : deplorable; por el sólo hecho que repite lo trivial y anodino de las épocas de celos entre perros y gatos.


Usted ya está empezando a borrar los comentarios, o al menos sacarlos de la vista. Por cierto, ¿ dónde quedó el artículo sobre los "presos de conciencia" ( acrecentada ) cubanos y su acertado subtítulo “ la hora de mirar la viga en el ojo propio” ?


Que alivio estar viviendo lejos de estos botarates chilensis animalay.


.

azeta dijo...

No borro comentarios por más molestos, ofensivos o majaderos estos sean. Mi vocación de historiador prima, y aquí queda un registro, tanto de la mala ortografía y gramática como de los que se preocupan de ello.
Los comentarios dejados en la entrada quedan en la entrada y los demás quedan en los comentarios generales.
Los únicos comentarios que borro son los que dejan los robots publicitarios.
Incluso dejo a los troll comentar libremente como ha podido probar en múltiples oportunidades.
Saludos.

Jorge Ojeda dijo...

Oye me queda claro que el jugoso, ni cuando desaparece del mundo puede hacerlo de forma poco tranquila

A TEBILAH ILACH dijo...

.

"Trata de "troll" no más, car`e huaso" : es lo que me dijo un vecino (suyo) no tan lejos de descalificaciones apriori.

Se vuelve a repetir: las ideas (tendenciosas), las faltas (de estilo, gramatical y ortográficas) vergonzantes, la poca honestidad intelectual, la verborrea, retórica e impostura; y ahora los improperios gratuítos, son la viga que no ve su ojo pajero.

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