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martes, 11 de marzo de 2008


El destino me llevó hoy a la escuela de derecho de la universidad central. Entré con cuidado para que no me mechonearan pero pronto me dí cuenta que el tumulto no era provocado por una acción púber tardía sino por la de “promotores” que ofrecían un producto usando las reprobables tácticas del Pato Lucas. Pensé que se trataba de un plan de celulares, de un producto bancario o, por como están las cosas, alguna tarjeta farmacéutica con especial descuento en fluoxetina y propanolol. Estaba equivocado: Los buhoneros eran connotados egresados del plantel que pregonaban el ingreso al partido radical como si se tratara de un seguro de vida en Iraq.

Pero acaso ¿no estaban muertos?

Cualquiera que sepa lo básico como para leer el periódico o las instrucciones del puré de papas reconocerá que el partido radical no existe.

Entonces qué vi, ¿se trata del primer aviso de una psicosis paranoide, quizá causada por tantas transnochadas, por la estática del látex o la acumulación de gas grisú? No lo sé. No tengo dinero como para darme el lujo para ir al médico menos al psiquiatra. Las únicas terapias que me he permitido son escribir aquí, donde nadie me lee, y regalar mi tiempo a unos pelmazos en Til Til que no valen ni la pelusa que se me acumula en el ombligo y que me saco con el dedo meñique antes de bañarme.

¿Radicales? Quizá lo más ofensivo es la distancia, más bien la disyunción, entre el sentido natural y obvio del término, y el concepto. Existen los radicales libres que son unos complejos bioquímicos causantes de todas las calamidades del ser humano empezando por la vejez. También radical alude a la raíz, al origen. Pero en política sólo existe una forma de entender a la radicalidad, como lo tajante y lo intransigente. En el caso chileno – y qué decir del argentino - tendremos que ocupar la última acepción de la palabra radical: Grupo de átomos que permanece intacto en toda una serie de reacciones, pero que normalmente es incapaz de existencia separada.

Estos radicales, renovados, con pichangas del nuevo cerdo y borgoñas con Carmenere, no se oponen a la iglesia, ni a los comunistas, ni a los privados, ni a los incorruptibles, sólo se juntan, en el más insolente acto de abuso a la libertad de asociación. Es como el chiste del Coco Legrand “la gracia de mi cuñado es que fuma”. La gracia de los radicales es que se juntan. Son como unos demócratas cristianos que no van a misa ni toman té.

Y no vaya creer usted que estoy denunciando una amenaza en contra de la seguridad del Estado, de la sociedad o de nuestros bolsillos. Nada de eso, a lo más que pueden llegar es a ocupar una oficina de centro de alumnos o algún carguito en Punitaqui.

Cuando aún era un niño me preguntaba sobre qué llevaba a un ser humano a llegar a ser un jotoso, un radical o un ppd. Ser UDI, RN, Demócrata Cristiano o PS puede deberse a la mala educación pero para lo otro no hay educación mala posible que logre explicar tal disfunción moral e intelectual. A los PPD se les puede absolver por su visceral debilidad por el metálico ¿pero los jotosos y los radicales? ¡lo son de puro jotosos y radicales que son! ¡Hasta llegan a decir lo que son con orgullo!. Es que no puede ser que la libertad de expresión sólo sirva para diseminar lo malo de este mundo.

Y qué más da, los jotosos también pueden llegar a serlo por un culto perverso a las mujeres feas ¿Y los radicales?

Ahora, con unos cuantos años más, y de más, he llegado al convencimiento de que estas personas llegar a ser lo que son no por su ambición, su pleurexia, su mitocleptomanía, sino porque no saben ni hacerse un huevo frito en una paila revestida con teflón.

Si los dejaran en la calle, sin camaradas, sin familia, sin amigos (tacho amigos por que nunca los tuvieron), sin teléfono celular, y se les da adelantado el salario mínimo y se les cobra $1,- diario por el oxígeno que respiran, se mueren a las dos semanas.

Su éxito radica en su capacidad de refutar una y otra vez las leyes de la selección natural. Son extremófilos, resciliantes, en eso radica su radicalidad.

Su saliva es como la del dragón de Komodo, mata por contacto; sus jugos gástricos evaporarían los remaches de un submarino. Son de aquellos que después de pegarte en la pera toda la tarde se devuelven, uno cree que al baño, pero se van directo a la charola de las propinas.

¿Nuevo estilo? ¿Radical? Si lo único creativo que podrán hacer con una computadora portátil es dejarla empeñada por un pernil con papas cocidas y seis cañas de chichón: Eso siempre y cuando no paguen con dinero fiscal.

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