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lunes, 23 de junio de 2008


Sería maravilloso que los seres humanos hayan llegado a un punto culmine de su integrada civilización y desvíen la mirada hacia otras especies, tendiéndoles la mano en sus respectivos procesos emancipatorios. Pero mientras se defienden a los perritos de Chaitén unos niños casi mueren porque hemos decidido que se los debe tener encerrados, ociosos y medicados; mientras defendemos a las ballenas surcan los océanos buques factorías utilizando mano de obra esclava o transportando cargamentos humanos hacia Europa y los EEUU.

Me parece inadmisible perseguir a un animal tan escaso y colosal como la ballena, y dispararle arpones artillados ¿pero acaso no me debería también parecer reprobable que lo hagan con los atunes? ¿Y que con redes capturen a los jureles y la merluza?

Del mismo modo que dejamos que la especie humana prolifere nos apuramos en buscar selectivamente a especies cercanas con la esperanza de brindarles una protección legal disminuida. Reivindicamos más y más derechos, y nuevos titulares para ellos, sin que nos parezca extraño que destinemos helicópteros y comandos militares para rescatar a unos perros, los cuales habitaban los terrenos humanos como nuevos dueños y señores; mientras unos niños, chilenos, bajo protección directa del estado (quien los considera peligrosos para nosotros), carecen de la tutela profesional suficiente para conservarlos con vida. Su precaria vida de pobres, niños y encerrados, se acrecienta con la desidia de una sociedad que los castiga más allá del castigo mismo, ya ilegítimo, y los deja desamparados y dotados de armas para autoagredirse.

Me parece loable que el ser humano trate de disminuir la violencia inclusive castigando a las actividades mercantiles que la utilizan de un modo explícito; muchos creen que la violencia simbólica engendra a la física, se trata sólo de creencias, pero aun así respetables. En lo que discrepo es en el activismo hipócrita que produce, uno tentado a admitir la igualdad esencial de cada ameba y cualquier otra especie obviando que muchas mascotas ordinarias son tratadas mejor que los mil millones de seres humanos que se están muriendo de hambre; además, no es posible demarcar la frontera entre los animales protegidos y las demás especies :¿Porqué la vida de la ballena es más importante que la de un caracol? ¿Se trata del precio de lo escaso? ¿de magnitudes? ¿de la belleza juzgada desde nuestro humano púlpito?

La protección que se asegura a algunos animales y a unos ciudadanos contrasta con la desprotección de miles de millones de seres humanos que ven inflasionarse el concepto derecho mientras no se les respeta lo más básicos, empezando por la vida.

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