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jueves, 28 de agosto de 2008

Bajo el síndrome del león viejo.


Los leones en su juventud presumen de sus largas y frondosas cabelleras; basta su presencia para disuadir cualquier ataque. Cada cierto se levanta y mata a un animal arbitrariamente, agrediendo incluso a los suyos; no inspiran respeto sino que miedo. Si estás cerca del león estás seguro pero debes serle cien por ciento leal, aun así puede atacarte caprichosamente: Su carácter voluble e impredecible mantiene vivo el mito de su crueldad.

Sin embargo cuando el león dominante envejece comienza a ser atacado por leones jóvenes, aquellos que justamente son sus hijos. Es el modo sanguinario en que emergen las nuevas generaciones y se produce la alternancia en el poder en los carnívoros superiores.

El león, para las civilizaciones que lo conocieron, de inmediato capturó su devoción. Desde China a Inglaterra ha sido el símbolo del poder imperial. Ningún otro animal conserva de modo tan eficiente su territorio; ningún otro simboliza a la perfección la metáfora del ajedrez en donde el rey es una pieza hábil, escurridiza, pero torpe en la lucha cotidiana y sin embargo la reina es la cazadora, la proveedora, la articuladora del ejército. El vigoroso macho de más de trescientos kilos ocupa su día en capear el calor de la sabana y la noche para aparearse; no cumple ninguna función económica, o más bien microeconómica, y para un observador apresurado podría asemejar a un zángano. Pero más que un semental, que un copulador funcional al poder femenino, el león es el padrote, el chulo, el cafiche; su sello es el bling bling, la ostentación, la estética, el poder devenido en espectáculo. El aporte del león, la gran diferencia con otros machos estéticamente favorecidos como en algunas aves e insectos, es que cuando debe actuar actúa. Su poder radica en el recuerdo de un asesinato a sangre fría o las cicatrices que exhiben sus contendientes como estigmas de degradación. La estabilidad del sistema se produce en último caso gracias al miedo que infunde su rey; mientras las leonas cazan los cachorros juegan a ser fríos asesinos de peluche y nadie va a molestarlos puesto que se puede enojar el pelucón que aparenta dormir.

Aunque los humanos no seamos leones desde que existe civilización han servido de metáfora para explicar el funcionamiento de éstas. Un poder signado por la arbitrariedad expuesto brillantemente por Maquiavello. Las amenazas para el príncipe son internas o externas pero la mayor a todas es y siempre ha sido la alternancia. El liberalismo ha simplificado las fórmulas neutralizando la mayoría de las crisis aristocratizando en poder económico y vulgarizando el político. Siendo estrictos lo que hace el liberalismo es crear un Show en que los espectadores de éste se sienten partícipes mediante un simulado sistema político que no decide nada salvo el aseo y el ornato. Las decisiones importantes se acuerdan entre cuatro paredes y la masa espectadora, por mientras mastica hojas de tabaco, no se percata de la plasticidad del mundo creyendo que todo lo malo es una fatalidad.

¿La caída de los EEUU qué implica?

No es noticia que los EEUU no han hecho otra cosa que retrasar su inevitable colapso. Cual león maduro se ha puesto aún más sanguinario para infundir un miedo inversamente proporcional a su poder. A medida que se hace más vulnerable, y menos convincente, él mismo león se siente inseguro y trata de involucrarse en querellas menores usando de un falso machismo, de una supremacía con pies de barro. El gran riesgo es que se tuerza una pata o pique un ojo en cualquiera de estas pendencias de poca monta; su crisis de edad madura lo lleva a hacerse irascible y entrometido. Los leones jóvenes lo comenzarán a acechar hasta que todo concluya en una orgía de sangre en que el león viejo debe abandonar sus privilegios y marginarse de su grupo.

La muerte o exilio del león viejo no liberará ni a los leones ni a la sabana sino el advenimiento de otro líder sanguinario el que deberá infundir miedo en proporción a lo cuestionable que fue su ascenso. Y lo peor es que mientras la lucha no se decida muchos inocentes morirán mientras los bandos se disputan el todo o el nada.

Al menos así ha sido la historia desde hace miles de años. Para cambiarla no basta criticar los erráticos pasos del león viejo ni establecer alianzas estratégicas con los jóvenes.

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