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domingo, 14 de septiembre de 2008

Con Chavez de amigo quién necesita enemigos.


El gobierno de Evo Morales difiere en muchos aspectos con el de Salvador Allende pero algunas insignificantes similitudes lo acechan y acercan a un trágico desenlace.

Cuando Allende gobernaba EE.UU usaba y abusaba de su dominio imperial sobre latinoamérica; la orden del día era transformar en dictaduras militares todos los gobiernos marionetas para tranquilizar a los agitados jóvenes de la revolución cultural. El ejemplo de Cuba no debía replicarse pues la electricidad en el aire haría explotar cualquier combustible que se emitiera.

Hoy los EE.UU a penas tienen fuerzas para contener a su propia población, a los migrantes que los acosan por su frontera sur, y a los conflictos eternizados en el medio oriente. La CIA por más que quiera actuar en Bolivia incluso, por más que lo hagan, no representa un serio riesgo para la conservación del poder estatal y la unidad territorial puesto que la popularidad de Morales es altísima tanto dentro como fuera país.

Los gobiernos sud americanos, salvo el de Colombia, no pueden sino apoyar ideológicamente a Evo pues sus votantes son personas que se sienten de izquierda. Además tanto para Brasil como para Argentina es un importante surtidor energético. Los EE.UU pueden ladrar por tanto todo lo que quieran pero no pueden morder, menos después del desaire y el abierto desafío que los gobiernos sud americanos le propinaron por el ataque a las FARC en territorio ecualtoriano.

La división boliviana con que la prensa oficial titula está lejos de la que le tocó sortear a Allende desde casi el principio de su gobierno. Está localizada en marginales provincias, lejos del poder central, que defienden mezquinos intereses y que carecen de vecinos dispuestos a asistirlos. Muy cuelguen alguna banderita sus vecinos, empezando por el coloso Brasil, les negarán la sal y el agua en el caso que no los invadan en tal coalición restauradora.

La única similitud entre Evo y Allende consiste en hacerse amigo de sujetos hostiles, indefendibles, entrenados en el viejo arte de grajearse enemigos. Fidel se instaló en Chile como si se tratara de la Havana alimentado el fuego de sus detractores que pasaron de un tris de antifidelistas a antiallendistas; ensuciando la ingenua, pero hasta el momento exitosa, revolución en democracia con el paredón de los tribunales de Guevara, y el emplazamiento de misiles soviéticos.

Si bien Chávez no es culpable de crímenes equivalentes a los de Fidel Castro si ha cometido la torpeza de afirmarse de aquella ancla justo en el momento en que la cadena carcomida la sumergería a los abismos de la historia. Si fuera poco abraza como oso al pobre Morales a quien la miseria fiscal le hace vulnerable a servirle a cualquier mecenas.

“Fuera yanquis de mierda”, en solidaridad a Bolivia, más que ser una bienvenida ayuda es una bocanada de oxígeno para los separatistas orientales quienes de este modo pueden establecer cómodamente alianzas con la derecha latinoamericana tolerante con los Allende y Morales pero no con sus amigotes.

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