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martes, 23 de septiembre de 2008






Ingeniería ingenua y política realista.



Progreso es la revancha que se toman los inteligentes contra los felices”

Facundo Cabral.


La iniciativa de un académico de la facultad de ingeniería de la Universidad de Chile detallada en la revista Qué Pasa y publicitada en una sección del programa de televisión Tolerancia Cero ha traído una serie de consecuencias. Mario Waissbluth propone una alianza transversal, un acuerdo nacional, para mejorar la educación al nivel que el veinte por ciento de los chilenos más pobres posean las mismas oportunidades que el veinte por ciento de los chilenos más ricos para el año dos mil veinte; que ricos y pobres se igualen al menos en la excelencia y luego en las oportunidades es decir, la refundación del país mediante la instauración de un régimen meritocrático.

Para obtener dichos resultados se deben adoptar medidas que el académico detalla con rigor de ingeniero entre ellas derogar los privilegios que ostenta el profesorado (estatuto docente) e incluso dañar severamente sus derechos laborales y sindicales. Conseguir el fin propuesto vale instaurar una flexibilidad laboral en el magisterio, aún mayor a la que ya existe en la práctica, incluso favorecería a los profesores porque mejoraría sus remuneraciones a mediano y largo plazo. Dentro del plan se contempla el que los profesores sean profesionales igualmente valorados socialmente y equivalentemente remunerados a los médicos.

El actual alcalde de Santiago Raúl Alcaino, empresario de los residuos sólidos devenido en “sostenedor educacional” por obra y gracia de nuestra caprichosa legislación, sostuvo en el capítulo del domingo veintiuno de Tolerancia Cero que “comprar el estatuto docente costaba mil millones de dólares” es decir cada hombre tiene su precio y el de nuestros docentes es muy bajo considerando los ingentes recursos que hoy dispone el fisco.

Pero no todo es dinero, el mejor ejemplo de ello es el eficiente desempeño en las tareas encomendadas y elevados niveles de probidad de los carabineros pese a los miserables sueldos que reciben, lo que contrasta evidentemente con la de los parlamentarios. Que los profesores sean mejores no basta para elevar la educación ni tampoco el que sean mejor remunerados, son condiciones deseables pero ni necesarias ni menos suficientes.

Los ingenieros se equivocan solamente cuando se entrometen en el qué y el porqué, su experticia se consume en el cómo y por lo tanto deben subordinarse a la política a la que con frecuencia desdeñan. Los ojos brillantes de los jóvenes que acompañaron vestidos de verde a Waissbluth al congreso nacional denotaban la profunda ignorancia acerca del mundo real al cual por vez primera acudían. Es que las plantillas de cálculo no admiten más que guarismos y todo aquello que no es cuantificable es invisible. Los intereses, las mezquindades, los atavismos, en definitivas la cultura, se le escapa a aquellos que dicen sin ruborizarse “queremos que todos los jóvenes puedan acceder a la educación de calidad que tuvimos nosotros”. Sin embargo su privilegiada formación sólo les permite acceder a mayores ingresos puesto que la realidad les aparece como un trabalenguas imposible de pronunciar tal cual que al vendedor ambulante que les enciende sus cigarrillos.

No se trata de menospreciar su aporte, ni de continuar con defensas corporativas a un magisterio probadamente mediocre, se trata tan sólo de comprender cuales son los intereses enfrentados en esta discusión y que en definitivas condicionan los resultados independiente de la presión que este grupo técnico y bien intencionado ejerza dentro de las élites.

La pobreza en el mundo es una cuestión técnicamente muy fácil de resolver. James Tobín, premio Nobel de economía, proponía cobrar 0,001% a toda transacción financiera las cuales totalizan entre 1,3 y 1,5 billones de dólares al día. Este impuesto global se destinaría a un fondo de asistencia y fomento a los más pobres del mundo. Josep Stiglitz, otra indiscutida lumbrera, considera que la asimetría de información en el mercado es lo que produce las desigualdades. Ninguno de ellos se hace la pregunta sencilla sobre qué sería del sistema económico y social sin pobres e ignorantes.

Los políticos conservadores quizá no hilan tan fino pero fundadamente sospechan de toda idea que perturbe la tranquilidad de los cementerios. Pero fuera de esa oposición reaccionaria nos encontramos con la opinión de los realistas que dicen el mundo es injusto pero de este modo funciona y así lo ha probado la historia; las desgracias del mundo son las externalidades negativas del sistema que debemos caritativamente moderar pero en ningún caso suprimir. Esta brutal lógica, nunca enseñada en la escuela de los pobres, es la que gobierna el mundo.

Invertir en educación es propender al desarrollo nacional y esa no es una meta que pudiera calificarse, para los estrechos márgenes de guerra fría aún vigentes, de izquierda o de derecha. Proyectos nacionalistas desarrollistas se intentaron en todo el orbe durante el siglo XX desde Cuba hasta Argentina y desde China hasta España. Si queremos desarrollar Chile no lo haremos si es que no le es rentable a las élites. No se trata de no saber cómo hacerlo pues cualquier ingienerucho competente nos lo dirá consignandole sus honorarios.

Importa saber cuál es el papel, o el papelón, que representa Waissbluth y sus secuaces. Al final de cuentas desarrollar al país consistiría tan sólo en colocarnos al nivel de Australia, un país al que sólo le debemos envidiar su producto geográfico bruto. Sin embargo su plan no tiene ninguna posibilidad de aplicarse mientras las élites no se propongan arriesgar la conducción del país para atravesar la acequia. Si se consigue implementar este proyecto que primero se desembolsen los recursos bravuconeados al magisterio y se construya la infraestructura suficiente, pues aquí el orden de los factores sí altera el producto. Como todo ha caído en la órbita del agujero negro del congreso nacional lo más probable es que esta carpeta se archive en los mismos anaqueles apolillados que guardan esos proyectos geniales que favorecen a todos pero no a los que gobiernan.

Si quisiéramos que el bien social fuera quien gobernara primero deberíamos democratizar al mundo y eso significa no que la mayoría ignorante sea consultada sino que las decisiones favorezcan en definitivas a las mayorías.

2 comentarios:

Connie Tapia M. dijo...

Primero que todo, ojo con generalizar la mirada de los ingenieros como si todos fueramos iguales, asi como en todas las profesiones siempre hay de todo un poco.

El analisis actual que hace de la eduacion es una Falacia.

Connie Tapia M. dijo...

Y en el analisis me refiero al que hace el ingeniero, hace creer que es un racionamiento logico, pero al final no tiene nada que ver con la realidad, ni con lo que realmente se necesita.

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