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miércoles, 3 de septiembre de 2008

La fuerza gravitacional de los errores pasados y la estela del general.

Por Ariel Zúñiga.


Fácilmente caemos en la tentación de adjudicar la responsabilidad por la carente organización política a nuestra historia reciente olvidando que procesos similares se desarrollan en todo el mundo. Lo que ocurre es que estamos inmersos en un único proceso, un sólo mundo, una sola historia, por lo tanto si nos referimos a lo local y sus problemas específicos debemos primero comprender lo global.

He escuchado a muchos que señalan que existe un sobrediagnóstico pero si eso fuera cierto tendríamos claro qué es lo que ocurre y como organizarnos políticamente en la sociedad de hoy. Muchos individuos tienen sus propios diagnósticos de lo que ha ocurrido y ocurre pero carecemos de una comprensión colectiva; no hemos acordado siquiera lo básico, es decir, qué no es la realidad y que no hacer. De este modo la multiplicidad de diagnósticos opera del mismo modo, y quizá de un modo peor, a la carencia de los mismos.

Los primeros encuentros de Porto Alegre son la mayor demostración de que nos encontramos en un estado similar al del mito semita de la torre de babel. Esto no ocurre porque los interlocutores dominen idiomas diversos puesto que existe la posibilidad de interpretarse sino porque se discurre en epistemologías incompatibles entre sí en que se custodia seguir utilizando los mismos términos pero vaciados de conceptos. Meta teorías que subordinan la comprensión entre unos y otros lo que impide comunicarse; las tensiones originadas por la incomprensión más que motivar una re pregunta sobre los axiomas, de modo de establecer acuerdos a lo menos tácticos a nivel meta teórico, redunda en interpelaciones afectivas o descalificaciones personales. Las dificultades que he reseñado se producen dentro de las élites intelectuales pues la distancia entre éstas y el “pueblo” que dicen representar legítimamente es aún mayor.

En el contexto nacional la impronta de la dictadura sigue determinándolo todo puesto que no sólo cristalizó el sistema de partidos sino que produjo una contra revolución tan exitosa que hoy debemos lidiar con millones de pinochecitos que pululan por las calles: Se carece de una educación cívica pre escolar, que decir básica o secundaria; aún se estima políticamente correcto descalificar una opinión por ser “política” o provenir de “políticos”. El ideal de la mayoría de quienes actúan políticamente es el de ser “independientes”, crear instituciones “ciudadanas” destinadas a servir una finalidad específica completamente disociada del mundo en donde éstas pretenden actuar.

Ese mundo ciudadano, organizado a lo ONG, es justamente el espíritu más reaccionario de la Constitución Política de 1980; es el complemento indispensable del principio de subsidiariedad: La sociedad se organiza mediante grupos intermedios es decir, gremios, por medio de los cuales se articula un Estado territorial e ideológicamente unitario. La Comisión Ortuzar y el Consejo de Estado, entes redactores de la carta del 80, poseían entre sus miembros a personeros decididamente corporativistas que dejaron constancia de que les parecían insuficientes las reformas puesto que deseaban una sociedad fascista al estilo italiano; pero la gran mayoría discrepaba parcialmente de estos anhelos de reconstrucción nacional y manejaban una visión moderada del fascismo italiano, es decir, el franquismo. La visión UDI del mundo, ultra católica, integrista, corporativista moderada (gremialista) se inspira en el franquismo, nunca escondió tal simpatía pese a las buenas relaciones entre España y Allende, ni su afición por uno de sus principales ideólogos: José Escribá de Balaguer.

Estatutos en Centros de Alumnos de muchos planteles, escritos democráticamente y durante la democracia, reiteran tanto el término “grupos intermedios” como su concepción gremialista. Aunque la UDI se encuentre marginada de la mayoría de los gobiernos estudiantiles y de las asociaciones civiles todas estas en la actualidad se comportan tal y cual la UDI quiso y quiere.

Constelaciones de organizaciones fragmentadas, provincianas, cosistas, tecnócratas, tratan de salvar sus minúsculos intereses a costa de quien sea, compitiendo en un bestial libre mercado del activismo o de la parrilla comunicacional, dispuestas a destruir a cualquier otra que colisione con sus intereses.

Lo descrito es el paraíso planificado entre Chicago, Madrid y Roma, la mejor garantía de que en Chile nunca pase ná es que los abusados no logren organizarse en un bloque común en arás de cobrar las cuentas pendientes con los abusadores.

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