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Bastará un tenue fulgor para iluminar las tinieblas.

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viernes, 12 de junio de 2009

Crónica de una irregular militancia, Primera Parte.

I

Hace exáctamente dieciseis años, a las siete con cuarenta y cinco minutos realizaba una llamada al 133 de la policía:

- Carabineros de Chile buenos días.
- Hay una bomba en el liceo de Aplicación, avenida Cumming número 21, explota a las ocho en punto.
- Aló, aló, diga...

Y colgué. Abandoné presuroso pero discretamente el teléfono público de la estación de metro República hacia la salida norte. Si llegaba al liceo antes de la ocho o a las ocho en punto causaría sospechas pues nunca ingresaba puntualmente. Caminé por Concha y Toro y luego enfilé por Maturana. Una vuelta de manzana me permitiría llegar con un par de minutos de retraso y escuchar la detonación y el operativo, o ambos. Mientras rasgaba la cola fría de mis dedos, protección adicional pues en esa época no me sacaba nunca los guantes de lana, dieron las ocho. Ocho y cinco minutos y doblaba hacia Cumming desde Erasmo Escala. Ni detonación ni sirenas. Una serie de dudas me asaltaba: ¿La humedad del baño habrá estropeado el detonador? ¿José estará detenido? ¿El ruido de la estación de metro impidió que los pacos me escucharan?

Hace una semana unos "amigos" de la Jota, que decían contar además con la franquicia del Frente, me habían solicitado ese pequeño favor. Carabineros de Chile celebraría el día institucional en el patio principal del Liceo, lugar al que nunca habían logrado ingresar ni en los peores momentos de dictadura. Corrían otros tiempos, Lagos era el ministro de educación, Chile era un país normal y progresaba; nosotros debíamos aceptar que los representantes de los infames, que hace a penas unos años habían asesinado a los hermanos Vergara en la más absoluta impunidad, se solazaran en el mismo patio en donde ellos se formaban los lunes para cantar el himno nacional y del liceo.

II

Un mes antes con José nos entrevistamos con una abogada del CODEPU, luego con un colega suyo. Ante ambos relatamos nuestra historía, regada de sabrosos detalles. Hace un par de meses habíamos lanzado una candidatura al centro alumnos de forma independiente esto es, sin la autorización de ninguno de los partidos. Para la Jota yo era el cura de Catapilco, infame personaje que impidió que ganara Allende; para la concertación sin embargo yo era el demonio, al igual que para los momios, escasos pero bulliciosos, los cuales para resguardar sus intereses se candidateaban en una lista conjunta con los gobernistas. La elección es una farsa, denuncié en los patios, en las últimas elecciones la abstención rondaba en el ochenta por ciento y la mitad de los votantes anulaban o votaban en blanco. Dicha información me la había confidenciado el rector, ya que me reunía con él al menos dos veces a la semana para jugar ajedrez. A los dirigentes les daba lo mismo, ese asunto ya lo conocían pues los partidos estaban instalados confortablemente en "el liceo más grande del mundo y sus alrededores", por lo cual no les importaba turnarse un año cada uno mientras prodigaban encedidas arengas arriba de la pileta de la esquina. De casi tres mil alumnos había que convencer, casi siempre tan sólo impresionar, a unos cien borregos y el asunto estaba cocinado. Eso ocurría en el Liceo más movilizado y politizado del centro de Santiago, un escándalo; no sólo la participación política era una farsa sino que lo que existía resultaba ser una fachada abalada por los dirigentes estudiantiles y del profesorado.

Para esa época el liceo y la educación pública se caían a pedazos pero lo peor de todo es que la organización política se reducía a una réplica a escala de lo que había sido en dictadura, la que además se autocensuraba porque parecía injusto pelear contra los recientes socios. Si se avanzaba contra lo que pensaban las cúpulas pronto se era reprendido, amenzado y finalmente sancionado. El Centro de Alumnos oficiaba como un sistema de control más en dónde se moderaban las opiniones radicales, a cambio ellos hablaban de revolución por los patios, quedando todos de algún modo reconfortados, y todo en el mismo sitio.

Craso error el de intentar hacer política en una época como esa. Mayor error el ir al CODEPU a denunciar la persecusión de la que éramos blanco, buscando un recurso de protección o de amparo:

- ¿Algún militar o policía los ha amenzado?
- Salvo que algún profesor sea militar, asunto que desconozco, sólo hemos sido amenazados por docentes, ni siquiera por inspectores.

José, un tanto más inquieto que yo ante la desidia los defensores de los perseguidos dijo:

- Señora, estamos denunciando que seremos expulsados del liceo por organizarnos y luchar, y por expresarnos.

Los abogados se miraron y luego nos dijieron con cierto malestar.

- Lo que pasa jóvenes es que su problema no es un tema de derechos humanos.

III

Primeros días de Junio de 2007, asisto a una conferencia de un profesor de la universidad de Wysconsin en la facultad de sociología de la universidad Diego Portales. El panel se titula "Las posibilidades del Marxismo". En primera fila está sentado el abogado Hugo Gutierrez, Nicolás Espejo y el hijo de Osvaldo Puccio. En la testera un pelmazo, quien me parece debe haber sido Andrés Haye, quien secunda al expositor. El orador es gringo, y su discurso es en inglés. Los equipos de traducción simultánea alcanzan para el treinta por ciento del auditorio.

La charla defrauda, el título de la conferencia, pese a su mala calidad, está sobredimensionado. El tópico no es sobre si es posible el marxismo políticamente sino de qué modo es posible seguir explotándolo retóricamente. Desde luego que a los asistentes, que abarrotan el lugar, no parece importarles en lo más mínimo. Me siento llamado a un mínimo acto de defensa intelectual y en vez que retirarme del foro espero con paciencia su término y pido la palabra para intervenir. Quizá no fui lo certero y lo conciso que soy por lo general en dichas oportunidades, quise dejar muy claro mi punto en vez que estampar simplemente una molestia, pero cuando remataba, el pelmazo de turno me dijo:

- Su pregunta ha demorado más de lo debido y debemos seguir avanzando, así que pasaremos a la próxima...
- Lo que ocurre es que no es una pregunta sino que un comentario -dije- y si me interrumpe ahora mi intervención no habrá tenido ningún sentido pues eran las premisas y faltan las conclusiones.
- No, no, ya ocupaste tu tiempo así que continuemos.

Me senté, el micrófono aún descanzaba en mi mano. Se acercó una bella mujer con una ámplia sonrisa la que matizaba con unos gestos de compasión ante mi intervención frustrada. Me dijo:

- Lo siento - mientras extendía su mano para que le regresara el micrófono.

Con una sonrisa tan amplia, y con unos gestos que imitaban su compasión le dije:

- Yo también lo siento - mientras empuñaba el aparato-.

El "moderador" de la testera dijo:

- Ya poh, pasa el micrófono si ya te tocó opinar.

- Pienso que no fui tratado con deferencia, por lo mismo no lo devolveré.

El público se dividió entre los que me insultaban y aquellos que miraban todo con estupor. Un matón apareció de la trastienda y me dijo sin mesura:

- Ya hueón, pasa el micrófono.

Yo le respondí todo lo tranquilo que se podía en aquel momento:

- El micrófono me lo pasaron pacíficamente, pacíficamente lo devuelvo.

El gringo me puteó en inglés reprochando mi desconocimiento de las normas básicas de urbanidad, de libertad de expresión, que acciones como la mía provocaban crisis en vez que diálogos.

En un ánimo similar el matón, quien parecía el ejecutor de dichos altos principios acadeḿicos, extendió su mano e intentó quedarse con el micrófono a la fuerza. Para mala fortuna de él, y de los que querían la traducción simultanea (ese micrófono era el único disponible para la traductora), el matón rompió el aparato quedándose con la cápsula en su mano y yo con el mango y la antena, los que luego devolví al retirarme. Cuando lo hacía el matón se arrojó a insultarme a garabatos, en el lobby de la facultad de sociología de la UDP, sin que respondiera a su provocación. Me tomó del cuello apretándome a una pared. De reojo miré que al lado mio rengaba Hugo Gutierrez, el abogado de Derechos Humanos, quien al ver la bizarra imagen de un hombre insultando a otro y a punto de golpearlo, miró hacia otra parte y se retiró compensando su cojera con su bastón de caoba.

IV

El los boys scouts del Liceo de Aplicación algunos jefes realizaban juegos nocturnos utilizando bombas de carburo. Era un modo sencillo y barato de crear conmoción; un inocente juego que hoy causaría escándalo.

La bomba de ruido con carburo es muy simple: Se necesita un tarro de leche nido de tres kilos (quizá ahora eso es más dificil de conseguir que todo lo demás) un puñado de carburo, un escupo y un fósforo. La tapa, que en esos tiempos era de latón, se perforaba en el medio para que alcanzara a arrojarse por él un fósforo encendido y que éste no se apagara. Se vierte el carburo, se escupe en él, un gargajo regular ojalá más líquido que mucoso, se tapa, se bate, se arroja el tarro, en lo posible rodando y la bomba explota provocando un ruido parecido al de un cartucho de dinamita. Al igual que la bomba de aluminio y ácido, en botella plástica, es prácticamente inofensiva y quien está expuesto al golpe de la tapa de latón o de un par de monedas de peso, o de un shock acústico, es el autor pues no existen modos probados y seguros para que estas exploten con efecto retardado.

Después de haber conspirado en mi contra los jotosos, a comienzos del año 93, ofrecieron apoyar nuestra causa que en lo inmediato implicaba evitar la expulsión, pero que se relacionaba con la construcción de un movimiento estudiantil autónomo de los partidos políticos y sus mezquinos intereses creados. Ellos me apoyarían, al menos eso prometieron, a cambio de que realizara un pequeño acto de fogueo. Desde luego que ellos me reclutaban en calidad de "tonto útil", nada extraño pues para la jota y el PC todo el mundo es tonto, menos ellos, y casi todos pueden ser útiles. Con cara de póquer me entrevisté con ambos dirigentes, aceptando sus modismos; ese ritual de "nosotros sabemos más que tu y sólo debes saber esto" que es su marca registrada, no lo quise quebrar con ironía como en otras oportunidades. Represente el papel de colaborador diligente y no deliberante.

- Van a celebrar el día del paco aquí.

- ¿Los pacos?

- Si, van a venir los pacos y varias autoridades. Dicen que también estará Lagos. ¿Qué puedes hacer tu?

Los miré con frialdad, como miraba al rector y a los viejos del club de ajedrez:

- Puedo hacer una bomba de ruido, y puedo hacer que funcione retardadamente, unos diez o quince minutos después de armada.

Ellos se miraron con esos ojos vidriosos de conspiradores profesionales adictos a la mariguana paraguaya, mi ofrecimiento excedía con creces su burocrática petición.

V

Era esta misma época pero en 1996. La facultad de derecho, una de las más numerosas y respetadas del campus isla teja de la Universidad Austral en Valdivia, adhería a un paro en repudio a la ley que permitía que los alumnos de las universidades privadas, y quien lo deseara en las públicas, accedieran a un crédito bancario con aval del Estado: El tristemente célebre crédito CORFO. El argumento de la FECH, que pronto fue el de la CONFECH, era descabellado: Se exigía de inmediato la desprivatización de las universidades, la derogación de la ley CORFO, y la gratuidad de la educación superior.

De nada sirvieron las jornadas de trabajo convocadas unas semanas antes y en las cuales participé: En Valdivia un porcentaje muy pequeño del estudiantado obtenía beneficios los cuales además a penas eran el financiamiento del 20% o menos del arancel. Para pedir algún beneficio había que estar bajo la linea de la pobreza. Las personas que no eran absolutamente pobres debían abandonar sus carreras ante una contingencia; el crédito CORFO era una buena salida para muchos los cuales no serían ayudados por el sistema fiscal salvo en una catástrofe. Era preciso presionar por más recursos públicos, como todos los años, por rebaja del arancel y aumento en los beneficios. Pero la negativa tajante al crédito CORFO no provenía de que éste implicara la disminución de beneficios, no se desvestía a un santo para vestir a otro, lo que molestaba a la Universidad de Chile, y luego a la CONFECH, era que de ese modo alumnos de las universidades "privadas" podrían financiar sus carreras. En esa época las universidades "públicas" discriminaban a las "privadas" por sus bajas exigencias académicas, reclamo en la mayoría de los casos infundados, y sus alumnos eran acusados de dóciles consumidores de titulaciones expresas.

El sistema CORFO permitía, bien orientado, que muchos que no podían acceder a la educación lo hicieran. Es absurdo que el Estado invierta recursos que debieran ir a la extrema pobreza en financiar carreras y futuros a quienes lo podían pagar, aunque eso fuera en cuotas. En aquella época la universidad aún era un trampolín socioeconómico pero la inflexibilidad de los dirigentes de izquierda de la época, preocupados en "extremar las contradicciones" o "aprovechar la coyuntura" cualquiera esta fuera, impidió un diálogo o una presión que pudiera evitar el colapso de la educación pública. Muchos pedían como si los avalara la URSS o la mitad más uno de la población, el resultado fue el predecible: Se fue por lana y se volvío esquilado.

Se reiteraban las lógicas conocidas al revés y al derecho en el liceo de Aplicación y en la FESES unos años antes, en los tiempos que luchábamos en contra de Ricardo Lagos y después en contra de su sucesor: Jorge Arrate., el flamante candidato del socialismo allendista. Dirigentes ansiosos de exhibir resultados a sus jefes locales, tal cual mezquinos capataces: "Tenemos tantos centros de alumnos, paramos tantos días, hicimos tantos paros, tomamos tantos hectolitros de vino navegao, etc". Por su parte los dirigentes locales, y los nacionales, todavía cantaban la internacional arrodillados con el puño levantado hacia Moscú y el pene en ristre hacia La Habana.

VI

Era 1992 y gobernaba sin contrapesos la Jota en el Aplicación. Ese año era el centenario del liceo. Cuadrillas de obreros pintaban el exterior del edificio en forma prolija, quizá por vez primera desde su fundación. Los recursos llegaron gracias a los buenos oficios de un ex alumno, Patricio Rojas, quien en ese momento era ministro de defensa. Otro notable de la época era Gutemberg Martinez.

Para el segundo "J", mi curso, un minúsculo grupo de veintidós desarreglados quinceañeros, no eran días felices. Éramos el curso más pequeño de todo el liceo y quizá de toda la enseñanza pública del país, la razón, habíamos elegido francés como idioma en vez que el inglés y muchos compañeros se habían retirado en primero como el caso de Mendez y el de Munita. Ocupábamos una sala que antes debió ser una oficina administrativa, tres veces más pequeña que una sala normal, situada en frente del inspector de patio: El Lechero.

Era mediados de abril y faltaba que nos asignaran la mitad de los profesores el resultado, exceso de horas libres las que además nos obligaban a soportar encerrados en esa lúgubre mazmorra, adornada tan sólo con una insignia aplicacionista pintada en la pared un día sábado junto a Erick Pradenas. Más de la mitad del curso estaba con anotaciones negativas y condicionalidad por conducta, entre ellos el que escribe; no tener clases era un caldo de cultivo para generar problemas además que no se cumplía la razón por la cual habíamos emigrado de Conchalí, Lo Prado, San Ramón o Maipú: A ese ritmo terminaríamos ignorantes y expulsados.

Como presidente de curso propuse marchar a la rectoría, para lo cual había que cruzar el subterráneo algo que estaba prohibido sin mediar autorización. Lo hicimos, conversamos, y la respuesta no llegó pero sí más rondas de los inspectores. Entonces propuse que marcháramos al Ministerio de Educación, lugar en donde moraba apoltronado Ricardo Lagos Escobar. En vez que entrar a clases nos juntamos en la esquina y caminamos las doce cuadras entre Cumming y Amunategui; fue la primera de una serie de cimarras colectivas aplicadas maquiavélicamente en tercero medio con las que extorsionabamos al liceo con las subvenciones. En el ministerio ya cerraban, pero un funcionario aprovechó nuestra visita para informarnos que la educación estaba municipalizada así que debíamos pedir explicaciones a Ravinet no a Lagos, que lo mejor era ir a la Dirección de Educación Municipal que se encontraba -quizá aún- a un costado de la Estación Mapocho. Caminamos con un abrasador calor de abril por avenida Bandera, las dos últimas cuadras fueron las que pusieron a prueba nuestra convicción cuando las prostitutas nos invitaron a tomarnos unos trago. Sin embargo llegamos todos, hasta los más pelusones: Zunino, Muñoz, Aguirre y Andrews. La reunión fue breve y productiva: El director de educación nos mostró su comprensión, nos ofreció agua, y me pidió conversar en su oficina "para solucionar esto de inmediato". No cabíamos en el asombro, antes de que entráramos dijo golpeado a su secretaria: Llama a Cárcamo de inmediato.

El pelao Cárcamo era nada más y nada menos que el rector y delante mío se dio la siguiente conversación:

- Puta pelaíto, como estay.

- ......

- Putas, estoy aquí con un alumno tuyo, se llama....

- Zúñiga, Ariel Zúñiga, del segundo Jota.

- Zúñiga del Jota.

- ......

- Putas y me dice que todavía no tienen clases. Acuerdate que ya les mandé los profes hace rato.

- ......

- ¿Mañana?

- ......

- Ya pelaito, no se hable más, que estés bien.

- ¿Y qué paso? -pregunté aún incrédulo-.

- Mañana están los profes y van a haber clases.

- ¿Normales?

- Sí, desde mañana, y cualquier cosa me llaman, ahí está mi tarjeta.

- Muchas gracias, y qué debemos hacer ahora ¿Irnos de vuelta al colegio?

- No, no sean lesos. Tomense la tarde libre ¿No ven lo bonito que está el día?

Gracias a la oportunidad pudimos conocer los alrededores de la Estación Mapocho. Al día siguiente tuvimos clases, nadie fue expusado ese año aunque costó bastante conseguirlo. Pronto se reanudaron los juegos de ajedrez con el pelao Cárcamo sin que nunca más hablaramos del asunto.

VII

La profesora Fariña debe haber tenido un poco más de cuarenta pero de acuerdo a los juicios autorizados, en especial el de Carlos Gleisner el cual compartía, "todavía estaba rica". Usaba lentes gruesos y su figura era estilizada, algo así como una intelectual erótica. En un curso de cuarenta hombres de dieciseis años se tiene tiempo de sobra para convertir a una sombría profesora de química en un sex symbol.

Nunca entendí una coma de todas sus clases. Para ella la química eran las fórmulas que escribía en el Pizarrón las cuales nunca supe qué representaban. Jamás conocimos un laboratorio; entré por primera vez en uno en el Liceo Pablo Neruda, de Temuco un año más tarde, en un electivo de genética, perplejo pues nunca había pasado del dibujo de una célula. No sabía de química pero eso no significa que no haya realizado algunos "experimentos".

De niño fui intelectualmente inquieto y la existencia de un taller en la casa, propiedad de mi abuelo, me permitió desarrollar muchas de esas habilidades aunque en la más supina ignorancia de los principios que gobernaban los elementos.

Con esos rudimentarios conocimientos me avoqué a la ardua tarea de construir una bomba de ruido con efecto retardado. Disponía de los conocimientos de maestro chasquilla y de otros dispersos sobre primeros auxilios. Como me la pasaba en la ferretería comprando pernos coche o tornillos bronceados no me fue dificil conseguir carburo; tampoco una bolsa de guantes de látex. Unos cuantos paquetes de velas y fósforos faltaban, los compré en el supermercado Toqui en donde ahora se emplaza un edificio municipal.

José actuó de financista de la operación. Mi rol era la construcción del "dispositivo" e ir a dejárlo a José a su casa. Pues implicaba un riesgo muy alto ir en bicicleta le pedí a mi padre, con una semana de anticipación, pues de lo contrario habría fracasado, que me llevara a su casa en auto. En una bolsa negra junto a unos cuadernos le entregué el extraño "experimiento".

VIII

En 1997 vivía en la isla teja, en el pasaje Acario Cotapos. Nos repartíamos un minúsculo departamento interior con Raúl, compañero en la escuela de derecho. el departamento era tan pequeño que le llamabamos la Sonda Mir. Era septiembre, los primeros días, es decir había tanto y más frío que en Julio en Santiago. Aunque no llovía esa noche amenzaba con una persistente garúa, la cual podía ser confundida con chubásco por algún nortino desprevenido.

Me dirigía hacia la ciudad, sin rumbo cierto, por la vereda sur de la avenida. A cien metros vi un grupo de tres a cuatro personas de pie en el parque Prochelle los cuales botaron sus cigarrillos y algo se decían mientras me acercaba, detrás de mi venían tres más a un paso rápido, atropellador. La noche estaba más oscura que nunca y me encontraba en una cueva de lobo, quién quiera que fuera y lo que quisiera no tenía ni como defenderme ni donde arrancar. Bastaba taclearme y por la humedad caería, los testigos serían los lobos marinos que asoman sus fauces a la orilla del río, debajo del puente.

IX

Llegué al liceo, ingresé aparentando normalidad. El portero, apodado cariñosamente Eduardo Frei por su prominente nariz y escaso sentido del humor, me dijo:

- Ya vení atrasao rucio, pasa.

Un día normal.

Ingresé a la sala, no había formación en el patio, ni día del Carabinero, ni nada. En la sala del tercero "A" mis compañeros proseguían con las movilizaciones con una fogata pequeña en el lugar donde debía haber un basurero. Nuestra protesta había escalado pero ya habíamos llegado a una cota dificil de ascender. Los profesores llegaban a la sala y pedían a Naranjo que apagara la fogata y a Alvarez que fuera por el borrador, o viceversa. Nos era inconveniente hacer más cimarras pues ya la mitad de los profesores se negaban a hacernos clase o habían pedido licencia.

Busqué el rostro de José, que sólo se encogió de hombres. En el recreo conversamos con calma, mientras sorbeteabamos un café y masticábamos una marraqueta con mortadela:

- Putas, no sabí na lo que pasó - me dijo José-.

- Obvio que no, qué chucha.

- Mi micro chocó en el paradero quince y los pacos empezaron a tomar los datos de los testigos, entre ellos yo. Me tuve que bajar y botar la hueá en el cerro.

- Puta la hueá.

- En parte dió lo mismo, nunca vinieron los pacos.

X

Fue imposible explicar que las peticiones sustanciales de la CONFECH no nos afectaban pues implicaban a la educación pública. La Universidad Austral de Chile al igual que la Federico Santa María, de Concepción y todas las católicas es privada. En esa época los dirigentes con dificultad distinguían que la dicotomía se daba entre universidades tradicionales y no tradicionales, es decir, entre las que pertenecían al consejo de rectores y las que no, no entre públicas y privadas. Dos meses en paro y ese asunto no estaba claro.

Mis compañeros de Derecho habían votado por el paro para sacarse de encima las pruebas solemnes y envalentonados por un exitoso movimiento que había conseguido un estatuto de garantías en las evaluaciones, algo que jamás he vuelto a ver en facultad alguna.

Distintos azares, entre ellos la unánime y decidida accción de Derecho, llevó a aprobar el paro. Sin embargo el Presidente de la Federación atribuía todo a su carisma y a la fortaleza de nuestros argumentos. Las concertacionistas dirigentes, entre ellas Leyla Chahín la presidenta de Derecho, eran los "tontos útiles" de turno.

De más está decir que perdimos todos y cada uno de los puntos exigidos, y de ganar cualquiera esto habría redundado en beneficios sólo a las universidades estatales, una media docena de la quincena movilizada. Es más se redujo el arancel y se aumentó becas para las universidades públicas, pese a que no estaba en el petitorio; los tres meses de toma de la Universidad Austral que significó terminar las clases a finales de Enero no reportó nada más que unos cuantos resfríos y embarazos no planificados.

El CORFO se estatuyó en un modo normal de financiar las carreras cuando la crisis asiática dejó a la mitad de los alumnos a la deriva. La CONFECH debilitada y desacreditada no volvió a producir un movimiento parecido sino hasta muchos años después cuando los nuevos bríos llegaron desde el norte.

Durante el paro no abandoné mi precaria trinchera. Pensé que se podía romper el diálogo de sordos, imponer un poco de sensatez, fue imposible. En restrospectiva, una perdida de tiempo; en presente tenía que dar la lucha de todos modos. De lo único que sirvió mi intervención fue para que me amenazaran con golpearme tanto la extrema derecha como la extrema izquierda, quienes por lo general comparten tanto las ideas como los métodos. En una asamblea un jotoso me amenazó con cortarme el pelo y robarme la chaqueta: "Es imperdonable que alguien como tu tenga el pelo largo y se pasee con una chaqueta roja". Para la extrema derecha mi forma de vestir ofendía tanto y más como la de hablar, y hasta más de lo que hablaba. Era un maricón y punto, comunista y maricón. Imperdonable tener el pelo largo para un criador de puercos con listeria de Osorno.

XI

Construir la bomba no resultó tan dificil, fue más arduo el trabajo de limpiar mi pieza, colocar plástico en todos los sitios, para que no se escabuyera ninguna evidencia incriminante. En ese tiempo creía que la policía hacía su trabajo, o que su trabajo era distinto. Creía que investigaban. Aún no leía el célebre párrafo de la Condición Humana de Malraux: "La única herramienta de la policía es la delación. El delincuente que actúa solo no corre el riesgo de delatarse a sí mismo." Pero de todos modos sabía que la sección más débil de la cuerda éramos yo y José, y que a los jotosos no hay que creerles ni lo que fuman. A la hora de cantar da lo mismo, el bolsillo se cuida con la mano derecha, la vida también. Los heroísmos no son más que leyendas que se les cuenta a los potenciales tontos útiles, a la hora de los quiubos todo hombre tiene su precio, o su límite, se fije éste en rublos o dólares.

Para retardar el estallido renuncié a un dispositivo electrónico. Era demasiado complejo y contenía evidencias fáciles de pesquisar. La explicación más sencilla por lo general es la más correcta decía De Ockam, cierto, y la ingeniería más eficiente es también la más sencilla.

La única debilidad de mi diseño era que podría probarse una sóla vez, y además no podía fallar en su experimento.

Una vela de cera taparía un agujero de un diámetro casi idéntico a la de ella. Esa vela estaría ahuecada de modo de llegar a cierto punto la mecha siguiera encedida y precipirara al final del tarro. El gas haría el resto.

El punto débil era saber si la tapa resistiría la presión del gas, por lo que la pegué. Horas de trabajo para probar la medida de la vela era lo que faltaba. Teníamos diez minutos. José llegaba puntualmente un cuarto para las ocho, entraría, iría al baño y dejaría la bomba en un baño; diez para las ocho encendería religiosamente la vela, o digamos la mecha lenta para no afectar el momento. Nadie sospecharía pues un cartel diría: "Baño Malo" y asunto terminado, siempre esos baños estuvieron malos y un cartel se agradecía. Después, una primera plana, la gloria para algunos entusiasmos mal orientados, la obtención de un abstracto y precario respeto, una razzia que difilcilmente sortearíamos, la colaboración con sujetos ambiciosos, calculadores, mezquinos, en fin, la política. A todos les gustan las salchichas pero mejor no saber cómo se las prepara, así es la política. Y esa jugarreta nos habría costado las penas del infierno, el estigma, y quizá los tímpanos de un par de compañeros, de aquellos que se peinaban acompañados del pestilente olor antes de entrar a clases.

XII

Mis multiples recorridos por la plaza Almagro en busca de libros, por San Diego, Franklin, Diez de Julio, Matta, Victoria y Bio Bio, buscando cachureos, electrónica, mecánica, o sencillamente vagando, me habían enseñado a adelantarme a algunas jugadas. Nunca me han asaltado caminando solo, ni en los peores barrios, esta vez estaba enboscado en una ciudad ajena, en una fría y solitaria noche, a punto de ser un Matute o un Emott. Veo un colectivo que viene del mercado fluvial, de esos amarillos que van a Niebla, Los Molinos y Curiñanco. Atraviesan el puente rápido pero deben frenar al final pues hay un bache. Antes que me llegara el palo en la cabeza crucé temerariamente la calzada y era obvio que el colectivo me atropellaría, pero frenó justo a tiempo para evitar el bache, y un bulto que se cruzaba sin haber dado un mínimo aviso. Corrí casi hasta el barrio regional en donde le pedí a Loreto que me dejara quedarme en su pensión hasta que amaneciera.

XIII

Ayer Don Hugo Gutierrez presentó una denuncia en la que implica en forma genérica a la Armada en calidad de proxenetas de menores en un bullado caso que también afecta a la policía de investigaciones. Se debe investigar esta situación, que es muy grave, dijo, pues las autoridades chilenas se habrían prestado para proporcionar prostitutas menores de edad a los marinos estadounidenses destacados en la operación UNITAS. Como dirían, el sueño del pibe, dos pájaros de un tiro. Por una parte Gutierrez fustiga a los uniformados chilenos y por el otro a la bestia negra de la izquierda latinoamericana: Los EEUU. Con todo ello provoca la euforía de su pequeña pero fiel galería.

Concuerdo con él, es un caso de DDHH, y se debe investigar. La duda que me asalta es cuántas denuncias omitirán estas personas, defensores de los DDHH, porque no implican a uniformados o estadounidenses. De cuantas agresiones ha sido testigo y a mirado hacia un costado por temor a importunar a un poderoso anfitrión, o por no querer arriesgar su designación vía electoral de jefe comunal. Son preguntas que me asaltan cada vez que recuerdo estos asuntos, los mil y un desencuentros con la izquierda. Las mil veces en que personas que no han sido elegidas por nadie me han reprochado el no haber sido elegido por nadie. Las otras en que los porteros o me han impedido el ingreso o la salida. Cada vez que se me ha reprochado mi inconsistencia e incoherencia por personas que los he visto comiendo y tomado en manteles blancos con la plata de los explotados, económicamente por los capitalistas y moralmente por ellos mismos mientras se dicen sus salvadores. Cada vez que los veo menear el trasero cuando se agachan a recoger una moneda de peso. Cada vez que se sientan en la primera fila, con el Siglo en sus faldas, y ofician de autoridades en reuniones patronales, pues, quizá me equivoque, el viejo Marx decía que el Estado es un órgano de la clase dirigente ¿Decía eso o lo soñe?

He porfiado mucho, lo sé, he debido escuchar a muchos que me han dicho desde infiltrado hasta amarillo, desde ingenuo a ignorante, pasando por maricón y degenerado. Los he visto a ellos hablando de los "cabros", arriándolos como ganado, a sus reuniónes, a sus improductivas reuniones. Dedicando ingentes recursos intelectuales y físicos a la cartelería o el artísmo. Los he visto una y otra vez acrecentado el dolor de los que sufren capitalizando sus heridas, comandando las huestes a la derrota, siempre firmes pero al precipicio, bramando como una viceral y amarga broma: "El pueblo unido jamas será vencido".

Los he visto arreglando elecciones de juntas de vecinos para corresponder con sus cúpulas, para sentirse un partido de bases. Y los he visto minar todas las bases serias de un movimiento estudiantil, a lo largo de todo el país, dando mandobles sólo a los que actúan en su bando, siempre que estén en patota, de lo contrario los balazos son por la espalda. Debilitando los movimientos enfrentádolos a sí mismos, acusando de infiltrados a los disidentes, atornillando al reves de los procesos que los superan. Llamando inopornamente o a la calma o a la histeria; que los procesos tienen otro tiempo, que las leyes de la historia, que la cacha de la espá y la pata de la guagua. Qué es muy pronto, que es muy tarde, ellos, los que tienen la bola de cristal, los del chaleco con más nudos. Los he visto pelar y recontrapelar a todo aquel que dé argumentos y no ocupe los canales oficiales de obsecuencia y dogmatismo.

Los he visto votar por Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Si vivo un año más los volveré a ver votar por Frei, y quizá por Ominami aunque hoy lo denosten en público y en privado. Pues sus adversarios son además enemigos, vendepatrias, chivatos, agentes yanquis, burgueses... pero se sientan junto a ellos si hay brasero y azucar en la calabaza.

Es dificil decir "soy de izquierda" en estas condiciones, en esta generalizada abdicación, inmerso en la afiebrada retórica del fracaso travestido en triunfo. Es dificil abrigarse con tan delgadas prendas. Arrimarse a una idea, en forma crítica, consciente, obstante el flaco favor que hacen a dichas ideas los que dicen defenderlas con fervor. Dificil defender la libertad en organizaciones ciegas, sordas y mudas, compartimentadas, jerarquizadas y no deliberantes.

A pesar de ello no me veran disparar a mis hermanos, aunque seguramente algún día caiga hacia el frente fulminado como tantos otros abatidos por sus ideas y sus camaradas, acompañados por las moscas y los gusanos en la soledad de la muerte. Me abrazo a mis ideas y a mis sentimientos con la fidelidad que le profeso a mis amores, con la devoción que me entrego a mi primer amor, con la vitalidad del primer día.

Leer la Segunda Parte.

3 comentarios:

Fernando Vidal Olmos dijo...

Ariel, me gustó mucho tu post (eso desde el plano emocional).
Siento que la izquierda en general tiene esos lugares comunes, creo que es un problema de la izquierda, y no solo del PC. Es más, cuando estuve en mis años de Universidad vi esas mismas actitudes, de "compañeros" que se lavaban todo el día la boca y hacían gargaras con "el pueblo pobre compañero, el estudiantado rebelde, hasta la victoria siempre, los viejos avanzar sin tranzar" y luego los veias haciendo pacto con el PC y en reuniones de "camaradería" con dirigentes de la Concerta.
Esos mismos que se auto llamaban estudiantes rebeldes en pro de la defensa del pueblo pobre y los oprimidos, que tenian apellidos italianos, alemanes, vascocastellanos y britanicos (muchas veces impronunciables), esos que disfrutaban largas horas en el consejo de presidentes (o de sofistas, da igual) son los que vivían de plaza italia para arriba, los mismos que tenian un nivel de contactos inimaginables para el ciudadano de a pié, son los que ahora trabajan en el gobierno, tienen puestos mucho mejores que la mayoria de sus compañeros de clase (de esos pobres y anónimos de verdad) y los miran con desdén desde su altura.

A tono personal, creo que deberías escribir un libro al respecto, tienes facilidad, describes a la perfección lugares comunes para la gente de izquierda (salvo por lo del aplicación siempre fuí buen alumno y tranquilo). Pero eso, mira te planteó dos preguntas que a lo mejor al tener tu mayor edad puedas responder:
1)¿La gente de izquierda debe resignarse a escribir libros y teorizar al respecto?
2)¿Consideras válidas las pequeñas victorias en el entorno mas cercano, aún sabiendo que perdemos las grandes batallas?

Bueno Compañero, me despido reiterando lo grato de la lectura.
Luis Neves

azeta dijo...

Luis,

A esta historia le faltan algunos capítulos más que relevaría de una “militancia errática”. En esta oportunidad los omití por tiempo, soy de cerrar en el día a lo sumo los artículos. ¿Un libro? Creo que estamos jóvenes y quedan muchas batallas para eso, estas palabras van hacia los más jóvenes, mucho más que tu inclusive, que piensan, y hábilmente los hacen pensar, que eso “sólo le ha ocurrido a ellos”. Eso es funcional tanto para los intereses de los capitalistas como de los dirigentes profesionales que ante todo quieren cuidar su modesto boliche.

El PC y sus secuaces son el mayor enemigo de la izquierda; es una fábrica que trabaja de sol a sol fabricando anticomunistas los que con muy poco de impulso adicional no tardan en hacerse anti izquierdistas. También colaboran intensamente los grupos mesiánicos de elite que buscan cambiar al hombre y la humanidad, en sentido amplio y metafísico, en vez que el sistema económico.

Trataré hoy de culminar con ese nuevo capítulo.

Hay mucho más que hacer que “teorizar”, o escribir biografías. Además éstas se prestan como buenas excusas para ocupar un cargo directivo en los sistemas represivos y o gerenciales. Variando las proporciones esas biografías a lo Max Marambio, permiten deslindar aguas y apoyar los nuevos modos de explotación salvando la conciencia o alivianándola. Esa tara cristiana de nuestra izquierda, de ver en la revolución un cielo y en el pasado algo que debe ser expiado, es una de las tantas que le impiden el ser auténticamente revolucionaria.

Parecían los primeros meses de este año una buena instancia para llamar a la unidad, aunque fuera para una campaña presidencial, pero la actitud lastimera del PC junto a la acción dubitativa, incluso diría de estampida, del resto de la izquierda, ejemplificada en la soledad de las movilizaciones secundarias en curso, hacen preciso que la teorización se ocupe de aquellos aspectos cruciales. Uno de ellos a mi juicio es la absurda organización de nuestra izquierda heredada de la compartimentación bolchevique y en especial estalinista de guerra fría.
Continua...

azeta dijo...

Continuación: En los países centrales la izquierda la componen intelectuales lo que hace de la discusión teórica un aspecto crucial. La debilidad en ellos es su impopularidad. Nuestra izquierda se compone de activistas profesionales o aficionados, que miran hacia lo popular aún no provenir por lo general “de abajo”. El problema es que pasan de populares a populistas pues su formación intelectual es muy precaria consistente en la reiteración de mantras y fórmulas obsoletas. El trabajo teórico es indispensable, el desafío es poder integrar dicho trabajo al de los activistas. La posibilidad cierta de ser gobierno alienta a los activistas pero la desconexión con la teoría haría de un triunfo electoral una calamidad.

La izquierda debe salir de las células, de las orgánicas, de los colectivos, y de la compartimentación que dichas lógicas organizacionales alienta, de la falsa democracia que promueve, pues todas esas fragmentaciones estratifican a la izquierda en izquierdistas de primera, segunda y tercera. En dirigentes y dirigidos, colectivos horizontales pero subordinados a otros colectivos situados por encima de ellos. En tontos vivos y tontos útiles, en males menores que consisten en apoltronamientos para la dirigencia, etcéteras. Mientras antes la izquierda logre exorcizar esos fantasmas antes saldrá del pantano pero los vicios se propagan de forma geométrica y las virtudes, en forma aritmética, entonces mucha mierda abona la granja del escepticismo.

La izquierda a nivel mundial, por su parte, se divide entre teólogos (principalmente los latinoamericanos) y los sofistas (principalmente gringos) Ambas brindan un flaco favor a las ideas marxistas de las cuales se dicen portadores. La liberación consiste en construir una humanidad que no dependa de la mentira, ni de las terrenales como “el pueblo unido...”, ni de las ultraterrenas como el orar por una revolución que nos deje en el paraíso. Si ese es el horizonte la izquierda no se ha movido un palmo desde la época de Marx, incluso se han desandado varios pasos. Sin religión, sin metafísica la izquierda ha de ser científica sin embargo el 99% de nuestra izquierda es redencional. Bakunin, Marx, Engels, Proudhon, todos en el siglo XIX tenían claro lo mismo que los del siglo de las luces: que la revolución es un enfrentamiento contra la ignorancia, la superstición y la mentira, simbolizados en los cultos religiosos y en las religiones mismas. Al ser una democracia radical requiere de ciudadanos libres en el amplísimo sentido del término, humanos cabales, emancipados de la tontera. En el momento en que ser de izquierda se transforma en un nuevo culto estamos fritos, ese es el gran dilema de nuestra izquierda. Si logramos desenredar la madeja también lo haremos con la izquierda gringa y su sofisma de la izquierda como una organización política necesaria, racional como Chomsky, por ejemplo, o de confundir la revolución con la mera sustitución del capitalismo por cualquier otro sistema,
Gracias por los comentarios,
ariel

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