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sábado, 18 de mayo de 2013


La señal que los oportunistas esperaban.
Por Ariel Zúñiga Núñez ( @azetaene )

Hay personas que les cayó encima un muro de veinte metros de agua llevándose sus casas, sueños y seres queridos, y aún así votarán por quién no les avisó, por la amada Michelle Bachelet.
Es que el amor es una psicosis socialmente tolerada diría Freud, y en un país más latinoamericano de lo que se asume los afectos devienen en entrañables mientras más dolor han prodigado.
Bachelet ha sido un amor a primera vista, aún así difícil, no resolvió las filas en las oscuras y frías madrugadas de la periferia en busca de dos minutos de atención médica, su gobierno desde el parámetro que se lo juzgue fue un colosal fracaso. La señora cumplió con el rol que le había asignado Alfredo Jocelyn Hold, ser la tapada de los milicos, y las relaciones públicas, una miss Chile pasada de años y de kilos, en todo lo demás quedó al debe.
A los estudiantes y mapuche los trató con el mocho del hacha.
Pese a ello los chilenos le corresponden la incompetencia, soberbia y brutalidad con amor y lealtad de quiltro recogido, así hemos aprendido a querer en este país, amamos a Bachelet del mismo modo en que ella y sus socios aprendieron a administrar el país que le legaron sus torturadores y asesinos. Podríamos decir que se trata de un amor a toda prueba, el cual además se encuentra bendecido por el macroempresariado por eso, salvo que muera en extrañas circunstancias, será nuestra próxima presidenta.
Y tal como en las colas de los desamparados, aquellas que Lagos públicamente le exigió erradicar -y ella sólo maquilló sin siquiera mitigarlas - , o las de Allende -que tanto gustan en recordar los fachos-, la ansiedad de los que esperan causa estragos. La diferencia es que los pobres están más acostumbrados a esperar que los concertacionistas indigentes en la precariedad del mercado laboral pos pinochetista que se esmeraron en institucionalizar.
Nadie puede estar más ansioso que un concertacionista sin pega desde hace tres años dos meses y siete días.
Saben que pronto el país despertará de la pesadilla piñerista y que los ungirá a perpetuidad de espanta cucos (con la venia del macro empresariado que está harto de la criminal improvisación de los ex “excelentes” )
Saberse contratado pero no disponer aún ni del poder ni del sueldo causa inquietud, tanta que la concertación no ha parado de cometer errores no forzados en las vísperas de su asunción. A Bachelet la tratan como la anfitriona de un banquete al que se asistió porque el refrigerador estaba vacío y a la que esperan no ver jamás después del bajativo, los codazos se registran en las fotos sociales, y hasta es posible que sus ataques verbales sigan in crecendo al punto de parecer una mala copia de la ministra del trabajo.
Están inquietos, cuentan con tiempo y además intentan avanzar lugares en la fila por la repartija del poder. En el horizonte no se divisa ni la sombra de algún moro.
Hacerlo en esta época no es tan estúpido como les parece a los analistas políticos de este país, es correcto limar las asperezas en estos momentos, después estarán gobernando, y no existe algún candidato que le pise los talones a la amada Michelle.
El problema es que lo están haciendo más por ansiedad, y aburrimiento, que por tener un control de los eventos y tratar de ajustar las tuercas antes de un gobierno. La inestabilidad puede dar lugar a ingobernabilidad, a río revuelto, a ganancia de pescadores, a la política.
La crisis, una mera crisis de orden, de la concertación es el momento que podría aprovechar una izquierda pequeña pero coherente si es que existiese, para asestar golpes mínimos pero certeros que la debiliten abriendo una brecha por donde pase una alternativa.
Pero tal grupo organizado no existe, eso permite que los concertacionistas puedan avanzar en el desorden sin que esto amenace su regreso al poder.
Es más, los verdaderamente estúpidos parecieran estar en el bando extraparlamentario. Se lee la crisis de un modo voluntarista, y más, oportunista.
En la muerte civil de Camilo Escalona ven la oportunidad de una asamblea constituyente y hasta de entrar por la ventana a un partido sociolisto previamente desratizado.
Esto demuestra que poco les interesa qué asamblea constituyente sea ni qué constitución política de ella resulte. De lo que se trata es de colarse en la fila, usar el despelote para justificar un cambio en las circunstancias para que nadie les increpe por usar chaquetas reversibles.
Nada mejor que unas primarias truchas para abrir paso a una asamblea constituyente de cartón, cambios cosméticos vendidos de estructurales por una cada vez más demagógica concertación, todo bendecido por sus santos patronos macro empresariales en cuánto les haga efecto el litio a los Esben Von Appen.


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