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lunes, 24 de marzo de 2014

Lecciones.
Por Ariel Zúñiga Núñez

I

Hemos decidido comprender un aspecto del mundo, aquello que podríamos llamar criminología, violencia, control social, criminalidad, delincuencia, etc, preliminarmente cualquier termino nos sirve pues la pretensión inicial siempre es modesta pese a que las expectativas sean desmesuradas.
Lamentablemente no existe un horcón de piedra, o al menos unos pilotes, en donde podamos cimentar esta precaria edificación. No podemos apelar a un saber previo, no sólo por la concurrencia libre de este seminario, sino porque poco podrían decir del hombre y del mundo ninguno de los asistentes graduados que no fuera polémico.
Precisamos entonces colocar nosotros mismos las bases de aquello que iremos construyendo, esto implica optar por un camino prescindiendo de otros miles; estas decisiones parecerán arbitrarias, siéntanse libres de juzgarlas de ese modo. Al final de este viaje, con el panorama completo, volveremos a la discusión sobre los presupuestos.
Primera delimitación arbitraria: Qué estudiaremos y cómo lo estudiaremos.
Lo que diré pareciera tan obvio como burdo mencionarlo, estudiaremos un aspecto propio del hombre, es decir, de una especie de simio, un homínido, bípedo, implume y gregario, que ha adoptado al Estado (así con mayúsculas) como modo único de organización.
Tanto este simio, como los otros simios, y las otras especies de animales y especies, son propias de la Tierra, un planeta que orbita un pequeño sol en los márgenes de una galaxia marginal cual es la vía láctea.
Arbitrariamente diremos, en esta fase, que existe un hombre en un mundo y por ende una clara sujeción de todo a la realidad, a lo existente.
En el hombre es posible distinguir dos dimensiones, una biológica y otra cultural.
Al haber aceptado que existe una realidad nos es muy sencillo afirmar que lo biológico nos empata con todas las especies, empezando con los microorganismos. Todo ser vivo se define por la separación del mundo estableciendo una barrera, la creación de cierto ámbito de autonomía y la reproducción de la misma. El que estemos entre los seres más complejos conocidos no implica que sustancialmente confirmemos dicho patrón. Además que es un asunto válido para discutir, aunque no nos detengamos en este punto, si es que el hombre es un organismo o una colonia de organismos, del mismo modo si una colmena o un hormiguero es un grupo de individuos o un sólo gran organismos. Todos los organismos complejos, tanto un insecto como un mamífero, se componen por un conjunto de células y para su funcionamiento precisan de muchos insumos inertes pero también de otros microorganismos. Nada más pensemos en la flora bacteriana de nuestro sistema digestivo.
Simplificando al máximo existiría un humano biológico que podemos fácilmente individualizar, pero, el ser humano al ser gregario, es inseparable de la organización que lo humaniza.
Un niño generado en un laboratorio sería biológicamente idéntico a otro nacido en su cultura, y sin embargo serían muy diferentes. Evidencia de esto existe como con los niños salvajes, genéticamente no somos ni paleolíticos ni neolíticos, menos civilizados. El que el ser humano esté organizado de un determinado modo es obra de la cultura, no de la naturaleza, la única pulsión que le debemos a los genes es la de juntarnos.
En los últimos años, cual kantianos, se ha intentado separar al conocimiento entre lo natural y lo cultural de un modo tajante, los neorobiólogos, por ejemplo, quieren comprender a la mente independientemente de la cultura en que ella se despliega; a su vez algunos cientistas sociales y humanistas tildan de fascista cualquier alusión a la realidad sensible, tal visión esquizoide aporta muy poco a la comprensión de ciertos aspectos conflictivos del mundo, la violencia y el control social están en una falla geológica, entre dos placas, la de la natura y la de la cultura.
Segunda delimitación arbitraria: Trasdisciplinariedad.
Por lo dicho anteriormente estamos tratando de comprender un aspecto clave del comportamiento humano que interpela simultáneamente a nuestra naturaleza biológica como a nuestra organización.
Tal como los físicos que hacen colisionar partículas para entender la naturaleza, la comprensión del hombre depende de los conflictos individuales y colectivos, los cuales no podemos observar desde laboratorios. Y estos choque siempre son complejos, exceden a todas y cada una de las disciplinas, empezando por transgredir la frontera entre lo natural y lo cultural.
Como mencioné al final volveremos sobre esto, sólo les dejaré la siguiente apostilla: Pese a que nuestro modo de organización dependa de nuestra mera interacción y no tenga ninguna base genética de todos modos transformarla es tan ambicioso como querer mutar nuestra naturaleza; por otra parte nuestra biología depende de millones de años de selección natural y es en esencia mutable. Es más, el mundo y el universo son el producto de cambios.
Tercera delimitación arbitraria: Intentamos comprender para transformar el mundo.
Por lo dicho anteriormente cambiar al mundo ya no es lo que era; la transformación es mucho más compleja de lo que podíamos ver antes en que parecía que debíamos soltar algunas tuercas y ponerle golillas a otras, sin embargo estamos intentando comprender, esta falla geológica, desde los que buscan comprender el mundo a través de ella con la intención de transformarlo.
Última apostilla sobre naturaleza y cultura.
Así como la cultura se adapta al clima y a las limitaciones de la naturaleza la biología se adapta, rápidamente, a los cambios, incluso a los culturales. Aún no sabemos del todo qué mecanismos posibilitan la epigenética, pero sí sabemos que existe. Los genes son motivados por el ambiente y de ese modo el hijo de unos homicidas en serie podría ser un premio nobel de la paz.
Por otra parte cada vez que pensamos lo hacemos con el mundo a cuestas, que en tanto supuesto es irrelevante que sea el mundo físico o el cultural, para efectos prácticos ambos son la realidad, lo dado. Pensamos hablando, cavilando, y el lenguaje traza las fronteras de lo pensable y decible; es la primera codificación del mundo.
Cada vez que hablamos lo hacemos con el mundo a cuestas y para ese mundo; cada vez que pensamos lo hacemos con el mundo.
Podremos reivindicar la independencia de nuestros cuerpos, incluso la de nuestro cerebro, pero no la de nuestra mente, que es siempre social, cultural. Nuestro pensar habita en esa falla geológica, en donde se puede concebir y hablar de la violencia y el control social.

El siguiente será el programa del curso, está lleno de errores y omisiones, será responsabilidad de los asistentes el corregirlo y ampliarlo.




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