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sábado, 29 de noviembre de 2014
Una oportunidad para comprender a nuestro sistema penal.
Por Ariel Zúñiga Núñez @azetaene

Los derechos humanos son un catálogo realizable a mediano plazo y constituyen el programa de la izquierda ilustrada. Esta frase podría resumir mi libro civilización y derechos humanos que publiqué hace un año y dos meses y que condensa de forma sistemática el trabajo de más de ocho años en esta bitácora. Por lo tanto soy el primero en celebrar que tantas personas hayan apelado a los DD.HH para objetar la acción espontánea de un grupo de transeúntes que linchó simbólicamente a un menor de edad por el supuesto robo frustrado a un anciano. Sin embargo considero imperativo realizar algunas precisiones.
Es fácil engarzar esta acción a una histérica campaña de insegurización de más de cien años y que data de aún antes. Se debía temer a los bolcheviques, luego a los nazis, después a los comunistas, a los vagos, a los dementes, a los “pelusas”, a los delincuentes de poca monta, a los mirachos, a los upelientos, a los sapos, a los cubanos, a los terroristas, a los estudiantes, a los pungas, maricones, punkis, metaleros, hiphoperos, flaites, anarquistas y veganos.
Antes había que temer a las brujas.
En los últimos 20 años podemos trazar una linea continua entre los comerciales de Don Graff de Paz Ciudadana, pasando por Mea Culpa, COPS en el cable, atrapados por la realidad y Emilio Sutherland. Los más jóvenes pueden concluir velozmente que aquellos ciudadanos que se cobraron justicia por mano propia son fachos, tanto como lo es el chileno promedio, y que esto revela lo peor de nuestra sociedad, la vigencia del pinochetismo y la consumación del proyecto neo liberal.
Incluso Carabineros reaccionó frente a estos hechos cuestionando el atentado contra los derechos humanos que había perpetrado una turba, haciendo presente los riesgos de estas acciones, ergo, que debe dejarse a los “profesionales” a cargo de estas “delicadas tareas”. Nadie en su sano juicio consideraría a Carabineros como una institución que pudiese reprocharle a alguien conductas de este tipo, menos que lo haga institucionalmente.
Los comentarios airados han sido tan espontáneos como la acción que se reprocha, y por lo mismo tan destemplados. La agravante es que ninguno de los comentaristas se ha retractado ni le ha dado una segunda vuelta como sí, seguramente, lo hizo cada uno de los transeúntes que participaron en el linchamiento simbólico.
El primer elemento que se debe despejar es que no se trata de una violación a los DD.HH aunque sin duda pudiese tratarse o de un exceso en la legítima defensa de terceros o bien de algún delito sexual en contra del menor. No puede ser constitutivo de una violación a los DD.HH porque solo los órganos del Estado pueden incurrir en esas conductas; los demás deben vérselas con los órganos del Estado si es que comenten algún delito o falta.
Esto último es un argumento meramente formal, pero se hace ineludible mencionarlo en atención a la cantidad de personas que lo pasaron por alto, empezando por muchos abogados.
Lo segundo que debe relevarse es que tras las declaraciones oficiales de Carabineros no se está haciendo otra cosa que intentar reafirmar un monopolio que hoy sienten que se está debilitando. En nuestro país no se aceptaron las detenciones ciudadanas hasta bien avanzada la reforma procesal penal pese a que nunca estuvo prohibida. Es absurdo pretender que haya tantos Carabineros como para aprehender a todo transgresor, en todo lugar y en todo momento. La detención ciudadana es una extensión de la legítima defensa, la que puede ser propia o de terceros.
Según muchos autores el primer derecho que existe, y del cual derivan todos los demás, es el de auto defenderse. Así que es muy importante reafirmar la vigencia de este derecho, el cual posee muy pocas limitaciones. En general la auto defensa debe ser proporcional a la falta y con la intención de contenerla, y dicha falta debe ser contraria a derecho. El límite es la venganza, la que está prohibida al menos en la forma de la vendetta, pero se trata de una frontera difusa que debe evaluarse en cada caso. Lo que se pretende, desde el poder, es que las personas no se hagan justicia por mano propia.
En reiteradas oportunidades me he referido a un caso, que no se trata de un ejemplo rebuscado, por ocurrir cada vez que existen manifestaciones ¿Qué sucede si se sorprende a un policía infiltrado dentro de una organización política? Simple, hemos sorprendido a un delincuente cometiendo un delito, para empezar se trata de una obstrucción a una investigación, al espionaje de asociaciones que están permitidas por la ley y que desarrollan garantías a derechos fundamentales, es decir, DD.HH. Puede ser que no encontremos un tipo legal preciso en contra de ese infiltrado, aunque sí es normal que porten armas, lo que sí los haría incurrir en el delito de porte por lo que explicaré después. El caso es que difícilmente encontremos a un fiscal que investigue a un policía haciendo la guerra sucia y así mismo es muy probable que si se lo detiene ciudadanamente luego sean detenidos los aprehensores. Si es que eso último ocurre se puede argüir la legítima defensa de derechos propios y de los terceros. Esto porque no existe ninguna norma legal que faculte a los policías a infiltrarse por lo que si lo hacen estarán a su suerte, como dicen, tras las lineas enemigas. Y del mismo modo que si yo sorprendo a un pastero que acaba de saltar la pandereta de mi casa me puedo comportar con dicho policía que realiza una tarea contra todo derecho. Los policías sólo son policías dentro del ámbito de sus competencias y respetando a la ley, un policía sin identificarse no es policía, un policía delinquiendo no es policía, un policía violando los DD.HH no es policía. Y si porta armas por ser policía al dejar de serlo, por alejarse de la ley, tal porte es ilegal y debiera sancionarse criminalmente.
Esto que digo no es cuento, que no se nos olvide que Espina y Harboe, los redactores del proyecto de nueva ley antiterrorista pretende autorizar a los policías a infiltrarse. Dicha normativa sería innecesaria si ya contaran con dicha atribución.
Lo tercero que debe ser puesto sobre la mesa es porqué sólo los policías podrían repeler los delitos y las violaciones a la ley. Este argumento se ha reiterado una y otra vez, o bien ha sido el fundamento de otros que descansarían en esa afirmación sin cuestionarla. La verdad es que no existe ningún fundamento para ello, lo único que hace diferente a los policías de los demás ciudadanos es su derecho a portar armas.
Por lo tanto las policías cuentan con el monopolio del uso de la violencia armada pero en ningún caso con el monopolio de la defensa de los derechos de los ciudadanos.
El cuarto asunto es si este monopolio del uso de la violencia armada es propio de este programa de la izquierda ilustrada que serían los derechos humanos.
Aquí debemos acotar que en mi libro se explica hasta la nausea que los DD.HH no se respetan en ningún lugar del planeta, por lo tanto siguen siendo un proyecto. Lo importante es que es un proyecto realizable.
Dicho esto se debe dejar en claro que la concreción de los DD.HH lleva necesariamente a la disolución de el Estado, es decir, de aquella institución que monopoliza la violencia armada. Nada es más contrario a los DD.HH que el sistema penal, y esto incluye a policías, jueces y cárceles.
Quinto asunto, dicen que el linchamiento simbólico es un grave atentado a la cultura de los DD.HH, dicho de otro modo es un pésimo ejemplo.
No pienso que sea el caso, ni lo uno ni lo otro. La educación de los DD.HH no puede ser nunca un culto ciego al pacifismo. Los DD.HH son un anhelo político dentro de una sociedad que los transgrede en cada minuto. Es imposible realizarlo eliminando así sin más a la violencia de la ecuación. Lo que se debe suprimir es la violencia estatal y luego, reapropiado el mundo, intentar limitar la violencia evitando la acumulación de poder. Si cada uno tiene tanto poder como el otro es imposible que se consumen las barbaridades a las que nos tiene acostumbrada la civilización, entre ellas el sistema penal que es la peor de todas después de la guerra. El desarrollo de la cultura de los DD.HH implica la formación de personas integrales, autónomas, conscientes de sí y de sus derecho, y por lo tanto de sus semejantes y su entorno.
Sexto, a muchos se les olvida que los primeros sindicalistas tenían la saludable costumbre de secuestrar a sus patrones hasta que le pagaran lo justo. Hoy sobran personas de izquierda que gritan a los cuatro vientos que se debe esperar a que las instituciones funcionen ¿Habrá algo más facho que eso? Se trata de un culto, incluso fascistoide, a lo instituido. Desde qué prisma estamos juzgando lo existente si depositamos tanta fe en cómo está organizado el mundo. Dicha supresión de la auto tutela de los derechos consiste en un abandono de los mismos ¿o acaso han visto a algún empresario que espere a que las instituciones operen para defenderse? Es una clara desventaja el conceder la defensa de los derechos a los mismos que los transgreden. Esperaremos a los policías para que nos libren del asaltante del anciano y a los tribunales para que sancionen al patrón que incumple las leyes laborales. Olvidamos que los gobiernos y los jueces son colocados ahí por los patrones y las leyes redactadas por sus asesores.
Y si no podemos autodefendernos tampoco podemos funar a los violadores de los derechos humanos.
Séptimo asunto, es tan primordial el derecho a la autodefensa que de él depende el derecho a la insubordinación legítima, es decir, aquello que nos permite desobedecer leyes ilegítimas y deponer tiranías.
Me parece saludable que se estén discutiendo estos asuntos, que sea la propia prensa del capital la que termine acotando que se han violado los derechos del menor detenido. Aunque se debe tener presente que lo hacen porque ven en peligro el monopolio del poder. Están plenamente conscientes que estas pequeñas cosas están minando el orden. Basta con escuchar a Don Francisco utilizando la tribuna que le da la teletón para comprender cuán asustados están.
Tal como mencioné en el artículo anterior una nueva mentalidad surge y se desarrolla, la conversación uno a uno está desentructurando al poder que se había consolidado a expensas de la individuación, privatización y finalmente la separación e incomunicación de todos los hombres; nunca nos hemos comunicado tanto como en los tiempos que corren.
Es imprescindible recordar que el Estado surge gracias a la expropiación de los conflictos individuales, es muy importante que las persones tomen la justicia en sus manos pues así debe ser, y al hacerlo desestatizan la sociedad. El Estado ha vendido la falsa historia que la expropiación de los conflictos se ha hecho para suprimir a la violencia sin embargo gracias a los sistemas penales modernos tenemos los más altos niveles de violencia que una sociedad se haya permitido, lo que ocurre es que la modernidad nos escondió el cumplimiento de las condenas en las cárceles, allí donde no podemos verla.
En el caso en comento existió una vejación, algo que se conoce como una pena infamante, algo que fue suprimido por el derecho moderno. Fue aplicada espontáneamente por una turba la cual sublimó el mensaje entregado por los propios medios. Si uno ve televisión todo el día debiera concluir que a ese joven habría que quemarlo vivo, sin embargo vemos cómo la limitación de la violencia opera incluso en un contexto de euforia.
Hace siglos nos robaron nuestro derecho a hacer justicia, y a esa barbaridad la llamamos civilización. Si cada grupo humano actuara así, identificando a los delincuentes en vez que ser mudos testigos de sus actos, defendiendo a los débiles cuando son atacados, y sancionando en un solo rito, sin muertos, sin años de encarcelamiento, no necesitaríamos policías ni cárceles y les aseguro que aquella delincuencia que ataca a los más pobres estaría erradicada. Un pueblo así de consciente de sus derechos antes de atacar a ladrones de poca monta iría tras los verdaderos criminales y les dará su merecido aún cuando se parapeten en la Casa Piedra.



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