pestañas

Bastará un tenue fulgor para iluminar las tinieblas.

Volver al Inicio

Aumentar Reducir

Tamaño de Letra

Entradas Antiguas

lunes, 25 de agosto de 2014
Mayonesos y mayolesos.
Por Ariel Zúñiga Núñez.


Imperativo se hace volver al meollo del asunto y desde ahí a su raíz. El problema no es la sociología ni sus falsos profetas, ni la necesidad de colocar el pan arriba de la mesa, ni la codicia, ni la dificultad de resistir a los halagos que hace de los triunfos pasajeros la antesala del desastre, ni los mimos de la elite y sus medios, ni las -y los- groupies que aparecen con la misma facilidad con que dispensan felatios fictos y salivados, los que se deben aceptar ya pues caducan al apagarse los focos. El problema no es la historia de pesares, el lastre de dolor con que carga aquel que no le queda más que malgastar su tiempo leyendo y pensando, su doméstica tragedia y su porno emocional. Tampoco del o las modelos que se tropiezan, ni de los gobiernos que entran remodelando todo.
Nadie gasta mil pesos en un libro en que consten aquellos predicamentos de quinceañera pues el lector que se fascina es porque está en una peor posición del que imprime su verborreico escape, al que compasivamente se le compara con la sublimación. Y seamos justos, tampoco el lector se fascina, suele rumiar el día a día con un libro sobaqueado esperando a la musa literaria que caiga rendida ante un párrafo recitado como si se tratase de una verga gorda, erecta y servida al plato.
Lejos de la glamorosa y ejemplar vida del escritor con la que el lector, o paseador de libros en axila, regateador y coleccionista de libros que no lee, y engrupidor furtivo con párrafos de solapa, se esconde el mayor de todos los fracasados, aquel que le fue imposible encontrar un modo saludable de relacionarse con sus semejantes y se ha prevalido de un rebuscado artificio para colocarse por sobre ese pequeño grupo de la población que aún lee y todavía no publica.
Ese escritor siempre será el niño apartado por raro y torpe con la pelota, y ese fracaso lo deberá cargar como un chancho al hombro por el resto de sus días, por más que chapotee en oropeles o que el dinero le permita comprar un coro que silencie esa pequeña voz interior.
Y si el eslabón débil de la cadena del escritor promedio es así se frágil qué queda para aquellos que nos decimos intelectuales. Porque es muy diferente crear mundos ficticios para resolver nuestros demonios que hacer del mundo una ficción y a nosotros los portavoces de la trama.
Dicha petulancia exponencia la fragilidad de nuestros cimientos y fuerza a seguir una serie de rutinas para evitar que la imagen que se ha proyectado de nosotros nos aplaste. Una de ellas, la más vieja de todas, consiste en no retractarse públicamente de nuestros juicios. Es mejor quedar de majadero que de vendedor callejero de la princesa a caballo; como dirían en cualquier cuneta hay que morir en la rueda.
Y fuera de lo transgresor a las normas capitales de la pretendida intelectualidad no se nos debe escapar el colosal error performativo que implica des decirse de una teoría. ¿Acaso creerá ese señor que subirá o bajará la cotización bursátil de la editorial planeta por sus extemporáneos gimoteos? ¿O los millones de seguidores se arrojarán a la pira cual novias indúes y es preciso contener tamaña calamidad?
Siendo justos al señorito Mayol no le habría alcanzado ni para llegar a la segunda vuelta en una elección para semaneros, sin embargo ahí nos lo tuvimos que bancar como aspirante a vaca sagrada y como evidencia biopolítica del fracaso del 2011.
Fuera de todos los miles de errores y horrores, el peor de todos es tratarnos de decir que su tesis fue refutada por la realidad como si en el mundo que tenemos, y lo tenemos así entre otras cosas gracias a los esfuerzos desplegados por los mayolesos, la sinceridad tuviera un lugar.
El rol del intelectual es hablar al último, no el de anotarse como el primer gil que copia y pega el espíritu de la época y corre a las imprentas para firmarlo con su nombre. En el caso en comento hay que ser justos y acotar que no se trató de algo tan elaborado, sino más bien de un pomposo reportaje, con aires de petulancia que solo son posibles en un país de iletrados como este en que los filósofos no cumplen ningún otro rol salvo el de engrosar las tasas de alcoholismo. En un país que se precie habría sido abofeteado por su editor y jamás tal mamarracho habría sido puesto en las góndolas del retail. Un bistec en su ojo amoratado y en tres días asunto resuelto.
Pero en esta republiqueta dio para sesudos comentarios de sobremesa, editoriales, columnas de opinión, cartas al director, tuiteos, laterones eternos de quinta fila de conversatorios, y animadas discusiones entre cacha y cacha en moteles sin tevé cable.
Los estudios internacionales nos avalan, nuestra educación es un asco, y para muestra este botón de oro de como se tragaron tamaño anzuelo y sin carnada.
Fuimos educados por aquellos que aún no superan los sesenta y ahora debemos aguantar a medio país que aún cree en el viejo pascuero del 2011.
Al menos la deshonesta honestidad intelectual de Mayol, aún cuando llegue a destiempo, nos libera de una tontera menos en qué pensar. Esperemos que los estudiantes, los pocos que aún no bajan los brazos, superen pronto este trance de ver a su maestro de capa caída retractándose de sus dichos mientras se guarda en el bolsillo derecho la cicuta.
Es posible que esta primavera no sea desaprovechada y que todo renazca, no como tragedia ni como comedia, sino como energía contenida y comprimida, acumulada por siglos y del cual el 2011 fue un mero anticipo.
Cuando ello ocurra, será tarde o temprano pero sucederá, será aún más entretenido leer la re retractación de Mayol ante sí mismo y la amañada historia de como fueron sus palabras las que inspiraron a que los hambrientos pidieran pan y a los harapientos abrigo.



Deje su Comentario Acerca del Blog

0 comentarios:

Publicar un comentario

Deje su comentario o sugerencia, aunque no sea una crítica. A veces basta un saludo.
Vea los comentarios anteriores.

Otras Webs

Banner Fesal

Contador de visitas

Seguidores