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viernes, 9 de marzo de 2007


La igualdad ante la ley consiste que tanto para el pobre como para el rico está prohibido dormir debajo de los puentes”

Federico Engels.

Producto de los atavismos cristianos consideramos la inherencia de la igualdad de los hombres y eso nos inmoviliza para exigirla. Esto también le permite a los poderosos, que al empuñar esta arma de doble filo, utilizar a la igualdad para justificar cada una de sus brutalidades: Todos tenemos prohibido consumir drogas en lugares públicos y eso justifica la cárcel para todo quien lo haga sea o no indigente. Todos tenemos derecho a que la policía nos ayude a proteger nuestros bienes, es justo que existan más carabineros en lo Barnechea que en la Pintana puesto que a más bienes mayor resguardo. Es justo el IVA ya que todos pagamos 19% por nuestros consumo, tanto la señora por unas bolsitas de té como la cuica por la crema para las arrugas.

Justo dirán, cada vez que uno pida explicaciones.

Es por ello que el gobierno insiste en la justicia de que se le financien los estudios de pos grado a los hijos de las familias más pudientes del país salvo excepciones. Desde su concepto de justicia cuadra el círculo. Incluso, si alguien propone que los estudiantes universitarios pobres de excelencia que deben padecer un martirologio para conseguir un grado, sean los únicos que puedan postular a que el Estado les financie sus estudios posteriores, rasgarán vestiduras hablando de la Igualdad. Dirán que es injusto que el Estado le financie la movilidad social a un grupo de arribistas. No faltará el socialdemócrata por allí, o algún desubicado que todavía no logra entender a Aristóteles que dirá: Es justo que el Estado fomente la movilidad social de un individuo ya que él al salir del fango le tenderá la mano a su familia y serán muchos los que salgan de la pobreza.

Pero. Esto es sólo aplicación de teorías. Dónde se ha dado eso de poderosos preocupados de compartir el poder. A quién le surjan dudas, respire profundo e introduzcase en la historia de China, URSS o Cuba, y vea si los caciques locales se esmeraban (o esmeran en el caso de Cuba) de compartir su poder. Así comprobará que no se trata de una cuestión endémica.

Es por ello que para los poderosos es tan importante la familia, los amigos y las instituciones. Es porque en sus jardines se comparte el poder sólo a cambio de poder equivalente o más poder.

Y es por eso que la Igualdad que declaman es sólo retórica. Y en las calles los evangélicos cantan de que somos todos iguales porqué nacimos a poto pelado y morimos con el poto cagado.

Pelotudeces. No hemos sido, ni somos, ni vamos a ser iguales si nos comemos las migajas filosóficas con que los poderosos nos alimentan.

Es preciso gritar que somos desiguales para que nos indigne y nos movilice en pro de una mínima igualdad.

Es preciso quitarle esa arma a los poderosos, pues aunque sea de dos filos, “el arma nunca ofende la mano que la empuña”, Martín Fierro diz.

www.violenciaycontrol.blogspot.com

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