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miércoles, 19 de marzo de 2008

Del Cinismo a la Hipocresía.

La esclavitud no existe, esa es la conclusión. Entonces cómo llamamos a lo que ocurre en África, Brasil o los buques factorías. Cómo se le llama a que personas trabajen y se les pague con comida, habitación, y aún sus salarios no alcancen a pagar éstos y deban seguir trabajando para pagar el saldo. Cómo se le llama a que niños en Paquistán se los amarre a los cuatro años para que trencen alfombras o que a niñas de Calcuta se las encierre en un subterráneo para ser violadas desde que tienen uso de razón hasta que fallecen de SIDA. Desde luego que en esos casos estamos hablando de “organizaciones criminales”, mafias locales, etc, no de Estados que consideren legítimo y legal tales prácticas. Pero, de qué sirven los Estados y la supuesta legalidad cuando no logran suprimir estas prácticas. Dicho de otro modo, la organización de la economía que fomentan todos los Estados no sólo permite tales prácticas sino que las alienta.

Existen múltiples evidencias de que la abolición de la esclavitud no se realizó con fines altruistas: Alimentar, vestir y cobijar a los esclavos era un mal negocio; el capitalista entendió que era mejor decirle a los esclavos que eran libres y de ese modo ellos verían de qué modo se alimentaban, vestían y cobijaban. Al mismo tiempo ofrecían pagarles por su tiempo lo necesario para que se multiplicara la fuerza de trabajo y nada más que eso, y a veces, un poco menos que eso para alentarlos moralmente.

Con esta primera “privatización”, se terminó nominalmente la sempiterna institución de la esclavitud y nació el proletariado y a posteriori, el infra proletariado.

Para Inglaterra, el paladín de la abolición, la esclavitud le sirvió de título para aumentar su imperio y para legitimar su piratería. Todos éstos son daños colaterales de la abolición de la esclavitud.

Esa situación es desalentadoramente idéntica al discurso “democratízate o te mato” impulsada por el ejército imperial mundial conocido oficialmente como ejercito de los EEUU.

Existen múltiples evidencias también para hablar de la “continuidad de giro” del sistema Estatal desde Roma imperial hasta nuestros días. Sin caer en la trampa de hablar de una evolución necesaria desde uno a otro sí queda claro que el Cristianismo no se adoptó por el imperio Romano por devoción de Constantino II sino por que éste falso discurso de la liberación es el que permite la autoesclavitud sumisa que el sistema Capitalista logra administrar con impresionante eficiencia en los siglos XIX y XX.

El sistema jerárquico y disciplinado, liberal y bestial al mismo tiempo, es posible por el respaldo ideológico del Derecho Romano; y la forma de controlar bastos territorios es haciéndolos sentir libres agrandando el imperio mediante el franquiciado o exportación de autoesclavitud para los gobernantes.

Sin ir más lejos la división administrativa del clero secular de la Iglesia Católica se mantiene intacta desde su cuna Romana y su estructura de Obispado, Parroquia, Arzobispado y Supra Obispado (Obispo de Roma) es idéntica a cómo se estructuraba la Roma Imperial.

Es por eso que ese discurso antirromano impuesto por los fundamentalistas Cristianos y Judíos es bastante sospechoso por decir lo menos.

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