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domingo, 16 de marzo de 2008


El filme documental “The Corporation” de Mark Achbar es uno de los mejores resúmenes de la proclama antiglobalización. Aunque en él se consignan entrevistas a los pensadores críticos más notables del Planeta y a los responsables de las políticas capitalistas (publicistas, analistas, corredores de bolsa) finalmente lo riguroso del análisis lo lleva al precipicio de la fatalidad o de la denuncia simple. Las contundentes denuncias al mundo actual se neutralizan con las propuestas “hágalo usted mismo” de Naomi Klein o a lo Holloway.

Corporación significa para gran parte del mundo una organización con fines de lucro, en nuestro país sucede todo lo contrario.

La Corporativo que critican algunos refiere a un mundo híper racional, eficiente, cortoplacista e indolente. Las decisiones son tomadas por una directiva e implementadas por una gerencia imbuída en el espíritu espartano de la guerra en contra de los enemigos. Su híper racionalidad parcial es sólo una mascarada del mundo irracional que construyen.

Pero ¿cuánto de esas corporaciones termina uno envidiando después de conocer a las chilenas? Quizá, las finalidades de esas organizaciones son las equivocadas más no el modo en que funcionan. La eficiencia es un valor fundamental ya que permite, en teoría, que los humanos trabajemos para vivir en vez que vivamos para trabajar. En nuestro actual capitalismo unos cuantos, pese a la eficiencia, viven para trabajar y las grandes mayorías se encuentran marginadas del trabajo.

Si aplicamos la racionalidad fragmentada de las grandes empresas podríamos proponernos que el país en su conjunto sea un cártel de empresas altamente eficientes que produzcan tecnología a otras grandes empresas o aplicaciones tecnológicas destinadas al menudeo. Nuestro Ministro de Hacienda visitó a finales del año pasado Finlandia para conocer los secretos de su éxito pero algo me dice que se trató más de un viaje recreativo que de trabajo. ¿Qué experiencia de Finlandia puede servirnos en nuestro país? Todas, pero todas juntas. Eso significaría hacer al país de nuevo.

Me imagino a un ejecutivo Finés visitando una “Corporación” chilena: Yo creo que saltaría de júbilo al ver que hacen teléfonos tan buenos que hasta unos neardentales como nosotros podemos utilizarlos.

En nuestras Corporaciones sean ONG, OG o OPG (Organizaciones para gubernamentales) la eficiencia es una palabra pero nada más que eso. Si es que actuaran “eficientemente” en principio debieran despedir al noventa por ciento de su planta puesto que el diez por ciento basta y sobra para lo que hacen: nada. Cuando ellos “ayudan a los pobres” (a seguir siendo pobres desde luego) lo hacen con el alambrito y la goma los cuales se los arrojan desde su superioridad burocrática; pero cuando piden un ascenso o que les aumenten los elásticos y la tinta china, se encorvan casi a los noventa grados y pliegan sus orejas en señal de canil subyugación, ante cualquier burócrata que ocupe un escritorio más alto.

El clientelismo, el asistencialismo y la corrupción, no son accidentes sino que constituyen la regla general; de hecho a todo eso junto se lo llama abiertamente “corporativismo”.

Así como en Finlandia valen los méritos aquí, en gran parte del sistema “productivo”, importan los amigos. Peor todavía, los méritos de alguien no son aprovechados sino que desperdiciados, y su única forma de sobrevivir en aquellos gulags consiste en tolerar el corporativismo.

He visto profesionales que han estudiado en las mejores universidades del país dedicando su tiempo a llamar por teléfono y a poner corchetes: Un relato como este en Finlandia sería comparable al de los marinos del siglo XV.

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