Bastará un tenue fulgor para iluminar las tinieblas.
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Fin de Semana en el Líder.
La traición de Josefina Correa.
“La limosna ofende tanto a quien la da como a quien la recibe”
Nietzche, Así Hablaba Zaratustra.
Durante años se ha roído nuestra dignidad forzándonos a creer que aquellos que nos explotan son quienes nos ayudan. Desde el barrio alto hordas de jóvenes entusiasmistas bajan con sus martillos retráctiles convencidos que la injusticia del mundo se resuelve a punta de pino radiata, polietileno, alquitrán y rezos matinales. En nuestros televisores Josefina Correa, encarnación de la patrona mojigata, nos sermonea con la ayuda que nos dará al no subir los precios de los alimentos.
Hace treinta y ocho años Josefina habría sido amenazada por los upelientos a paredón o a colchón y ella habría respondido lanzándole granos a los generales; hoy ella es una figura creíble que arenga a los chilenos a consumir en su emporio y endeudarse más que lo necesario.
Las antiguas pulperías salitreras al menos tenían la decencia de no buscarse el amor de su obligada clientela; hoy Josefina, con la fusta oculta en su vestido de seda, quiere algo más que explotarnos: Quiere que disfrutemos con eso.
Los alimentos han subido por muchos motivos, no es culpa de los chupasangres locales. Incluso aquí el alza ha sido inferior que en otros lugares. Pero de todos modos el hambre acecha y las políticas de salud orientadas a evitar la obesidad deberán reconducirse para evitar la desnutrición.
La mayoría de los alimentos han subido prácticamente el doble. Hoy en el Supermercado Líder de Maipú las personas vagaban como almas en pena y las gavetas en donde se guardaban alimentos despreciados, como el Jurel y la Caballa, hoy estaban vacíos. Las imágenes recordaban al inicio de una película de catástrofe. Aquellos que tienen niños y deben lidiar con sus magros sueldos deberán optar entre comer o calefaccionarse este invierno, otros entre estudiar o sobrevivir.
Llegarán los entusiasmistas en buses, cargados de Josefinas Correas, a paliar el frío, el hambre y la desesperanza con clavos y ropa pasada de moda, con el pecho hinchado por la mísera limosna arrojada.
Todo cambiará cuando la traición de Josefina sea asumida por los Maipucinos y Floridanos, y utilicen el candor de su odio para asociarse con sus hermanos, con sus primos, aquellos que hoy se los mira en menos como unos flaites, atorrantes y delincuentes, para luchar en contra del enemigo que mora en el oriente de la capital. En ese momento los pobres pasarán menos frío y menos hambre; y los entusiasmistas deberán recluirse en Vitacura, allí donde pertenecen.
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