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domingo, 17 de agosto de 2008

Entre el panegírico y la racionalizacion.


Hace siete años dicté una ponencia en el contexto de un congreso latinoamericano de criminología en la cual argüí que las políticas de “seguridad ciudadana” aplicadas en Chile eran en definitivas campañas de insegurización; que el establecimiento de policías comunitarias era transformar una sociedad en policíaca o reforzar su autoritarismo; y que las campañas de insegurización eran insostenibles a mediano plazo por lo tanto era preciso alternarla con otras de segurización. Sin pretender establecer una ley dentro de las ciencias sociales ni abonar los argumentos de aquellos que sugieren que la historia posee una determinada trama, los datos aún y siempre serán insuficientes como para concluir de esa manera, sí me merezco al menos mencionar su validez en tanto hipótesis pues en el contexto nacional las palabras proferidas en San Pablo a días de la caída de las torres gemelas cobran día a día más sentido.

En los noventa era preciso utilizar la fuerza centrífuga del miedo para dispersar a los individuos aún más, controlar represivamente a lo diferente con total impunidad, legitimar cualquier política aberrante; pero llegado a cierto punto, cumplidos los fines del establecimiento de la utopía capitalista (lo que algunos llaman neoliberalísmo y en dicha exposición denominé tercera vía), se hace forzoso nuevamente congregar, una vez rebarajadas las cartas y con las fichas del lado del gobierno. Se debe decir que las medidas represivas fueron un dolor dispensable, que la violencia con que actúa la policía a cotidiano es un mal necesario, que los millones gastados fueron “invertidos”. En otras palabras se debe mencionar, y sólo mencionar eso en dicho tópico, que las políticas de “seguridad ciudadana” fueron exitosas.

Si las políticas de “seguridad ciudadana” se aplican con la finalidad de atemorizar a la población los índices de temor son el fiel reflejo de su éxito. Pero no es ésto lo que se menciona por éxito en dichas políticas sino la disminución de la variable inventada: La delincuencia.

Cuando se instituye la fundación Paz Ciudadana su objetivo no era otro que suplir el déficit represivo que la democracia formal tenía, por razones obvias, respecto de la dictadura, de paso, para algunos les ofreció la plataforma adecuada para verter las novedosas tautologías neocon diseñadas en los ochenta.

No a causa, pero si con ocasión de Paz Ciudadana, la fundación Libertad y Desarrollo utilizó la econometría típica de los idiotas ilustrados para medir con su huincha elástica los fragmentos de realidad elegidos a su arbitrio; luego Espina y María Pía Guzman se subieron arriba del piano obligándonos a soportarlos de diputados y de fuente confiable en cada panel sobre el asunto. El gobierno nunca contradijo a la fundación, ni constituyó mesas de expertos para que dialogaran, qué decir que los interpelaran; desde el gobierno ningún personero, alcalde, intelectual o congresista dijo algo en contra de ella. ¿Para qué y porqué hacerlo? Si en el directorio cohabitaban la actual ministra de educación y el del interior, el inolvidable señor COPEVA Edmundo Pérez. Mientras discutían por los medios la élite tenía clarísimo quien era y en contra quienes era su lucha.

En esa época, en que había que atemorizar, nadie pretendió aplicar encuestas victimológicas, es decir, aquellas que intentan cuantificar cuantos han sido víctimas y de qué hechos ilícitos, sino que bastaban y sobraban los cómputos de denuncias y detenciones: Lo paradojal, para los legos, es que el miedo producido por las políticas públicas aumenta las denuncias, y el aumento de la represión las detenciones. Ello aseguraba que las cifras siempre estuvieran en aumento lo que legitimaba la inyección de ingentes recursos y de más represión. Como se trataba de un acuerdo en que participaba la élite en pleno, todos los cauces conducían a dicho molino y tanto gobierno como oposición, mientras la izquierda se ocupaba del pasado, como los medios de consuno, machaban a la población con la cantinela que nos enfrentábamos a un flagelo que amenazaba nuestra supervivencia. play En el 99 dicté una ponencia en Montevideo sobre este asunto y desde este enlace se pueden descargar los primeros treinta minutos de audio. En esa época estaba claro, con los datos existentes, que la delincuencia, fuera lo que fuera se entendiera por ella no había aumentado.

Sin embargo luego que ganara Ricardo Lagos las elecciones presidenciales era preciso capitalizar todo ese miedo sembrado por casi una década y por esa razón se comenzó a elaborar las encuestas victimológicas que recién hace dos años se exhiben con publicidad para defender “el éxito de los gobiernos de la concertación en el combate a la delincuencia”.

El subsecretario del interior Felipe Harboe expuso hoy domingo acerca de las políticas sobre seguridad pública ante las loas de los panelistas del programa de televisión Estado Nacional. Lo que antes era el pleno acuerdo en que todo estaba mal y había que construir más cárceles, contratar más policías, dotarlos de última tecnología, hacer más eficiente el sistema de persecución criminal; hoy es el concierto sobre que todo lo hecho fue adecuado y razonable, y se debe hacer más en ese sentido, ya que las políticas fueron exitosas: La delincuencia ha disminuido.

Pero la delincuencia nunca había aumentado; la primera víctima en esta guerra de baja intensidad fue la verdad, o la razón si usted prefiere, puesto que los datos le permiten a las élite afirmar mediante la racionalización que están en lo correcto pero sus supuestos, sus axiomas, no resisten el menor análisis. Todo se trata de una catedral gótica construida sobre un grano de arena diseñada para que usted y yo avalemos que el gobierno democrático disponga de más poder que el de dictadura, el que puede utilizarse arbitrariamente en contra de cualquier pobre; y si usted no es pobre todo asegura que si le buscan le encuentran, si lo duda pregúntele a Jorge Lavanderos.

No me sorprendería que en un lustro, o quizá antes de eso, se emprenda una nueva campaña de insegurización con el objetivo de correr los cercos en nuestro desmedro y en favor de la élite.

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