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El Nobel.
Por Ariel Zúñiga Nuñez (Azeta Ene)
El reciente Nobel de la Paz a Barack Obama ha implicado una serie de críticas acerca de los motivos y motivaciones para otorgar dicho galardón. Alfred Nobel, químico y empresario sueco, legó en fideicomiso toda su fortuna para que la academia sueca asignara un premio anual a los científicos más destacados. Para limpiar su imagen pública, aunque esto fuera post mortem, instituyó también el premio de literatura y de la paz. Este último lo decide Comité Nobel Noruego del Parlamento Noruego.
En el ámbito de la ciencia ningún reconocimiento se equipara al prestigio que concede el Nobel. Sin embargo, las categorías a galardonar al ser definidas por el capricho del mecenas, en primer caso, por la concepción de la ciencia de hace diez años y por la posición conservadora de la administradora del fideicomiso, la Academia Sueca, hace que lo relevado sea sólo una dimensión de la ciencia. Es así como en Medicina, por ejemplo, se fomenta las terapias génicas y en Economía, el productivismo. Este último premio no lo instituyó Nobel en su testamento sino que el Banco Central de Suecia, de hecho se llama Premio Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, sin embargo lo administra la misma academia.
La Academia Sueca contribuye a frenar los cambios de paradigma en la biología y en la economía reconociendo sólo los aportes de quienes contribuyen a la conservación del statu quo aunque tal trayectoria conduzca irrevocablemente al despeñadero.
En cuanto a la literatura y a la paz se ha impuesto un criterio antojadizo que oscila entre limpiar las culpas burguesas y coloniales hasta galardonar lo "popular", de modo de popularizar el certamen, como en la reciente premiación a Obama.
Las razones de condecorar al recién asumido presidente de los EEUU con el premio Nobel de la Paz son las mismas que utilizaron los publicistas que proponían, hace poco tiempo, a Michelle Bachelet, nuestra presidenta, para el galardón. ¿Qué aporte ha realizado Bachelet a la Paz mundial? Ninguno, pero el investir con la más alta magistratura a una mujer, que además fue víctima de la dictadura, bastaba y sobraba. Eso demuestra la devaluación, o bien, la real importancia del premio Nobel. A Obama se lo ha premiado por ser afroamericano y llegar a ser presidente. Ambos argumentos son sexistas y racistas, para un hombre blanco el llegar a la presidencia no es razón para ningún reconocimiento adicional a los protocolares.
Por lo tanto iniciar o sumarse a la discusión bizantina sobre si Obama se "merece" el Nobel o no es una pérdida de tiempo. En primer lugar los Nobel no se merecen, son otorgados por una camarilla de personajes con el poder para hacerlo, es su arbitrariedad razón suficiente de "merecimiento". En segundo lugar la escasa y nula contribución a la paz es coherente con la escasa y nula contribución de muchos de los galardonados a sus áreas específicas, en especial en la literatura, la economía y la biología, en ese orden.
Obama, el testaferro de los intereses inconfesables del complejo militar industrial estadounidense, elegido para "blanquear" la imagen de los EEUU en el mundo, no ha sido ningún aporte a la paz, todo lo contrario. Que su retorica sea distinta a la de los "halcones" no hace la vida más sencilla ni a los prisioneros de Guantánamo ni al pueblo afgano. Han sido los presidentes "demócratas" de los EEUU quienes han iniciado las más brutales conflagraciones armadas o las han administrado. Fue un presidente demócrata quien involucró a los EEUU en la guerra de Vietnam luego del montaje del golfo de Tonkín; fue un presidente demócrata, Kennedy, el responsable de la "bahía de cochinos".
La razón por la que el premio Nobel se encuentre sobrevalorado en nuestro país se debe a la influencia de Neruda. El vate recibió años antes el "premio Stalin" a la excelencia. De modo chauvinista se quiere exaltar el "triunfo del país" en Neruda, al tiempo que parte de la izquierda intenta erigirlo en una especie de santo laico, junto a Allende. Ello obliga a relevar al Nobel, incluso a discutir si alguien se lo merece o no olvidando que el premio poco o nada tiene que ver con la literatura, con la ciencia o con la paz. Todas estas conductas son posibles gracias al cristianismo subyacente en nuestra izquierda que la hace incapaz de vivir su día a día sin cultos, sin santos y sin dioses lo que permite que tengan éxito las ideologías que sustituyen a las figuras y a la vez conservando intacta a la estructura.
En reflejo del mundo que canoniza a Obama -tal cual antes se lo hizo con otros personajes que poco o nada contribuyeron a los ideales con que se esmeran en vestirlos- en la izquierda latinoamericana se busca canonizar a otros, de modo de poseer un santoral alternativo, omitiendo que el único avance consiste en no tener ninguno.
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