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jueves, 15 de octubre de 2009

Violencia en la plaza Italia.

Por Ariel Zúñiga Núñez (Azeta Ene)


Un país es una entelequia, un mero juego de palabras que mientras más complejo y extenso, más esconde y menos evidencia. A pesar de ello el nacionalismo goza de buena salud, aunque sólo sirva para definir límites policiales para el resguardo del saqueo transnacional, para inventar enemigos externos o internos, y para el deporte.

¿Y qué más necesita el poderoso para gobernar?

Podríamos agregar un poco de pan. En fin ningún problema es tan grande para que no se solucione con futboleros, amasanderos y, finalmente papelilleros.

Lo reseñado hasta aquí no es nada más que la fórmula de la “gobernabilidad” aquello que los neo embusteros, socialisé de quinto enjuague hoy denominan gobernanza.

Verborrea, palabrería, entelequias, en suma, ideología, el cemento que coliga a todos los elementos dispersos para que sean funcionales a la cúpula en consenso.

Los despachos en directo son la oportunidad de comprobar las limitaciones intelectivas de nuestros periodistas, en especial cuando se trata de espectáculos, sean o no deportivos. Uno de ellos exclamaba anoche que “personas se habían trasladado a la plaza Italia sólo para producir desmanes”. Se trataba de una quincena de adolescentes, aproximadamente de trece años, que a golpes de puños, botellas y amenazas, sustraían las cámaras de video y fotográficas, y los celulares a los “hinchas”. Uno de los asaltados, quien por su acento y facciones era evidente que “se había trasladado” unos cuantos kilómetros desde el sector oriente, culpaba a los “flaites” de los desmanes. Sus declaraciones se podrían resumir con la siguiente frase, “dejen que los cuicos celebren en paz en el territorio de los flaites.”

En esta comedia de equivocaciones, que se reitera fatalmente en cada evento masivo de público acceso, queda evidenciado el delgado barniz con que los medios intentan exhibir como homogéneo a este fardo enzunchado llamado Chile.

Lo que hace del “descubrimiento de América” un mito es que los “descubiertos” ya estaban aquí hace milenios, asimismo los cuicos, o niñitos ricos, pasados de revoluciones que asisten a la plaza Italia acarreados por los medios para agitar una bandera son los invasores, y aquellos que viven ahí y en sus inmediaciones sólo actúan con la violencia que los arroja la marginalidad a que se los obliga. Marginalidad en aquella sociedad en que los cuicos disfrutan, al punto de salir a celebrar como si viviéramos en el mismo país. ¿Quién es el pelotudo que cree que la Plaza Italia es un lugar intermedio, un sitio pacificado y desclasado? Pues nadie, o nadie con dedo y medio de frente.

¡Viva Chile mierda! Gritan, y la pregunta es a cual país se refieren.

Desde luego el que lo diga piensa en un invento, en palabras desnudas, pero es muy distinto vestir de ojotas que de botas y espuelas de plata, y es muy diferente alentar a un país del cual uno es accionista que a uno que es una mera bandera afirmada por pacos, policía militar que apalea todo cuanto se mueve.

Cuando quieran celebrar vayan a la Plaza San Enrique ahí encontrarán a los suyos, a los habitantes de su país; si bajan se encontrarán con el nuestro, con el de los flaites, y deberán regresar a sus casas, una vez más, sobándose para callao.


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1 comentarios:

elforest dijo...

Me gustó la entrada, es la pura realidad.

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