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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Un principio ético para una izquierda en ciernes.

Por Ariel Zúñiga Núñez (Azeta Ene)


Si gana Frei será por nuestra cobardía, si gana Piñera será el comienzo de duros días de lucha ¿O creen que le será fácil a ese hueón gobernar sin socialistas infiltrados en los sindicatos y organizaciones estudiantiles? Duros días, de política en serio, no de pancartas en roneo sino que de acción directa, huelga, sabotaje y violencia organizada. Ya no existirán concertafachos para mediar.”


Tengo 32 años y la primera y última vez que participé sistemáticamente en una campaña presidencial fue en la de Manfred Mac Neff, cuando aún no tenía edad de votar. Era el modo de enfrentar el descontento por ser marginado y perseguido por los ministros de educación de la época: Ricardo Lagos Escobar y Jorge Arrate Mac Niven; y de canalizar la infinidad de preguntas carentes de respuestas propia de principios de los noventa. Ganó Frei, el mismo que algunos quieren reelegir como “mal menor” y tuve que terminar mi enseñanza media en Temuco luego que me expulsaran del Liceo de Aplicación y no existieran posibilidades de matrícula en la región metropolitana.

Muy temprano una pesada nube gris se posó sobre nosotros, lo suficientemente densa como para comprender que el enemigo era la concertación, sólo la concertación y nada más que la concertación. Estudiaba en Valdivia y nos enfrentamos a la aprobación por secretaría, a instancias del Señor Frei Ruiz Tagle, contra todos los informes técnicos (incluyendo los laborales), del proyecto CELCO que destruyó para siempre la cuenca del río Cruces junto a sus cisnes y peces; también a la imposición de Ralco y Pangue, contra todos los informes medioambientales y antropológicos encargados por el propio gobierno, y los airados reclamos del pueblo mapuche.

Nadie me va a decir que Frei es diferente pues viví aquella época de sopor, entre la consolidación de la concertación y el arresto de Pinochet en Londres. En que no pasó nada en este país, algo así como un San Rosendo de quince millones de habitantes. Nada pasó, nadie reclamó, y Frei hizo lo que quizo, moldeó el país a su antojo, privatizó todo y lo abrió de piernas al magreo del capital transnacional. En la TV Jorge Hevia y Margot Kahl nos despertaban y Kike Morandé, Cecilia Boloco y Alvaro Salas nos daban las buenas noches.

Hasta que reapareció Pinochet y su insoportable voz de huaso ladino.

Como antipinochetista siempre me negué a concederle la más mínima importancia al “general”, siempre he sospechado de esa perversa relación edípica que algunos han establecido con el dictador. Muchos celebraron su muerte y luego han padecido un vacío existencial hasta la fecha. Por eso no participé de las masivas protestas en contra de su instalación en el Senado, ¿si habíamos tolerado su constitución porqué debíamos hacer una sola excepción a sus reglas? Cambio de constitución, nada menos, si molestaba el dictador en el hemiciclo debía también molestar todos lo demás que se toleraba hipócritamente de modo transversal. Así que me marginé de las manifestaciones encabezadas entre otros por Jorge Lavandero, y que fueron tan sólo un anticipo.

El despertar de mi generación dormida al ser detenido el dictador lo cambió todo, otra vez los sueños, las ideas y las posibilidades de cambiarlo todo. Llegó la elección presidencial y ya Frei, Insulsa y Arrate defendían a Pinochet en Londres con más ganas que talento (llegaron al escándalo de cuestionar la jurisdicción del tribunal inglés EN EL TRIBUNAL INGLÉS, las consecuencias nefastas que produce el estudiar de memoria y luego hacerse el abogado)

Sabíamos quién era Frei, Arrate, Insulsa, Lagos y también los comunistas, sus pequeñeses, su sectarismo, su elitismo decadente, su displicencia por el presente debido a su política estancada en un pasado chileno, soviético y habanero. Éramos los perdidos, los marginales, demasiado cuicos para ser flaites, demasiado flaites para ser cuicos, demasiado libres y soñadores para ser parte de una izquierda que sólo pensaba en los enemigos y en su culto al dolor. Realizamos una pequeña campaña de desprestigio a la burda elección con un panfleto que fusionaba a Lavín y a Lagos en el mismo rostro “Laguín, tu candidato por el cambio”. Llamamos a votar nulo o no inscribirse entre nuestros cercanos, vecinos, familiares y compañeros de universidad y recibimos de vuelta los mismos penosos retos de los matones que llaman traidor al honesto y estúpido al que disiente. El partido comunista subsidió a Lagos a pesar de todas las bravatas, y lo volvió a hacer con Bachelet.

La larga primavera terminó con Lagos en el gobierno y Pinochet desfilando en el Aeropuerto Pudahuel. La concertación se merecía un paro general, una temporada de manifestaciones hasta que Pinochet fuera enjaulado, pero era tal la sensación de derrota que nos embargó que quedamos embotados, incapaces de sublimar el vejamen, destilando el dolor en privado con versos de dudosa calidad:


El Canal Católico no deja de transmitir basura ni en el día del señor

Se discute si empelotarse y mear en público es arte o qué cosa

El circo cambia pero sigue actuando con los mismos tonys

con los mismos chistes

El asesino ahora es el “Tata”

El inhumano irracional invoca “razones humanitarias”

El enfermo danza y le hace un cara pálida a todo el mundo

pero sigue enfermo

La leche en polvo no tiene leche

El queso fresco es no-leche con gelatina

la no-leche es agua con mantequilla

No se puede tomar en la universidad

pero anda a comprar copete con una mochila.”


Así llegamos a la crisis mundial en la que estamos sumidos, la cual coincidió con una reconstrucción del tejido social que exigió cambios. Estaba dispuesto a inscribirme y hasta votar por un Hirsh o por un Navarro, pero ingresó Arrate, sí, el mismo, uno de los pocos personajes casi tan concertacionistas como Lagos o Boeninger dando golpes de mandoble exigiendo terminantemente ser ungido candidato de la “izquierda”. Eso fue un misil abajo de la linea de flotación, eso destruyó cualquier posibilidad de convergencia. El problema mayor no era el candidato en sí sino que la concertación actuara dentro de la izquierda como si fuera su patio trasero. Los comunistas salvaron lo suyo y vendieron todo por un par de migajas (al menos no lo hicieron gratis como con Lagos y Bachelet). La historia nos ha dado la razón, Arrate fue instalado por la concertación como segundo candidato a sabiendas que Frei no prendería, se lo cuidó, se lo mimó, los medios lo transformaron en un suceso pues contaba con el sello de calidad del partido transversal.

Anular el voto no es expresión de perplejidad ante el complejo escenario, de indiferencia, o de la aplicación dogmática de textos escindidos de la realidad, a veces sencillamente no queda otra opción. Votar por lo menos malo no es repudiable, todo lo contrario, el problema que se ha suscitado en las últimas tres elecciones presidenciales es que no ha existido ese mal menor. La concertación es la continuación legal, institucional y hasta doctrinaria e ideológica de la dictadura y dispone del “miedo” a una derecha ficticia, que guarda dentro de un clóset como algunos padres al cuco, para despertar los traumas del pasado obligándolos a votar con sus cicatrices.

Muy pocos se han liberado de esa extorsión moral, G 80, el MPT, el Bloque por el Socialismo, entre otros, llamaron explícitamente a anular, antes sólo lo había hecho Hirsch en la segunda vuelta de Bachelet tal cual habían acordado anteriormente con el PC, eso destruyó a un exitoso Juntos Podemos. Muchos nos sumamos a la campaña literaria y gráfica por el voto nulo o la abstención, y al boca en boca; sufrimos ataques y descalificaciones, la más ruin, también la más común, la imputación de trabajar para la derecha.

En política son válidos todos los medios de lucha TODOS, eso incluye lo electoral. Es fundamentalista descartarlo de plano pues la abstención no resuelve nada por sí misma. Es imposible cambiar el mundo con el sufragio pero la lucha es más compleja y se libra en distintos frentes y se debe ser capaz de sostenerla en todo momento y lugar, y luego vencer. Algunos ya han estatuido un verdadero culto al dolor, al fracaso, a la derrota y la marginalidad, la izquierda se propone vencer, la superación del sistema de dominación, y eso exige disputar cada posición por más insignificante le parezca a algunos.

Las elecciones del domingo me dejaron un gusto amargo luego de conocer las cifras oficiales de nulidad presentadas por el gobierno el día domingo (apenas un 2,6%). Hasta reaccioné airado por la escasa anulación de votos, a pesar de todo el ruido, sobretodo porque muchos de los defensores de la nulidad se convirtieron convenientemente al arratismo y al meoísmo a última hora.

Tuve que beber, comer, dormir e ir al baño para rebarajar los naipes en mi cerebro, y después de muchas horas debo reconocer que no fue tan insignificante nuestro aporte si este se mide en función de los resultados: Sólo entre los inscritos en los registros electorales la nulidad y la abstención es comparable a los votos de Marco Enriquez Gumucio; si sumamos a todos los no inscritos, entre ellos yo, hace un total de más de un millón de votos a los obtenidos por Piñera, es decir, la suma entre los de Piñera y Marco Enriquez Gumucio*.

Al parecer nuestra campaña no fue tan estéril como lo que se quiere afirmar, y eso explica la resistencia que ha producido en especial entre los defensores del statu quo concertacionista. Sólo espero que se cumplan las promesas de aquellos arratistas y meoístas de última hora que han gastado mucha saliva y tinta publicitando que anularán para segunda vuelta. Un triunfo de Frei sería un síntoma inequívoco de que a esos izquierdistas los venció el temor al cuco. Ello minaría a la izquierda revolucionaria en ciernes en dos flancos:

1º La subsunción de gran parte de la izquierda en el aparato del Estado debido a la institucionalización del PC como quinto partido de una alianza gobernante que es capitalista a ultranza, defensora de los intereses trasnacionales y expoliadora de los recursos naturales en la cual los seres humanos son otros bienes más a explotar. La consolidación de esa alianza beneficiaría a los cuatrocientos mil miembros del partido geriátrico y a nadie más lo que haría más intensa la represión simbólica en los movimientos sociales porque provendría desde adentro, tal cual hoy lo hacen los “socialistas”. La izquierda para subsistir, incluso para diferenciarse, debería actuar con tal radicalidad que le impediría la creación de un movimiento masivo capaz de disputar el poder político hoy monopolizado por la elite y sus lugartenientes concertacionistas;

2º Las promesas de nulidad rotas con votos a Frei mellarían la ya debilitada confianza existente entre los miembros de la izquierda. No nos asociaremos con miedosos, pusilánimes e indecisos cuyas palabras parecieran escritas en el agua. Si dijeron nulo, “por Frei ni cagando”, “bajo ninguna circunstancia” deben tolerar las consecuencias, la fundamental, resistir el ataque concertado de los “desconcertados” que culparán a los únicos decentes y consecuentes del triunfo de Piñera.

Lo que muy pocos entienden, quieren entender o se resisten a hacerlo por estar en juego sus prebendas o plazas laborales, es que la izquierda no debe actuar electoralmente como un cuerpo de enfermeros del gobierno de turno. Las disputas de la patronal pueden abrir fisuras que la izquierda puede utilizar para abrir el dique por eso no sólo es cobarde sino que además es estúpido querer salvar a la concertación. Aún más, la concertación se alimenta de la izquierda como un parásito, de su historia, su memoria, su organización y hasta de su estética, sólo la aniquilación de la concertación hará posible el renacimiento de una izquierda revolucionaria propiamente tal, unida y masiva.

Si gana Frei será por nuestra cobardía, si gana Piñera será el comienzo de duros días de lucha ¿O creen que le será fácil a ese hueón gobernar sin socialistas infiltrados en los sindicatos y organizaciones estudiantiles?. Duros días, de política en serio, no de pancartas en roneo sino que de acción directa, huelga, sabotaje y violencia organizada. Ya no existirán concertafachos para mediar.

Que quede claro, jamás nadie ha llamado desde aquí a votar por Piñera, ni por acción ni por omisión. La convocatoria es a algo más, a reconciliarnos con nosotros mismos, ser auténticos, aceptar que la política es el arte de hacer posible lo imposible no el arte “de lo posible” como nos tienen amaestrados. Nuestro rol no es “evitar que gobierne la derecha”, que dicho de paso gobierna hace 36 años de modo incontestable, nuestro leitmotiv es otro, es hacer la revolución. Para ello necesitamos un principio ético desde cual partir, el test de la blancura (o de la rojura, o la rojinegrura) es actuar movidos por nuestras convicciones no por el miedo como unas timoratas beatas provincianas.

El peor escenario es que gane Piñera habiéndose bajado los pantalones toda esa izquierda que amenazó anular y que sucumbió a la campaña del terror orquestada desde la Moneda: Ese será el triunfo de la derecha.

* En las elecciones presidenciales y parlamentarias del 13 de diciembre, de los más de 12 millones de chilenos y chilenas de más de 18 años, y, por tanto, habilitados para votar, sólo lo hicieron 6.539.570 de personas. Más de 8 millones están inscritos en los registros electorales, pero mucho más de un millón simplemente no acudieron a sus mesas de votación respectivas. 200 mil personas anularon el voto y más de 80 mil dejaron el sufragio en blanco. Es decir, un 47 % de los potenciales electores en edad de votar no lo hizo. La crisis de representatividad de la actual democracia tutelada que administra el país desde hace 20 años es un hecho incuestionable." ELECCIONES 2009: EN CHILE PERDIERON LOS TRABAJADORES Y LOS PUEBLOS, Movimiento de los Pueblos y de los Trabajadores, MPT.


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4 comentarios:

Von Pathoven dijo...

Amigo;
habrá que detener esa tembladera en las canillas y hacer un juicio permanente a El fantasma de la sinrazón o la ceguera, para que de una vez los sueños, las ideas y las posibilidades de cambiarlo todo triunfen.

Abrazos

Li Chong dijo...

Algunas abstracciones:

La derecha formal: Concertación.
La derecha material: la derecha.

Definición tautológica.

Anónimo dijo...

y ante la posibilidad de que Piñera se adjudique la Moneda: cree usted que se agudizarían las contradicciones, abriendose así un posible momento revolucionario??

azeta dijo...

Eso no funciona como una ecuación aritmética. La política es voluntad, las condiciones objetivas están presentes hace mucho, nunca antes el dominio se había ejercido de un modo tan intenso como en los últimos años sin producir nada. Que Piñera gobierne, sin poder mediar los conflictos adentro de los movimientos y con un cartel que dice "soy de derecha y estoy con el empresariado", evidentemente lo obligará a ceder y eso le generará una crisis con la derecha. A lo que voy, Piñera hará un gobierno populista por lo que el temor de las elites es real pero del pueblo es absurdo. Las condiciones sólo se pueden extremar si se une la izquierda y hace de su voluntad un ingrediente al sistema político, aditamento que hoy está ausente pues sólo opera en la marginalidad.

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