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jueves, 4 de marzo de 2010

Más peligroso que ignaciano con martillo.

Por Ariel Zúñiga Núñez



El país está en el suelo pero no veo nada nuevo bajo el sol.

Chile ha estado siempre a medio morir saltando, de crisis en crisis, en o al borde de la mendicancia.

Y la izquierda no posee "bases" ni organización alguna para responder ante la catástrofe, ha quedado demostrado de la peor forma.

Es absurdo solicitar o recibir ayuda cuando no se poseen las herramientas organizacionales para distribuirla, al final se trata nada más que un alivio para nuestra culpa y ninguna solución para los que sufren.

Lo que ocurre es una calamidad y quizá el modo en que puedan colaborar desde afuera es haciendo ver el triste espectáculo que brindan nuestras autoridades, y cómo sólo la radical transformación de nuestras instituciones -y los dogmas que las fundamentan- podrá resolver lo que ocurre.

Existe dinero, y recursos, para avocarse a la catástrofe, desde dentro del país. Es más, tanta ayuda gratis puede afectar seriamente la economía del Chile por lo que debe crearse un sistema económico, de catástrofe, para asegurar tanto la prestación de servicios básicos y alimentación como el EMPLEO. Por lo que debe ser el Estado quien asuma la tarea de reconstrucción, encuentro absurdo movilizar a grupos de ayuda para cooperar con una familia, cien personas o una villa, EXISTEN DOS MILLONES DE DAMNIFICADOS.

Tendríamos que detenernos todos los chilenos de nuestras labores cotidianas e ir a ayudar, piensa que hay barrios completos en el suelo en Santiago y sus alrededores, esto será recién un problema para cuando lleguen las lluvias, por mientras todos se avocan a lo urgente olvidando lo importante.

Hay alimentos y hay dinero para comprarlos, los que están mal son los que fueron barridos por el maremoto y ahí no se puede hacer nada pues se debe llegar en helicópteros.

El problema es que cuando se acabe el dinero ya no habrán empleos y eso vaciará las ciudades devastadas aunque les llevemos agua y sanwdiches por toda la vida.

El otro gran problema es que no se tiene es techo, y para construir viviendas a DOS MILLONES DE PERSONAS, no se necesitan manos, se necesitan mentes y bocas para producir organizaciones gubernamentales que se avoquen a la situación. Las casas que se requieren no se construyen sobre la base de buena voluntad de espontánea solidaridad, se requiere una industria pública que se avoque a la tarea con la racionalidad taylorista.

Se debe crear una especie de ministerio de emergencia y reconstrucción, con fondos para cinco años, con empresas que construyan viviendas definitivas, no universitarios que vayan a construir campamentos. No debe propiciarse el voluntariado, debe contratarse mano de obra regional, lo que por sí sólo resolverá el problema económico.

Si se deja todo al arbitrio de la caridad empresarial y juvenil los efectos sociales, empezando por los demográficos, serán incalculables: Los afectados por el cataclismo se mudarán a Santiago, aumentando la indigencia, el hacinamiento y el desempleo. La zona del maremoto, hasta hace una semana una pujante comunidad turística, quedará vacía, servida en bandeja a las grandes empresas que las quieren utilizar (y la utilizar) para proyectos extractivos y depredativos, léase CELCO y “bosques para Chile”.

Concepción quedará reducida a lo que hoy es Valdivia, Talca a Melipilla, te estoy dando ejemplos reales pues alguna vez Valdivia fue la segunda ciudad del país y hoy no es ni un pueblo, producto del maremoto del 60. El caso de Melipilla es parecido pues ahí fue el epicentro del terremoto del 85'.

En fin, sólo un estado fuerte, keynesiano, puede emprender una reconstrucción planificada de la zona devastada. Ni lo pueden hacer las empresas ni las organizaciones existentes o las espontáneas. Ni nacionales ni internacionales. La acción de muchas de ellas más que ayudar estorban y entierran las posibilidades reales de una reconstrucción sustentable. Si llenan la zona de mediagüas ocuparán los suelos disponibles y la solución “provisional” será la definitiva.

Así como Bachelet pidió hospitales modulares, pues construir uno de verdad demora cinco años, lo que necesitamos es construir viviendas modulares, no mediaguas. En Venezuela existe un proyecto de PETROCARIBE de casas prefabricadas con bloques de polímeros; en Chile está parado hace tiempo otro proyecto de casas con bloques de hormigón liviano y otras de piedra pome.

Donde se debe ejercer la presión, por lo tanto, no es al arribo de recursos sino a la constitución de instituciones permanentes que se avoquen a esta tarea tal cual lo haría un país en guerra, es decir, creación de empresas estatales (no la estupidez de las concesiones pues demoran y se prestan para fraude y especulación) sino que expropiación masiva, empresas productoras de viviendas modulares (prefabricadas pero definitivas, antisísmicas e ininflamables) en la zona norte y centro del país, campamentos móviles para los damnificados, utilización de la mano de obra del sitio de la catástrofe para la demolición de los terrenos, construcción de infraestructura, etc.

Si no se hace eso las personas terminarán migrando a la capital lo que en vez que solucionar el problema lo trasladará y agravará, léase, proporcional a la migración de los años treinta del siglo pasado (sin duda la peor calamidad que registre nuestra historia)

Para recuperar las zonas se requiere de un plan sostenido por años, uno que nunca se aplicó en Valdivia y eso explica que aún estén los puentes que construyeron los gringos pero sigue siendo una ciudad fantasma.

Resumen, captación de recursos internacionales para que financien una acción permanente no una mera reacción culposa y caritativa, giro en 180º a los dogmas de fe neoliberales en la zona de catástrofe para que reconstruyan las ciudades y poblados de forma sólida y definitiva, asegurando la recuperación de fuentes productivas para que puedan prosperar autónomamente después de cinco años.


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