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viernes, 9 de abril de 2010
A Christian Matke.

Por Ariel Zúñiga Nuñez


Me manifiesto escéptico al fatalismo, corolario de cierto determinismo, que Christian defiende. Aunque parece que sólo lo hace con un afán retórico, pues, al mismo tiempo, defiende la voluntad creadora del hombre, y en específico de la izquierda, como vehículo hacia la utopía, o como freno de la distopía. Era de los que pensaba a las crisis como "oportunidades" de poda de población excedente pero cada vez me seduce más la idea de que este mundo, en que nadie posee ni el manual de instrucciones, ni los cuatro ases de la baraja, la historia se hace en parte por la estructura física, química, biológica y cultural; la voluntad (que para el caso es un misterio); y el azar, como humildemente afirmaba Maquiavello. Este último componente, mítico según algunos, también es, para el caso, un misterio.

Por lo tanto el futuro no lo concibo ni como un abismo al cual nos conducimos ciegamente ni a una naturaleza subvertida por la omnipotente inteligencia del hombre, capaz de domeñarla. Mis fichas no están, por lo tanto, ni en el casillero de Jared Diamond ni en el de la cornucopia, ni en lo que afirma Matke. Aunque sí tengo claro que la sobrepoblación mundial se "regulará" de alguna forma y eso permite avizorar genocidios aún mayores que los que hemos conocido y sufrido.
También, y esto es una obviedad, el Estado (el que sea) es una estructura asimétrica e injusta de poder, por lo cual, no me manifiesto en contra de la justicia ni a favor del olvido sino en contra del olvido conveniente de esta obviedad.

Justicia y Estado, son categorías que se repugnan salvo que redefinamos justicia según el discurso del poder.

Por eso es tramposo, no digo que las víctimas lo sean sino que se encuentran entrampadas (y me parece que a eso va Matke), hacer de la política la existencia de una justicia retrospectiva en vez que una prospectiva.

En síntesis, el homenaje a las víctimas no pasa por exhibir cabezas en la pica de sus verdugos, muchos de los cuales ya han muerto o morirán porque somos seres finitos, sino por construir una organización humana en que la justicia sea posible.

Mientras exigimos justicia retrospectiva el Estado sigue devorando víctimas y el rol de la izquierda no es el de instituirse en el santo oficio y estar devolviendo el tormento a los agentes oficiales u oficiosos de la clase dominante. Quién mira atrás, y sólo mira atrás, está incurriendo en un error, asimismo quién exije justicia en la ilusión de que ella es posible en un Estado. A grandes rasgos resulta hipócrita, y políticamente nefasto si se hiciera con ingenuidad, preferir a las víctimas del pasado en vez que las del futuro (muchos incluso son ciegos a las víctimas del presente, como la ex presidenta Bachelet)




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