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viernes, 28 de septiembre de 2012
Por Kanis Mulatti.
Reseña a la emisión del día 12 de septiembre de Se viene el Estallido que usted puede escuchar abajo o descargar desde aquí.


¿Qué implicancias tiene que la izquierda tenga, históricamente, una representación minoritaria en este sistema de Estado/capitalista? Ariel Zuñiga lo explica a propósito del continuo y masivo éxodo de la política protagonizado por el sector en los últimos años, refiriéndose en particular a quienes lo componen desde la década del 70' en adelante, con mayor intensidad en los representantes contemporáneos. Y es claro en no confundir a lo político con lo únicamente electoral, sino entendiendo su relación con la toma del poder para producir los cambios deseados a la sociedad. "Porque - plantea - si la política no es la toma del poder, entonces ¿qué sería la política?".
Existe un segmento de la izquierda, al cual Zúñiga denomina odiosamente como "postmoderna", que considera la política como una ciencia relacionada con el uso de la palabra, la retórica y su trascendencia propagandística, de acción rápida y cotidiana, pero al mismo tiempo alejada de toda doctrina política-social. Consecuencia de ese planteamiento postmoderno, preocupado de las formas por sobre el contenido, tenemos, por ejemplo, la reforma constitucional del ex-presidente Ricardo Lagos. Por otro lado, existe una corriente menor que postula la revolución como un proceso de autocultivo, que entiende los cambios desde la permacultura y se opone al sistema desde el interior del ser, pero que no trasciende en relación con el medio ni con los pares. Con cualquiera de estas opciones todo el terreno de la política se regala, automáticamente, a los demás.
Zuñiga agrega que eso podría tener algún sentido si es que la izquierda tuviera alguna estrategia emancipatoria y, por lo tanto, dentro de su táctica fuera este abandono razonable. Pero cuando en realidad ese obsequio a la clase dominante se relaciona con una incapacidad de avanzar hacia un futuro claro, es cuando surgen los problemas. Y esto hace crisis cuando nos damos cuenta de que nuestros ámbitos de acción están ampliamente coartados. Por ejemplo, ¿tienen alguna trascendencia para nuestra defensa las interpretaciones que podamos hacer del texto planteado en la "Ley Hinzpeter" sin tener grupos de presión que las avalen? No. La "Ley Hinzpeter" no sólo será apoyada transversalmente por la institucionalidad política del país, sino que será aplicada sin consulta alguna respecto de los diferentes entendimientos que su texto arrojare. Pues la ley no tiene que ver con aquello que está escrito, sí con aquello que se aplica. Y quienes aplican las leyes no son precisamente las personas que estarán interesadas en salvaguardar los derechos de quienes intentan desestabilizar la institucionalidad que los aloja. Nuestros ámbitos de acción están, por tanto, limitados.
¿Qué es la política, entonces? - pregunta Ariel - Eloisa Gonzáles, vocera de los estudiantes secundarios agrupados en la ACES, asume la política en su genuino sentido. Esta vez no desde la toma del poder, sino de la potencialidad negativa que podrían tener grupos organizados para proponer una suerte de veto a las instituciones de las que no se quiere participar, pero al mismo tiempo bloqueándolas en sus posibilidades de acción. Esa es una forma de hacer política. Hacer abandono de ella es marginarse de las formas de la toma de poder, y de la resistencia al poder existente, en consecuencia, es mantener el sistema intacto.
La convocatoria más coherente con la transformación de la realidad, entonces, es la siguiente: "hagamos política".
El autor plantea que para poder hacer política es necesario limpiar el camino, reconocer las potencialidades y eliminar los vicios. Respecto a lo último, la primera acción para deshacerse de ellos es descartar la visión romántica, jesuita si se quiere, de que la izquierda se compone de una mayoría. Una postura idealista, en donde lo que importa son las multitudes, la unidad, los actos conmemorativos y sentimentales, las formas y las palabras a las que la izquierda está tan acostumbrada, sobre todo después del 11 de Septiembre de 1973. De la misma forma la muerte, la obscuridad artística, la victimización de los caídos, y considerarse víctima es también hacer abandono de la política. Porque mientras se llora no se discute, no se entabla un diálogo de las acciones y su trascendencia, no se reflexiona respecto a cuestiones básicas para llegar siquiera a una definición coherente de qué es la política desde la perspectiva de izquierda, o cuál es la concepción de hombre que tiene ésta. A juicio del autor es una forma de no hacerse cargo de las responsabilidades propias de una izquierda urgentemente madura.
Tan ignorante y burdamente ideologizado se ha vuelto el sector que el Partido Comunista dice representar, que incluso hoy se mantiene vigente la concepción retrógrada del hombre bueno por naturaleza, y ser bueno es sinónimo a ser de izquierda. Por tanto cualquier intromisión del "sistema" en la vida del niño recién nacido es una manifestación autoritaria de la eliminación de las libertades individuales. En el mismo camino mientras más libre sea el niño, incluso de cualquier forma de educación proveniente del sistema, más pertenencia a la izquierda tendría. Zuñiga entonces arremete - ¿alguien cree, acaso, que existe evidencia científica capaz de probar algo de lo antes planteado?
Existe una explicación distinta del por qué las personas tienden a sentirse identificadas con una corriente diferente a la impuesta por el sistema. Las personas son de izquierda porque fueron educados en grupos familiares con ideas afines a la izquierda. En algunos casos más exóticos, los individuos han sido educados para todo lo contrario, pero se han resistido a esa concepción de la realidad.
Los seres humanos no somos sólo lenguaje. Lo que sí somos es cultura y la cultura se define, precisamente, como toda transmisión de información por un medio no genético; cultura se define, entonces, en oposición a la genética. Por lo tanto nadie es chileno, peruano o argentino por naturaleza, de la misma forma que no se puede ser ni de derecha, ni de izquierda desde el nacimiento. Todo es adquirido por medio de un proceso más complejo denominado "socialización". Quien hoy es capaz de controlar ese proceso es lo que hemos designado como "clase dirigente": la que controla el Estado, el sistema capitalista, el mundo entero. Sería torpe no querer entender que es el mismo sistema el que se reproduce en las personas, gracias a la transmisión de su cultura por medio de las diferentes herramientas de las que dispone y a través del proceso de socialización. El sistema nunca va a reproducir a individuos que sean adversarios del mismo, fundamentalmente si éste trata de perpetuarse en el transcurso de la historia.
Ariel propone un ejemplo que simplifica aún más lo antes mencionado: si el ser humano fuera un computador sin programar, vale decir un hardware, creado por la empresa "Sistema Capital", y a éste se le incorporara un único sistema operativo (software) llamado "Capitalismo", el que es proveído por la misma empresa ¿cuál sería el sistema operativo que todos nosotros tendríamos instalados, por defecto, para funcionar? el sistema "Capitalismo".
Tanto es así que, en el mejor de los casos, nos planteamos ser individuos con un carácter anticapitalistas. Nuestras propuestas se mueven en el ámbito de lo establecido por el mismo sistema, porque simplemente no conocemos una realidad diferente a la que él mismo nos propone, no conocemos una realidad diferente a la actual.
La lógica equivocada de la izquierda devota de la palabra es creer que las personas, a pesar de esa inmensa y casi inquebrantable máquina de producción, se sienten identificadas con los pseudo-planteamientos del sector, y que la única razón por la que ese pueblo no se vuelca a las calles a protagonizar la revolución es la "alienación" de los individuos, un proceso criminal, mucho más agresivo y distinto al de la sociabilización. Según el izquierdismo postmodernista toda persona no perteneciente a la aristocracia criolla es en potencia un integrante revolucionario que conforma, junto a otros, un grupo mayoritario y unificado: el pueblo.
Pero si la izquierda es el pueblo, ¿por qué ese pueblo está constantemente contra la izquierda? ¿por qué el pueblo insiste en llorar a Felipe Camiroaga o en ver "Morandé con Compañía", en vez de optar por la autoeducación? ¿ por qué el pueblo se endeuda y usa tarjetas de crédito? ¿por qué, parte no menos importante del pueblo, quería que llegaran los militares el 11 de septiembre del 73'? No se trata de que el pueblo estuviera equivocado o "alienado". El pueblo es la copia fiel de un sistema que busca su reproducción, y es por eso que el sistema funciona de maravilla. Zuñiga reitera - ¿Por qué razón algún sistema se propondría generar individuos disfuncionales a sus objetivos?
Las personas que componen la izquierda son aquellas que se resisten al sistema, el pequeño margen de error de un sistema que reproduce individuos a imagen y semejanza, por tanto un individuo "defectuoso". La izquierda es necesariamente minoritaria. Ahora bien, siendo una minoría ¿se está impedido de lograr los cambios requeridos a este sistema? No, todo lo contrario. Primero se debe tener claridad respecto a lo que se quiere hacer:
1.- Transformar un mundo que ya está constituido.
Y luego es necesario identificar nuestras potencialidades y desventajas:
2.- En qué condiciones está la izquierda en la actualidad.
Grupos minoritarios actuando coherente y coordinadamente son los que se han impuesto a lo largo de la historiografía. La pregunta realmente importante, entonces, es ¿cómo la izquierda siendo una minoría, genera el quiebre estructural de ese sistema? La respuesta es: "lo puede hacer pensando".-

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo yo, también habría sido importante señalar que muchos que se dicen de Izquierda, le llaman pueblo sólo a lo que les conviene.

El ejemplo de esa vieja facha y pobre que se detiene a criticar en la U.Chile es útil: Ese es el pueblo. Vivimos en un país de Derecha, capitalista y neoliberal, ¿cómo esperan que sea el pueblo?

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