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martes, 17 de noviembre de 2009

Los alcances de la omisión.

Por Ariel Zúñiga Núñez (Azeta Ene)


Tengo una amiga con quién jamás hablamos sobre política. Para ella mis ideas radicales no le producen escozor pero tampoco el más mínimo interés. Su no posición respecto de una serie de asuntos me hace calificarla como una persona más de derecha en un estado de derecha como es Chile. Por eso me desencajó cuando me notificó que votaría por Arrate.

  • Lo encontré un tipo tan claro -me dijo-, se puso a hablar de su perro y lo comparó con la falta de fiscalización a las multitiendas, agregó.

Me consta que ella gusta de los hombres inteligentes y esa es una cualidad ostensible en el candidato del “Juntos Podemos” más aún si los comparamos con las opacas lumbreras que lo secundan. También es de mi agrado que la campaña televisiva haya abandonado esa estética lúgubre, a lo god bye lenin, que se ha pegado como un chicle en la militancia de izquierda. Esas canciones a lo inti illimoney sólo convencen a los que morirán convencidos aunque clonen a Marx y afirme que lo traicionaron. Esa izquierda chalequera, charanguera, de vino navegado y pequén, más parece una avanzada publicitada destinada a comercializar el folclore al gringaje que una organización destinada a superar el sistema capitalista.

Entonces, salvo el hecho que no votaría por Arrate ni a cambio de una exención de impuestos de por vida, escuchar que esta “Nueva Izquierda”, tan nueva como la de Enriquez Gumucio pero más seria, un poco menos snob, conseguía cautivar (esa es la palabra correcta pues no se trata de convencer) a personas que habitan en las antípodas de los mitines y romerías no dejaba de agradarme. Así como me violentaba escuchar a la dueña de casa que compra dos kilos de papas cuando están los cinco kilos en quinientos que votaría por Lavín, el que un ciudadano común y silvestre, de aquellos que trabajan, y si estudian se sacan la cresta y no tienen tiempo para hobbies politiqueros, fuera seducida por quien diga “somos la izquierda” es un acontecimiento.

Moderando lo dicho anteriormente.

Mi madre es la culpable de mi porfía, de mi humor negro azabache y de poseer ideas políticas extravagantes. Estaba en contra de la dictadura y suspiraba cuando aparecía Lavandero, pero sobre todo por Jocelin-Holt (me refiero al Jocelin-Holt tonto, no al historiador). Pero cuando comenzó la dictablanda me di cuenta que la oposición al régimen militar sería la última oportunidad en que ella estaría en el lado de la mayoría. Desde ahí votó por humanistas. Cuando usted se pregunta cómo diablos algún candidato siloísta consiguió el 0,01% de los votos era porque mi madre había votado por él.

No me sorprendería que ahora votara por Arrate, tal como mi amiga y también por ser “seducida”, pero lo defenderá con una retórica más elaborada.

Tanto mi amiga como mi madre son una excepción. La gran mayoría es seducido con recursos más burdos como el baile de la nariz, el charchazo de payaso (al mismísimo payaso Enriquez Gumucio), que su señora baile la mayonesa, o que tatán cante éxitos de la “nueva ola”. Es ese el nivel del electorado y lo que hace de nuestro país, a pesar de Alan García, una republiqueta.

Mi estilo es hacer lo que quiero.

Alfredo Castro es de aquellos actores de televisión que se avergüenzan de su oficio. Con una muletilla afirma majaderamente su pertenencia a las tablas. Para quien no es actor es un asunto sin la menor importancia pero en el caso de este tipo de artistas el amor propio es lo único cierto junto con la vestimenta y el maquillaje.

Actualmente oficia de encargado de cultura de Jorge Arrate, es decir, es colega de Luciano Cruz (o Luciano Cruz-Coke como le llaman en el mundo del espectáculo). Alterna esa extenuante tarea, la que sin duda lo llevará algún día a ocupar el sitial de Paulina Urrutia, con la de rostro de una campaña de una multitienda. Posando la última moda de Paris, cosida por precarizadas manos chilenas al abrigo de un brasero, declara “mi estilo es hacer lo que quiero” al ritmo de un cover de siouxsie & the banshees.

Mientras Arrate seduce a mi amiga con su leyenda de terminar con la usura y el anatocismo (cobrar intereses sobre intereses) cuestiones prohibidas en estas tierras incluso antes del primer cabildo, su encargado de “cultura” cobra una millonada seduciendo a cuarentonas para que se endeuden, sean esquilmadas, paguen mil veces las prendas por que le pagan cien o doscientos pesos a una mujer que compra dos kilos de papas en la feria, cuando están los cinco kilos en quinientos, para hacer una sopita aguachenta y votar por Piñera en diciembre y en enero.

Desentrañando los alcances del pacto de omisión.

A los mortales se nos dijo que el pacto de omisión consistía en que el “Juntos Podemos” se abstendría de presentar candidatos en todo el país a cambio de unas cuantas circunscripciones. “No es un acuerdo de gobernabilidad” declararon una y otra vez. Quizá tienen razón los expertos en programación neurolinguistica que afirman que comenzar una frase con un no hace que la frase sea comprendida en el sentido opuesto.

Lo cierto es que el PC se ha omitido de participar políticamente en estos últimos meses, y su candidato no hace más que hablar de una izquierda romántica, idealizada, en vez que de una posible. Su “pacto mínimo” no es más que una burda copia del frente popular de los años treinta, en aquellos tiempos en que Chile era el país más pobre del continente. Es una vergüenza pedir “pan, techo y abrigo” en tiempos en que hasta la fachería de un techo para Chile lo considera un supuesto. La nacionalización del cobre, único tópico en serio puesto encima de la mesa, carece de viabilidad por la misma razón de que su candidatura no culminará en la Moneda (y así estaba pactado de antemano). Cuando se trata de hablar de los mapuche señala que está contra la aplicación de la ley antiterrorista y a favor de la aplicación cabal del convenio 169 de la OIT. Parece correcto, con ello seducirá a unos cuantos más, pero en ningún caso reivindica ni la autodeterminación del pueblo mapuche ni denuncia que el Estado chileno, aparte de aplicar ley antiterrorista, aplica terrorismo de Estado ante comunidades indefensas. Arrate exige justicia y reparación para las violaciones a los DDHH de hace treinta años y se manifiesta en contra de la impunidad de dichos crímenes; pero omite pronunciarse con las violaciones a los DDHH actuales, a los asesinatos por la espalda y por la impunidad subsecuente.

Qué gran oportunidad ha desperdiciado la izquierda una vez más. La concertación levanta al peor candidato, y en su peor momento, Piñera no ha parado de hacerse zancadillas, y en vez que ungir a cualquier “compañero” y hacer las cosas bien juegan al empate y más encima perderán. Qué vergüenza, la concertación les ha prestado los asesores, a la mayoría de los rostros para que seduzcan (obligatoriamente deben hacerlo a falta de argumentos) mientras Arrate habla con su perro, demostrando que está casi tan solo como Enriquez Gumucio, prometiendo nuevas leyes del consumidor para “terminar con los abusos” con los “excesos del sistema neoliberal”.

Una izquierda así, en liquidación, puede ganar elecciones pero no puede ganar el gobierno para la izquierda.




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1 comentarios:

Li Chong dijo...

Yo también pensaba votar por Arrate, en parte por anular de una manera que no sea anular y por creer alguna vez en el viejito pascuero. Pero ahora el weón la cagó, al menos pudo haber esperado al término de la primera vuelta. Ahora dibujaré una vagina, por que el dibujo de falos ya está muy repetido.

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