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sábado, 27 de febrero de 2010

Pensar no es una paja necesariamente.

Por Ariel Zúñiga Núñez


Una amiga hace una semana publicó un breve artículo en que equivalía la discusión teórica a un lánguido onanismo, carente de conclusión y por ende de placer.

Existen muchos que suscriben la creencia de que es posible avanzar sobre la base de las puras ganas, la pachorra, el entusiasmo. Se olvidan que Colón llegó a destino gracias al astrolabio que le permitió trazar una navegación en dirección al poniente. Las carabelas no tenían remos como los barcos fenicios, los juncos chinos o los navíos vikingos, pero si los hubiesen tenido no habrían llegado antes a América sin el correcto uso del astrolabio, y el mando de quién lo interpretaba, por más empeño que le pusieran a su labor de remar y remar por el océano.

Es la correcta, la más cabal comprensión del mundo, la razón instrumental eficientemente empleada en la consecución de fines preestablecidos, el trabajo mismo, los brazos de los obreros de la revolución... pero nada de esto sería posible sin una convicción política nacida de un precepto moral que ya hemos internalizado, es más, de un sentimiento que nos fuerza a luchar en contra del mundo porque lo consideramos injusto, insuficiente, perfectible.

No sabemos cómo ese precepto se instala en nuestra consciencia, no sabemos si es posible enseñarse o debemos esperar a que madure en cada uno, como una semilla de una conífera capaz de soportar el hielo y el sol, y aún germinar tras un lustro o década. Lo cierto es que sin esa voz que surge en nosotros, que nos hace reaccionar y desarrollar una convicción política, lo único que podemos aspirar a ser es un mero hincha de un partido político, al cual apoyamos en los estadios, para ganar copas y campeonatos. Meros creyentes que han forjado su identidad no desde lo que quieren sino en función de lo que repudian. No son de izquierda, son antiyanquis, antipinochetistas, antiderechistas, etc. Sólo son pro izquierda accidentalmente pues su identidad consiste en ver en un otro, en un enemigo, lo que no quieren ver de sí mismos.

Para quién quiere transformar la humanidad no lo satisfacen las palabrerías usuales, en especial de la bulliciosa hinchada de izquierda. Es un error común el no reparar en la diferencia y por lo tanto, vaciar el agua sucia de la bañera con el bebé adentro, en otras palabras, meternos a todos en el mismo saco juzgando nuestras leales reflexiones con la traición permanente de quién quiere seducir, conmover o confundir en vez que convencer.

Que la izquierda hincha nos reitere hasta la saciedad un discurso vacío, maniqueo, pajero, usando los términos de mi amiga, no significa que la comprensión deba marginarse de la acción política, pues la cual, si pretende llegar a destino, debe ser reflexiva y eficiente, y si es de izquierda debe sustentarse en VALORES. El usar mayúsculas no es casual.

Se trata de imbecilismo ilustrado esa palabrería pajera y tramposa que confunde a la filosofía con los actos, a la reflexión con las acciones reflexivas. Me cuesta encontrar los VALORES en quienes crean o sustentan una filosofía pajera y que en vez que colaborar a la causa, la liberación de la humanidad, sólo enturbia el agua para que parezca profunda. Hasta cuándo con esa monserga creada por viejas apoltronadas para defender su chata de las moscas: los HECHOS son los HECHOS, los ACTOS son los ACTOS, y la REFLEXIÓN es la REFLEXIÓN.

Esto no es un mero intelectualismo, esto debiera ser un escándalo. Quienes confunden los hechos con los actos, los actos con la reflexión y la reflexión con los hechos y con los actos, no son capaces de COMPRENDER los hechos, de actuar reflexivamente, de perseguir fines para los cuales sus acciones políticas sean eficientes... si esto fuera poco el imbecilismo ilustrado hegeliano-marxista y la que lo parió es incapaz de ver a los VALORES, sencillamente no los ve, y como tampoco su precaria filosofía les impide comprender sus acciones, ellas son erráticas, penosamente mediadas con la actitud del hincha fanático que ha constituido su identidad sobre la base del odio a un “otro” en vez que en la politización del o los preceptos morales que lo compelen a actuar en el mundo para materializarlos.

No me referiré a la secuencia, hasta ahora interminable, de eventos desafortunados que han llevado a que la izquierda se haya emancipado, en vez que de la opresión del sistema de dominación, de los propios VALORES que la gestaron. Sería una paja abundar en aquello y cualquiera puede buscar en mi bitácora una decena de artículos al respecto y leerlos si está insomne. Sólo quiero dejar sentado que si la izquierda se organiza entre quienes comparten sus VALORES la pregunta de qué es la izquierda dejará de ser atinente pues ella sólo es acuciante entre quienes no los suscriben, entre quienes quieren adherir a algo, a un grupo, para sentirse parte de un plan o para odiar a un “otro” prefabricado para el cumplimiento de esa nefasta finalidad.

Porqué la mayúscula para hablar de VALORES, es debido a que me indigna* el silencio cómplice de la hinchada de izquierda, y aún más sus espeluznantes explicaciones ad hoc a propósito de la muerte de un preso político cubano en huelga de hambre.

En Kaos en la Red se publicaba la biografía del finado, detallando sin ninguna moderación su “prontuario” lo cual debiera llevarnos, necesariamente, a la conclusión de que está bien muerto. Es decir, se merecía agonizar por más de ochenta días y quizá debería haber sido objeto de mayores tormentos.

En un comentario en Facebook que leí apuradamente, por lo tanto no registré quién lo hizo pues preferí guardar en mi memoria qué había escrito, la muerte del preso político cubano se justifica del siguiente modo: “Sabes cuántos niños murieron hoy de hambre en el mundo, en Cuba no murió ninguno, la muerte de una sola persona no es argumento, menos si se omite en qué andaba metido”.

Eso último lo podríamos llamar la falacia de mezclar peras con manzanas y venderlas por sandías.

En primer lugar sí sé cuántos niños murieron hoy por hambre, TREINTA MIL, según las cifras oficiales (FAO-UNICEF), hasta SESENTA MIL dependiendo de las fuentes independientes. ¿Cambian esas muertes el hecho de que un preso político cubano agonice durante más de ochenta días? De ninguna manera.

En segundo lugar, si Cuba superó la mortalidad infantil por desnutrición en los últimos CINCUENTA AÑOS DE REVOLUCIÓN, Chile, también lo hizo, y no al costo de que esté agonizando algún preso político en sus cárceles, las que, son unas insalubres mazmorras indefendibles desde cualquier punto de vista.

Hasta la década de los ochenta la desnutrición infantil en nuestro país era un flagelo. En la década del treinta nuestro país ostentaba el récord mundial en mortandad infantil, no fue la revolución castrista quien le puso solución a eso, ha sido el propio capitalismo quién ha resuelto esos “problemas” junto con las innovaciones técnicas, en especial las sanitarias.

Hace menos de una década, cuando Argentina atravesaba el peor momento de su crisis económica, fue noticia la muerte de niños desnutridos en Tucumán. Fueron hechos relevados por ser excepcionales, en el cono sur de América del sur la muerte por desnutrición infantil está erradicada hace décadas, en eso están contestes las cifras de UNICEF, FAO y PNUD.

Es más, en los países en donde mueren los niños de hambre, abundan también los presos políticos, las guerras civiles, externas y la represión en contra del pensamiento y la información.

La razón por la cual parte de la izquierda o guarde silencio, o ensaye respuestas incomprensibles ante un hecho indefendible es porque o han olvidado sus valores o simplemente no los tienen. De tanto que el marxismo hegeliano ha fusionado la maquiavélica ligazón entre medios y fines, y la defensa de estados totalitarios, la hinchada de izquierda ha olvidado el humanismo que en algún momento la llevó a oponerse a la explotación en particular y a la dominación en general. Al carecer de valores, desde el principio o por atrofiamiento, no es capaz de construir un argumento que confronte el dilema moral a que nos enfrenta la muerte del disidente cubano. En palabras sencillas, si quisiéramos escuchar a un dictador que nos diga que el occiso era un demonio, un enemigo del régimen, revisaríamos los abundantes archivos de nuestra propia dictadura y la palabrería de Francisco Javier Cuadra o del mismo Pinochet. Si quisiéramos enterarnos es la hora de rentabilizar los diez mil millones de pesos que nos costó el museo de la memoria, los cuales están arrojados a la basura si lo que debemos recordar aquí se nos olvida allá.

Los pecados que haya cometido un ser humano no son un argumento válido para infringirle un sufrimiento equivalente. Ya lo decía el Marqués de Beccaría hace más de dos siglos: “las penas crueles no hacen más que encallecer nuestra compasión, exigiendo cada vez una dosis mayor de crueldad para saciar nuestra sed de castigo.” Me pregunto si aún fuera gracias a su muerte que se salvaran treinta mil niños cubanos hambrientos si ese era el modo en que debía ser sacrificado.

La pregunta es impertinente, pues ya la prensa de la hinchada ha sentenciado que era un cubano “canalla”, o gusano, como dicen por ahí. Como las penas más crueles que se oponía Beccaría, esas que seguramente usted conozca por el capítulo primero de Vigilar y Castigar de Michel Foucault, un descuartizamiento que concluye en el descabezamiento por hacha y la quema de las partes del cuerpo, seis en total, desperdigadas en la plaza pública, al disidente cubano se lo ha sometido al escarnio pos mortem, a la denigración de sí, de su acción y hasta de su familia.

Era tan malo este “gusano” que quemamos su famélico cuerpo una vez muerto, lo culpamos de la crisis económica, de la incompetencia y corrupción de los líderes de un proyecto fracasado que la hinchada de izquierda insiste en llamar revolución.

La incapacidad de ver lo que ocurre en la isla, de poder evaluarlo moralmente, es demostración palmaria de que la izquierda no se enfrenta tan sólo a una crisis, a una falta de cuadros producto de una campaña de alienación emprendida por el gran capital, la conspiración del flúor en el agua potable o que las manchas solares potencien conductas proderechistas en las masas. La marginalidad e irrelevancia a que nos enfrentamos es a causa de la incapacidad de estructurar un proyecto político que emerja del corazón, sea comandado por la mente y sea defendido con los brazos, en ese estricto orden.

* Utilizo deliberadamente el término escogido por Boltansky y Chiapello. El nuevo espíritu del capitalismo. Nos hacemos de izquierda porque nos indigna lo existente. Existen cuatro fuentes de indignación que conducen a cuatro izquierdas distintas. El primer capítulo de este libro, y en donde se contiene la distinción señalada, se puede descargar en la sección libros de rebelión.org.



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3 comentarios:

rosa dijo...

Qué? No puedo creerlo.

Von Pathoven dijo...

.


Claro que no, paja no es, pero verla en el ojo ajeno es incendiarse el granero en el propio y seguir pensando como "La casa en llamas" : denunciar de propaganda con propaganda un hecho documentado y probado ( no la "irrelevancia" desenfocada de la cita de Mister Gellner ) es otra cosa que pretender "pensar".

¿"Preso político" , "Disidente" , "Preso de consciencia", "revolución castrista" , "régimen de castro", "libertad" ( la moral desentonada y doblete de esta última palabrita cuando es oportuno, ¿no? ), etc..? ¿ qué son?

Propaganda, o sea MERCANCÍA.


...de nada.


.

Von Pathoven dijo...

.

Claro que no, paja no es, pero verla en el ojo ajeno es incendiarse el granero en el propio y seguir de ese modo pensando...como en "La casa en llamas" : denunciar de propaganda con propaganda un hecho documentado y probado( no la "irrelevancia" desentonada y sin venir a cuento de Mister Gellner ) es otra cosa que pretender "pensar".

Porque "disidente", "preso político", "preso de consciencia", "martir", "régimen de Castro", "libertad" ( palabrita moralmente devaluada por lo que hablan mucho de Moral ) ¿ qué son ? ¿ cachañas en el litoral ?

Propaganda, o sea mercancia.


...de nada


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