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lunes, 12 de abril de 2010

Un nuevo capítulo de la serie “Hood Robin”.*

Por Ariel Zúñiga Nuñez


La ex presidenta Michelle Bachelet cuestionó las torpes declaraciones de Piñera en Buenos Aires, “sólo los muertos y los santos no tienen conflictos de interés” declaró el presidnete. Bachelet dijo que era posible estando vivo y sin aureola mediante, “basta tener vocación de servicio público”, sentenció lapidaria.

Sin embargo hasta ahora no se ha hecho cargo de las millonarias transferencias a “Santiago a Mil” (FITAM), que para cualquier ciudadano con dos dedos de frente la involucra, por la evidente relación política existente entre el festival teatro a mil de los meses de enero y el gobierno saliente.

El festival surgió junto a la concertación y como parte de la campaña estética, comunicacional, de exhibir que la “alegría había vuelto”. La cultura, por obra y gracia de la concertación, se transformó en murgas, batucadas, clowns y saltimbanquis, y además, en la insoportable reiteración de rostros que se pasaban de las campañas electorales a las culturales financiadas por el estado, con mayor frecuencia que los ministros o superintendentes pasan a se gerentes o directores de las macroempresas.

De la lista de “rostros”, Paulina Urrutia, del sindicato de actores, pasó al ministerio de la cultura con una gestión turbia que amerita una serie de contralorías. Otros, como Francisco Reyes y Delfina Guzmán, se paseaban (y pasean) como actores de la TV estatal muy bien remunerados, rostros de campañas políticas, y también de las publicitarias de macroempresas (Delfina Guzmán, por ejemplo, fue una de las que se prestó para lavar la cara de las AFP luego que perdieran multimillonarios recursos de sus cotizantes)

Lo que no estaba claro es que además actuaban como miembros de un cártel comercial destinado a financiar y apuntalar comunicacionalmente a la concertación.

Delfina Guzmán, quién es la madre del ex ministro -y actual funcionario del Banco Mundial-, Nicolás Eyzaguirre, es la directora del teatro a mil, entidad que recibió un cheque de mil millones de pesos por el gobierno saliente, sin concurso ni sorteos, y sin necesidad de contraprestación, es decir, no deben rendir cuenta alguna.

La “muñeca gigante” ya había sido financiada por creces por varias empresas chilenas y extranjeras, entre ellas una minera, de esas que pagan un ridículo royalty, aportó mil millones de pesos más por sí misma.

Bachelet, entonces, no sólo desayunó con la “muñeca gigante” (un burdo espectáculo propio del paupérrimo estado de la cultura concertacionista) sino que retribuyó muy bien a sus organizadores.

No sólo ha capitalizado comunicacionalmente, insulta la inteligencia el que se afirme que no existe una triangulación de recursos, o un pago por servicios, cuando en el directorio del “teatro a mil” participan Delfina Guzmán, Francisco Reyes y su señora; y en la ejecución Paula Echeñique, esposa del Senador Guido Girardi. Todos acérrimos concertacionistas.

Francisco Reyes se integró al comando de Eduardo Frei y además al del actual diputado Guillermo Teillier del Partido Comunista. Por lo tanto no se trata de un mero actor-empresario, a lo Juan Pablo Sáez, o de uno devenido en político debido a su poder económico como Vasco Moulian, sino que de un operador político puro y duro.

Por lo tanto los “conflictos de interés”, según Bachelet, se solucionan con fraudes de etiquetas. Ella no es dueña del “teatro a mil”, ni su socia, al menos en la formalidad, pero concertación y teatro a mil han prosperado de forma conjunta y hasta simbiótica. Francisco Reyes y Bachelet son apoderados del mismo colegio y además vecinos en el balneario de Tunquén.

Piñera debe dejar de hablar huevadas y vender Chilevisión, y Bachelet, y Girardi, deben dar cuentas de este negociado y dejar de acusar a los demás de sus propios pecados.

* Una de las frases típicas del ex ministro de hacienda, Nicolás Eyzaguirre, era calificar -o descalificar ciertas políticas- como propias de un “Hood Robin”, es decir, un Robin Hood al revés, uno que le roba a los pobres para darle a los ricos. Debería haber empezado por casa.



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