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jueves, 29 de abril de 2010
Y de la comunicación como supuesto de toda transformación consciente.

Por Ariel Zúñiga Nuñez


El subdesarrollo es una condición mental que impide comprometerse con un proyecto, con una idea o con un afecto.”*

En el filme “Memorias del Subdesarrollo” de Tomás Gutiérrez Alea.

Y, ahora, huevón,

te las das de lúcido,

explicando porque no te la jugaste entonces,

cuando había más de algo que perder.”

Lucidez Retrospectiva, Jorge Mera, en Lucro Cesante Nº2

La ciencia es la criptonita de la religión”

Alberto Montt.


Hasta que duela, y en especial si duele; hasta perder si es necesario, y si se corre el riesgo de perder con mayor razón, así es cómo deben defenderse los principios. Es por esa razón que la pluma, pese a todo, siempre triunfa sobre la espada. Los ejércitos no pueden conducirse a la derrota, en cambio las ideas siempre deben enfrentarse a la ignorancia, el mito y la impostura, como Leonidas en las Termopilas, luchando por la gloria.

¿Los intelectuales somos una lacra? Afirmación esperable de los simios que esperaron que el primer hombre bajara de los árboles. Los intelectuales somos la razón, y a veces la única razón, de que no seamos bestias o que al menos tengamos consciencia. Y para quién crea que es un trabajo cómodo, de riesgo controlado, debe saber que quién ejerce esta profesión con el compromiso que requiere difícilmente llega a la vejez tranquila que disfrutan muchos dirigentes arrieros de ovejas.

Los intelectuales somos odiados en primer lugar por todos quienes nos envidian, sean del bando que sea. La hermandad de Ricardo III siempre castiga con el rumor y la zancadilla a los mejores hijos de esta tierra.

Somos mirados con sospecha por todos quienes no nos comprenden y en cualquier momento estamos expuestos a ser eliminados por las turbas histéricas, sedientas de sangre, en especial del forastero. ¿Y qué es el intelectual si no el eterno forastero en su propia casa?

Somos enemigos de todo poder, pues los intelectuales “comprometidos” a cualquier orden contingente en vez que a la verdad, a la insoportable e inconveniente verdad, no son dignos de esa investidura. Viles jureros, meretrices, encantadores de serpientes, escritores sombríos capaces de torcerle la nariz a los hechos para asustar a las masas o adormecerlas. La poltrona y la biblioteca calefaccionada, con whisky de sobra en las bodegas, escritura de terciopelo y masajista privado, esos viles hombrezuelos son presentados a las masas analfabetas, en el estricto sentido de la palabra, como los “intelectuales”. Y los “hombres de acción” los denostan, y con mano ajena financian a las meretrices para que exalten sus inventadas virtudes, o que guarden silencio.

Pero quienes padecemos de la ingrata compulsión a resistirnos al vaivén de las olas, al balar, a la edulcorada abundancia construida sobre cadáveres; aquellos que vivimos como extranjeros, que no nos conformamos con los aplausos e incluso rehuimos de ellos, no haremos nunca algo o lo dejaremos de hacer por conveniencia. Seremos ante todo insoportables para el poder, para el que sea, pues siempre diremos lo que no quieren aunque intenten complacerse con nosotros.

¿Que somos un vil subproducto burgués?

Les aseguro que cualquier intelectual que se precie vive una vida llena de obstáculos y privaciones y el éxito sólo le llega cuando está acallado, es decir, cuando está tres metros bajo tierra. Los intelectuales de verdad somos en general hombres póstumos; los que reinan en la tierra son otros, todos sabemos quienes son y cómo se les puede llamar.

La (in comunicación).

La comunicación comienza donde termina el negocio. Se trata de una transacción entre iguales con la misión del enriquecimiento mutuo.

El negocio, en cambio, es sinónimo de contrato, es decir, de una transacción interesada.

Ya que nuestro mundo no es igualitario, aunque queremos que así sea algún día, las transacciones son, en la generalidad de los casos, en desigualdad y además interesadas. Eso produce un previsible resultado, la tragedia del apostador en el casino: Haga lo que haga la casa va a ganar. En nuestro mundo los poderosos ganan en todas las transacciones y hacen que sus intereses prevalezcan aún cuando creemos actuar desinteresadamente ¿alguien dijo teletón?

Por lo tanto, las escasas “islas” en donde se materializa el milagro de la comunicación son ecosistemas muy frágiles.

Cuando dichas instancias son públicas, de libre acceso, permite que los intelectuales nutran a y se nutran de la sociedad. Con ello todos ganan menos los que quieren vender la información, construir o conservar su poder mediante engaños, o instituirse como los mercaderes monopólicos del saber.

El intelectual es un enemigo de lo establecido y su actividad es siempre sediciosa. La verdad por sí misma es corrosiva, su sola divulgación desestabiliza.

La tarea de los negociantes, independiente de las banderas con que se cubran, es siempre la misma y en ello se asocian del modo más hipócrita posible: Aniquilar a los intelectuales, y transformar a las islas de comunicación en un paraíso para los negocios.

El intelectual no sabe por saber, ni por vender su compleja mercancía, es un visionario que ve semidioses ahí donde otros ven súbditos y o consumidores. En un tiempo bajó de los árboles, inventó los idiomas, cruzó desiertos y gélidas estepas, océanos. Siempre ha mirado más allá y por lo mismo siempre ha sido un enemigo de los emperadores del ahora.

La comunicación es el único vehículo de transformación que se conoce. El intelectual llega a serlo porque la soledad lo arroja a hablar con los muertos, por eso lee y escribe mucho. Pero vivimos en una época en que los desarrollos técnicos posibilitan la comunicación de los dispersos y marginados intelectuales. Eso le incomoda a muchos, se resisten a ello con todas sus fuerzas, apelando al rumor, al engaño, a desatar los temores más primarios.

Sus esfuerzos son en vano, los intelectuales ya no dependemos de su visto bueno para publicar ni de sus aulas para ser escuchados. La comunicación puede prosperar, un insignificante (para algunos) espacio en la internet es la acrópolis más grande jamás construida.

Pese a las resistencias la verdad prosperará tarde o temprano, la comunicación sustituirá al negocio, el intercambio pacífico a las extorsiones del mercado. El hombre pese a las atávicas bestias, escasas pero dominantes mediante el terror, se encamina a la emancipación de los dioses y las supersticiones, ha de erigirse en su propio dios y soberano, y eso ocurrirá necesariamente aunque tarde mil o diez mil años, y eso nos basta para celebrar, pues nuestros tiempos son siderales.

El hombre común se dedica a cultivar su jardín, el intelectual, a la humanidad.


* Cita libre, textualmente dice así: “Una de las cosas que más me desconcierta de la gente es su incapacidad de sostener un sentimiento, una idea sin dispersión. Helena demostró ser totalmente inconsecuente, es pura alteración como diría Ortega y Gasett, no relaciona las cosas. Esa es una de las señales del subdesarrollo, incapacidad para relacionar las cosas, acumular experiencia y desarrollarse. Es difícil que se produzca aquí una mujer trabajada por los sentimientos y por la cultura, el ambiente es muy blando. Todo el talento del cubano se agota en adaptarse al momento, la gente no es consistente y siempre necesita que alguien piense por ellos.”


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3 comentarios:

Von Pathoven dijo...

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"Discrepo asimismo de los defensores de la historieta inversa, la de la Cuba antidemocrática, opresiva, violadora de los DDHH. Una dictadura anacrónica, brutal y condenada a la desaparición." Cuba y Fidel, por Ariel Zúñiga

Qué coherencia, ¿no? Además, "FIdel" y no Castro. O será quizá una señal de pura alteración, ¿quién sabe?

.

azeta dijo...

Pathoven,
tengo presente los extensos comentarios que realizaste la semana pasada. He estado ocupado en otros asuntos, cuanto tenga el tiempo que requiere me sentaré a responder. No soy periodista y mi pobreza sólo es económica.
un saludo fraterno

Von Pathoven dijo...

.


Estimado;
Veo que andas peleando, a pecho descubierto, en la jungla de ese reino del infeliz edén, con encantadores de serpientes y envidiosos car´e mono. Y tú, armado de tu pluma triunfadora sobre la espada, te declaras un intelectual “sospechoso” por quienes no te comprenden, expuesto a que las turbas sedientas de sangre te eliminen. Será porque tu intelectualismo que aún no sale a la luz, no se compara al que practican esos otros intelectualuchos “comprometidos” ( éstos sí que al pedo ) por conveniencia; que todavía cuelgan de las ramas y hacen de los árboles de la sabiduría cómodas bibliotecas ( y roperos ) con whisky, etc.,etc. Y pese a que esos viles hombrezuelos a quienes te diriges son de sobra conocidos y llevas la razón ( quizás, quizás, pues no me imagino que todos caben en esa gaveta ) en caracterizarlos, tu discurso me suena a mucha retórica justificadora y con la insistencia penosa en los bajos orgullos.

Porque No es tu insilio evidente, ni estos casi mafiosos muchachos de la cancha chilensis que te denuestan, ni tu posición arriesgada, que no dudo, en exhibir tu particular verdad de los hechos, todo lo que me gustaría conversar contigo ( a propósito de imposturas e inconsecuencias ); sino cierta tendencia que veo y leo en los términos y figuras que utilizas para invocar en su contrario a un intectual de conciencia elitista.

Tú invocas no a la gente, al pueblo llano ( del mercado, ahí abajo en Las Cruces ), sino a los pocos “intelectuales”, ya sean comprometidos o no, a quienes les compete la razón, hacer entender, guiar, darle un poco más luz, vamos…pero en tu discurso y estilo ¿ dónde está la diferencia con la izquierda sedicente, que gestiona el Estado para decir desde sus tetas lo que puede pedir el pueblo, para corregirlo y orientarlo ? La cuestión sería preguntarse por el lugar preciso del intelectual que defiendes, caracterizado una y mil veces de iluminismo que enfoca por encima a las masa y lo oscuro terrenal. O así late.



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