pestañas

Bastará un tenue fulgor para iluminar las tinieblas.

Volver al Inicio

Aumentar Reducir

Tamaño de Letra

Entradas Antiguas

martes, 13 de mayo de 2008

17 de Julio de 2008

Comprender no es justificar ni es aplaudir. Que un joven, exitoso en todo lo que nuestro sistema demanda, mate a su ex pareja es una bestialidad sin atenuantes. Pero eso no justifica que la Secretaria del SERNAM (Servicio Nacional de la Mujer) diga que la muerte de una mujer no le importa a nadie.

En nuestro país ocurren muy pocos homicidios. Para que quede claro, en términos porcentuales cuatro veces menos que en argentina y casi veinte veces menos que en los EEUU (Sin contar Iraq). Y la mayoría de los homicidios se tratan de actos inevitables mediante cualquier política criminal: Riñas familiares, de amigos y de parejas.

Cuando se habla de Seguridad Ciudadana sin duda nadie se refiere a la posibilidad remota de que nos maten en la calle, o de que un psicópata nos aceche: Se habla del Chompiras y el Peterete robando celulares o gargantillas de oro y de "pasteros", robando cilindros de gas y la ropa que se seca al sol.

Hasta en eso nuestro país es subdesarrollado: La delincuencia es miserable y su impacto en la economía sería superfluo si es que los ricos no la asumieran desde la hipocresía moral y jurídica con que hoy se hace.

Las muertes violentas que se producen son en su gran mayoría accidentes de tránsito y suicidios.

Pero el caso de los denominados femicidios es muy distinto. Se trata de situaciones que no admiten diferencias económicas o nacionales y en que nuestras altas tasas son bajas si se comparan con cualquier país civilizado y del cual no existe nadie que pueda dar cátedra sobre cómo disminuirlo.

¿Cómo combatimos los femicidios? Soy de aquellos que tienen el prejuicio cultural de que para abordar un problema primero hay que comprenderlo, pero este es uno de esos casos es que es políticamente incorrecto tan sólo hablar de ello.

Es que sólo se admite que digamos que hay que pudrir en la cárcel a los femicidas pero en ningún caso se acepta que se ponga en cuestión el concepto de femicidio o que se provoque con ocasión de ello una discusión de género. Al menos que sea una de aquellas que concluye que los hombres son malos y las mujeres pobres víctimas.

El hombre (me refiero al concepto de ser humano) hace muy poco tiempo dejó de utilizar sus manos para matar a otros animales y devorarlos crudos, y de matar a otros hombres para intimidar, defenderse o simplemente entretenerse. Es más, aún a ciertos hombres se les conceden medallas por hacer exactamente aquello.

En nuestras espaldas cargamos un horrendo precedente que la cultura, se supone, intenta neutralizar. Pero nuestra cultura sigue dependiendo de la violencia más brutal para sostenerse.

Convengamos en que no existe esta distorsión y que existen sociedades en las cuales la violencia se ha superado y se convive civilizadamente. En esas sociedades el hombre, esta vez en su acepción restringida, posee la misma testosterona que le permitía luchar con mamuts y dientes de sable para lidiar con filas en el transporte público, sueldos miserables y un mundo que no ha elegido y que lo oprime. Con un sistema cultural que premia al afeminado destestosteranizado y a las mujeres, y que relega al otrora gallardo guerrero a un lugar subalterno.

Y algunos no pueden. De pronto, la vida les cae como avalancha, y aparece el asesino reprimido que todos llevamos dentro, y él toma el control de nosotros por un momento. Un momento suficiente para dejar llorando de por vida a muchas personas.

¿Y qué hacemos? No lo sé. No aventuro ninguna solución al problema, ni siquiera provisional.

Para apresarlos hay que esperar que ataquen y aquellos que atacaron están tan arrepentidos que si pudieran optar a la pena de muerte por sí mismos la solicitarían.

Quienes hayan sentido palpitar su corazón sabrán de lo que estoy hablando, y quienes hayan estudiado un poco, sabrán que ese palpitar es el padre de todo lo bello y lo sublime que hay en este mundo.

Reprimir, no nos protege de la bestia, e intentar la muerte de la bestia en nosotros significa condenar a nuestra civilización a la paz de los cementerios.

Y peor que eso. Vencer esa bestia que está en nosotros es capitular ante la violencia organizada de los ricos para mantenernos inmóviles.

1 comentarios:

Paulina Bello dijo...

ufff...después de esta lectura me sorprende ke no hayas matado a algyuien, jajaja...La verdad es que no concuerdo con tu análisis, esa conclusión que sacas a partir de hablar sobre la naturaleza violenta del ser humano. Pues si la violencia se usaba para cazar y protegerse, cómo se puede usar esos elementos para entender el femicidio? acaso las mujeres amenazamos a los hombres, o nos kieren comer???
Además hablar de femicidio tiene ke evr con reconocer el homicidio de mujeres como casos marcados por un comportamniento cultural, el cual implica ver a las mujeres como objetos de posesión, ya que la mayoría de los femicidios se producen en el seno de una relación de pareja. Esto no implica dar una solución necesariamente represiva al tema, por lo cual no entiendo tu relación entre el femicidio y la represión del sistema y de la elite política o económica...en fin...kedé con múltiples dudas a partir de tu texto...tal vez no entendí lo ke kisiste expresar.
Saludos!!!

Paulina

Publicar un comentario

Deje su comentario o sugerencia, aunque no sea una crítica. A veces basta un saludo.
Vea los comentarios anteriores.

Otras Webs

Banner Fesal

Contador de visitas

Seguidores