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domingo, 6 de diciembre de 2009

La obsena cobardía de la sobrevivencia.

Por Ariel Zúñiga.


Los grandes hombres sólo se comprenden una vez muertos, los grandes hombres son póstumos” Nietzsche



Ha muerto por propia decisión un amigo, Felipe.

Sé que muchos cuestionaran su acto debido a que el amor querría conservarlo en la vida aunque sea en calidad de objeto de museo La muerte nos es intolerable en un mundo en que mueren miles de hombres al día de hambre, de enfermedades evitables, en conflictos armados. El supremo acto de soberanía, quizá el único posible, es rechazado como el saber, como tu, como tu vida.

Tu muerte ha sido la última transgresión, con ella trazas una línea infranqueable entre tu y nosotros. Elegiste morir, morir a tiempo, aún siendo promesa, mientras nuestra vitalidad inexorablemente decae, fatalmente devenimos en una parodia debido a la cobardía de huir en la vida.

La sabiduría requiere competencias que casi todos tenemos salvo una, la indispensable, la valentía, la suicida valentía de soportar las respuestas a las preguntas que formulamos, la suicida valentía de conformar nuestra vida a esas respuestas, de hacer de nuestra muerte un homenaje a dichas respuestas.



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