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lunes, 12 de marzo de 2012
La Vanidad puede Abrir la Caja de Pandora.
4:19 p.m. | Publicadas por
azeta |
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Schilling versus
Lavandero.
Por Ariel Zúñiga
Núñez.
Pese a los letreros que adornan el frontis de nuestras UDIversidades,
a los avisos que tapizan, y financian, la prensa canalla, y a las
leyes pinochetistas y bananeras que rigen la materia, tanto el
periodismo como la abogacía no son profesiones que se adquieran
producto del cumplimiento de exámenes académicos, y pago de
aranceles, son oficios que se cultivan con dedicación y paciencia.
Sobran casos de personas que han terminado sus estudios de derecho y
jamás se han aparecido en un tribunal; también de otros que son
grandes periodistas y jamás han pisado una universidad.
El caso de Mario Schilling es paradigmático, tengo entendido que es
periodista y abogado, al menos en el papel, pero todo el mundo lo
conoce por el ejercicio de otro oficio: El de relacionador público.
Los gringos distinguen entre los abogados de negocios, o
corporativos, y los litigantes. No es lo mismo ser el asesor
comercial de “La Polar”, quien redacta sus contratos leoninos, y
quién planifica el modo de consumar la estafa masiva, al de los
litigantes que deben presentar recursos en los tribunales para evitar
que los encarcelen. Tampoco es lo mismo el periodista que arriesga su
vida por obtener una respuesta hasta ahora silenciada, inconveniente
para el poder, que aquel que usa, o más bien abusa de, la palabra
para confundir a las masas para encubrir al poderoso.
Mario Schilling fue contratado por la fiscalía metropolitana oriente
en calidad de periodista, no de abogado, nunca ostentó el cargo de
fiscal, y no para ejercer el periodismo sino que para confundir a los
ciudadanos de las oscuras resoluciones del ministerio público. Su
labor fue el encubrimiento de Xavier Armendariz, su jefe.
Que la fiscalía regional oriente necesitara de un relacionador
público es, de por sí, una demostración de que algo precisaban
ocultar. Una institución que cumple la constitución y las leyes
basa su respetabilidad en dicho acatamiento, y si los ciudadanos no
comprender cual es la función que realizan el rol de educarlos es
del ministerio de educación, no del ministerio público.
Schilling fue contratado para encubrir el caso Lavandero, y eso hizo,
con tal devoción que lo sigue haciendo meses después de dejado el
cargo.
Si Armendariz hubiese cumplido la ley, respetado el debido proceso,
en pocas palabras hecho su pega, podría caminar hoy con la frente en
alto y más, podría secar en la cárcel a Lavandero. Hoy no puede ni
lo uno ni lo otro porque lo que armó no fue un juicio sino que una
emboscada.
Una fiscalía ansiosa por crear consentimiento.
Mario Schilling fue contratado para achicar, para arrojar al mar
parte del agua que se colaba al buque de la fiscalía por la borda. A
Lavandero no lo juzgaron, lo ejecutaron. A muchos se les ha olvidado
que el “juicio” lo transmitieron en vivo y en directo por la TV
nacional, sin embargo nunca más hemos visto esas imágenes.
Desde su cargo de relacionador público Schilling también nos dijo
que el ciudadano Paquistaní Saif Khan era un terrorista; que el
“caso bombas” había experimentado un “avance significativo”,
que pronto habrían noticias. Pero no sólo noticias malas divulgó,
también se abanicó con el caso la “Quintrala” demostrando lo
eficiente que puede ser nuestra justicia cuando se trata de
investigar la muerte de un Patricio.
Y así como la fiscalía no pudo jamás contener su verborrea, su
necesidad de televisar sus decisiones, antes incluso que ellas se
materializaran en acciones judiciales o policiales, el señor
Schilling, una vez sin pega, tampoco ha podido soportar la vida sin
exhibirse en televisión.
A menos de una semana de dejar su trabajo de relacionador público de
Armendariz, consiguió que sus amigos periodistas de TVN realizaran
una nota sobre un intrincado caso de un trabajador que demandaría a
una aerolínea por problemas laborales, hasta ahí todo raro, hasta
que aparece el abogado que lo representaría, adivinen quién.
Luego apareció denunciando a su nuevo empleador, una UDIversidad de
mala muerte que antes era un preUDIversitario, súbitamente se había
dado cuenta que dicha institución era una mierda al recibir una
carta que lo conminaba a aprobar a todos sus alumnos. Hasta ese
minuto a Mario Schilling no le había parecido nada de mal dictarle
clases a alumnos que con suerte obtuvieron 450 puntos en la PSU;
aprobarlos a todos, o reprobarlos no trae ninguna consecuencia,
ninguno de ellos será abogado, a lo más serán procuradores
titulados de esos que abundan... o relacionador público, quién
sabe, Chile es un país generoso (con algunos).
Como el síndrome de abstinencia televisiva es más fuerte, la
angustia por figurar, Schilling irrumpe ayer domingo mediante El
Mostrador con el claro fin de pegarle en el suelo, a alguien que
él creía abatido, el ex senador Jorge Lavandero.
Los fachos furiosos y la caja de pandora.
La noticia sobre el homenaje que se le realizaría a Jorge Lavandero
fue la oportunidad para que el facherío, aún dolido por la funa a
Labbé-Krassnoff, se expresara. Su falta de tacto, y de intelecto,
consiguió lo contrario: Que los medios de comunicación del capital
se vieran obligados a contar qué había pasado con Lavandero luego
de haber sido encarcelado.
El ex Senador no está muerto, como muchos lo quieren, está vivo,
hace un par de años presentó un libro sobre su caso, ese libro ha
agotado varias ediciones, y en los medios nada se ha dicho, ni una
sola palabra.
Desde que fue puesto en libertad ha acusado públicamente a
Armendariz de tenderle una trampa, y éste, se ha refugiado tras las
faldas del ministerio público y hoy lo hace detrás de su espinita,
el relacionador público Mario Schilling.
Sólo los fanáticos lavanderistas, que sí existen, dirán a los
cuatro vientos que el ex senador es inocente. Yo jamás he dicho algo
parecido, lo que he reiterado hasta el cansancio es que a Jorge
Lavandero Illanes se le privó de la garantía procesal más
importante que dice respetar este país que es haber sido juzgado en
un juicio oral, público y contradictorio.
Armendariz se preocupó de conculcar este derecho, Schilling de
encubrirlo.
Ya que no hubo juicio oral jamás se presentaron las mentadas
“pruebas” que dice hasta ahora que posee el ministerio público
el Sr Schilling, es más, perdió cualquier posibilidad de poder
presentarlas.
Cuando Schilling dice que no se puede cuestionar lo que se hizo pues
Lavandero ya ha sido condenado por los tribunales estamos frente al
caso del estafador beneficiándose de su propia estafa. El ministerio
público en vez que procurar la resolución de este conflicto
haciendo su pega debe pagarle a agentes externos para diseminen
cahuines de peluquería con tal de justificar la canallada que
perpetraron.
Lavandero tiene todo el derecho a gritar a los cuatro vientos lo que
se le dé la gana, que la fiscalía entre en pánico por ello es
porque mucho tiene que decir aún sobre este caso.
La confesión de Schilling.
La entrevista a Mario Schilling en El
Mostrador es muy interesante, desde el punto de vista legal.
Hasta ahora nadie había reconocido que la fiscal Erminda Vidal había
sido expulsada porque Guillermo Piedrabuena no soportó la idea de
que su investigación no concluyera en la presentación de cargos
contra Lavandero. Es decir, el fiscal nacional, antecesor de Chahuán,
no mandó a Armendariz a la Araucanía para que realizara su trabajo
con imparcialidad, que es lo que la constitución exige, sino que a
condenar a Lavandero a como diera lugar.
Tampoco alguien había sido tan torpe, o caradura, como para
mencionar que existían “múltiples testigos” que coincidían en
lo mismo.
Digo torpe porque esos testigos jamás se presentaron como tales y si
existían no se entiende porqué el Sr Armendariz instó a Balmaceda,
abogado de Lavandero, a que llegaran a un acuerdo en vez que ir a
juicio.
Digo caradura porque al hablar de estos asuntos rebasa todos los
límites de una conducta aceptable para un ex funcionario público
que es guardar reserva de lo que conoció durante el desempeño de su
cargo, máxime cuando la divulgación lo expone a ser perseguido por
injurias y calumnias.
Y en el paroxismo de su caraderajismo dijo:
“..el fiscal no se tiene que rebajar para querellarse
contra ex imputados y acusados y condenados por delitos sexuales,
porque sino cada fiscal va a tener que rebajarse a presentar
querellas de cada criminal que investigó”.
Las estadísticas de la fiscalía son públicas, los condenados en
libertad no se cuentan por cientos sino que por miles ¿Cuantos de
ellos han acusado públicamente a los fiscales de tenderles una
trampa? ¿Cuantos de ellos publicaron un libro explicando sus
fundamentos?
Lavandero ha sido el único que ha realizado dicha tarea por lo que
la carga oprobiosa de “rebajarse” que esgrime Schilling desnuda
la intención de éste y su entrevista: Confundir al lector incauto.
Si eso fuera poco, el ex relacionador público de la fiscalía
oriente, y ex profesor de la UDIversidad Pedro de Valdivia, Mario
Schilling, además volvió con otro asunto que a fuerza de años se
había podido encerrar en la caja de Pandora: El de la ex pareja de
Lavandero, y ex presidenta del Consejo de Defensa del Estado, Clara
Szczaranski.
Todos sabemos, hasta los ex alumnos de Schilling, que la garantía
del debido proceso prevalece ante todo malabarismo y tinterillada,
empezando por “los testigos de contexto”. Como recordó Lavandero
en sus entrevistas el jueves pasado las declaraciones de Szczaranski
y Coulon eran injuriosas, el tratar de blanquearlas, llamándole a
pruebas a injurias en los medios de comunicación, no significaba que
ellas tuvieran el propósito de probar el caso de la fiscalía sino
que...
“...algo decisivo y que quebró internamente al
senador fue el testimonio de Bruno Coulon, que era hijo de Clara
Szaransky, que declaró haber sido abusado por el senador mientras él
estuvo conviviendo con su madre, y eso fue un detonante.” (Mario
Schilling en El Mostrador)
Por lo tanto para el abogado Schilling el rol de los fiscales es
“quebrar internamente” a los imputados en vez que probar más
allá de toda duda razonable la existencia de un delito y la
participación culpable del acusado.
Al parecer el Sr Schilling faltó a las clases sobre prueba
ilícitamente obtenida cuando estudió periodismo, o a las de ética
periodística cuando estudió derecho, o viceversa, o da lo mismo.
Todo lo que dice este señor, un vil jurero, un mercenario de la
palabra está contaminado con el autoritarismo, el nulo respeto a los
DDHH que tiene convertido al ministerio público en una institución
tan oscura y tenebrosa como la judicatura de los años ochenta.
Viles mafiosos, incapaces de reconocer errores, defendiéndose entre
ellos con una lealtad de hampones, tratando de salvar sus posaderas
mientras cobran por seguir diseminando veneno en televisión.
De qué nos sirve que se aboliera la tortura con el nuevo proceso
penal si nuestros fiscales creen que el modo de investigar es
“quebrar internamente” a los imputados en vez que producir
información oponible a terceros conforme a los derechos humanos.
Ahora entiendo porqué a Saif Khan se le negó un traductor, un
abogado, un baño y un vaso de agua durante todas las horas que duró
su interrogatorio; porqué el ministerio público filtra información
personal de forma deliberada a los medios de los imputados e
intercepta las comunicaciones de sus abogados defensores.
Una institución que realiza su trabajo conforme a derecho no
requiere contratar ni matones, ni testaferros, ni relacionadores
públicos.
Schilling comparó a los defensores de Lavandero como los creyentes
de la virgen de Villa Alemana. Me parece que el ejemplo es
proporcional a la inmundicia que se esconde. El caso Lavandero tiene
mucho de aquel montaje de los 80', y Schilling lo sabe muy bien, aquí
se hizo creer a todo un país que al senador se le había probado un
delito, y esto no es así. Ninguna de las “pruebas” de las que se
ufanaron los fiscales, y que aún Schilling presume de que existen,
han sido presentadas alguna vez para un escrutinio público.
Es por esto que Schilling se refugia en un terreno que él cree
sólido: “Lavandero es culpable porque así lo sentenciaron los
tribunales”.
Yo digo algo distinto, no reconozco un fallo judicial que no resiste
análisis, y que se dictó contra las garantías procesales de un
imputado. Y lo he dicho, y lo diré, tanto en el caso de un poderoso
como Lavandero como al de cualquier hijo de vecino que se ha topado
con una emboscada de estos pacos paranoicos con traje italiano que se
dicen fiscales.
Y lo reiteraré por enésima vez: Quién le debe una explicación al
país no es Lavandero, ni es Schilling, es Xavier Armendariz.
Si no son capaces de lavarle la cara a su sistema judicial su único
aporte será el de sentar las bases para su destrucción. Urge una
reforma, una de verdad, es más, urge un país nuevo, uno en donde
los mentirosos profesionales, como Schilling, no sean invitados a la
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5 comentarios:
Lo que faltaba a este debate.
Notable
UN Saludo.
Los fiscales se plantean el objetivo de destruir no solo internamente al acusado, sino públicamente y para ello cuentan con todos los medios que solo en un país de mierda como este están disponibles para ellos a destajo, a tal punto de ver en un programa como un periodista idiota pero bien entrenado es capaz de hacer públicos relatos de niños supuestamente violados.Y el Sr. Armendariz, bien escondido como una rata, apenas se las puede con su propio olor a inmundicia. Estos malditos son capaces de todo por hacer el trabajo sucio de otros que están más arriba.
Bien.
En vista de los antecedentes que circulan en la red, los medios de comunicación "tradicionales" y las reflexiones contenidas en este artículo, unido a lo que hemos experenciado como ciudadanos de Chile, podemos decir: en la fiscalía algo huele mal. Mejor: en algún cajón hay no 1 sino varios gatos muertos.
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